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De mil fotos quedaron, apenas, unas doscientas que se publicaron en el libro Tango revelado, un trabajo de rescate de imágenes que se habían perdido o no se conocían públicamente. “A la gente que sabe de tango el libro les gusta mucho porque conoce del tema y se da cuenta de que hay fotografías increíbles del tango en Uruguay”. Estas trescientas páginas conforman una galería que logra el efecto de “revelar” una realidad escondida. Tango revelado, de Martín Borteiro y Regina Chiappara, se editó a través del Centro de Fotografía (CdF), con apoyo de la UNESCO. “No se puede creer que en las fonoplateas, en las radios, los teatros o en los bailes de carnaval pasara esto en Uruguay”, dijo Borteiro a Búsqueda.
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Todas las fotos fueron tomadas en blanco y negro y abarcan desde principios del siglo XX hasta los años 70, para que existiera una distancia histórica y a su vez porque fue en ese momento que apareció el color. El proyecto nació a partir de las Fotogalerías del CdF: el material se expuso en la del Prado, luego en el Parque Rodó y finalmente en la calle Piedras. La idea de trasladar la iniciativa al formato libro hizo que Borteiro y Chiappara tuvieran que afinar la puntería para conseguir materiales que se encontraban en archivos particulares y familiares.
“No es un acervo que esté en un solo lugar. En el CdF no había una sola fotografía de tango: era una carencia que tenían, entonces hubo que salir a buscar”. Recurrieron a colecciones privadas como la de Horacio Loriente, Agadu y otros coleccionistas. También apelaron a la guía telefónica para buscar los apellidos de músicos de otra época y contactarse con sus familiares, en un trabajo que les llevó tres años. “Tuvimos que romper muchas barreras, porque es raro que te llamen a tu casa diciéndote que estás en un libro y te pregunten si tenés alguna foto. Pero dio sus frutos, porque aparecieron cosas que ni nos imaginábamos”, señala Borteiro. Además del elemento temático, tuvieron en cuenta el valor fotográfico.
Los autores están vinculados íntimamente con el tango: son pareja de baile y poco a poco comenzaron a dedicarse a él profesionalmente. “Siempre nos interesó lo histórico y empezamos a hacer gestión cultural. Creamos una movida grande que se llamó La Morocha y por vínculos con Buenos Aires en el 2007 fuimos a trabajar en una fundación que comenzaba a armar un archivo digital de tango”, cuenta Borteiro. Hace poco inauguraron, junto a otras personas, una biblioteca temática de tango en Agadu.
Del material publicado, Borteiro prefiere las fotos que sobrevivieron gracias al azar. “Esas que se tomaron en patios de casas, con orquestas amateur que tocaban en sobremesas de almuerzos domésticos. Hay una que me gusta mucho que Carlos Aguiar compró en la feria”. En esa foto aparecen los instrumentos típicos de los orígenes del tango: bandoneones, guitarra, acordeón, algún violín, una vitrola y unos niños mirando, curiosos.
El libro incluye textos del investigador y coleccionista Boris Puga, que dan un marco para apreciar la fotografía en su contexto histórico. Una de las fotos más singulares muestra a Pintín Castellanos, autor de “La puñalada”, dirigiendo una orquesta en el Palacio de la Cerveza (Sudamérica), con Alfredo Gobbi hijo en en el violín. En otra se ve a Alberto Castillo en un tablado de barrio rodeado de niños, cuando era “artista exclusivo” de la cerveza Doble Uruguaya y una figura popular en toda ley en la década de los 50.
Hay también una serie de negativos de Libertad Lamarque cantando en la Fonoplatea de Carve, cuando actuó en Montevideo a la vuelta de su exilio mexicano: tuvieron que cortar la calle debido al caudal de público. Un hallazgo del libro es la foto de Aníbal Troilo cuando estuvo de visita en el club de la Guardia Nueva. Y queda reflejada la vida de escenarios típicos como La Giralda o el Tupí Nambá.
Tango revelado aporta a su vez las claves básicas de la historia de esta música. “Va desde el siglo XIX, con la raíz negra que se dice que tiene el tango, pasando por el final de ese siglo, donde se mezclaron muchos elementos: lo afro, lo campero con los payadores que venían a las ciudades y todos los inmigrantes que empezaron a llegar con tanguillos andaluces y los ritmos europeos, como valses y polcas. Y se llega a principios del XX, cuando ya se compusieron piezas de tango como lo conocemos hoy, que es muy europeo, con algo de afrocubano: se escribe en dos por cuatro, como la habanera, por ejemplo”.
Está la Guardia Vieja, con las primeras grabaciones y un nutrido ida y vuelta entre Montevideo y Buenos Aires, con composiciones realizadas a dos orillas. Aparece Carlos Gardel desde la canción criolla y se llega a 1917, con el tango-canción, de contenido más dramático, y el estreno de “La Cumparsita”. En la década de los 20 empieza la Guardia Nueva con un proceso revolucionario en cuanto a las orquestas. Las fotos ofician también como testigos de la vinculación fuerte que tuvo en este país el tango y el carnaval.
Tango revelado se puede comprar a 500 pesos en el Centro de Fotografía, ubicado en el túnel de la Intendencia de Montevideo, en San José y Ejido.