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Cuando el gobierno uruguayo decidió cerrar los centros educativos por el avance del Covid-19, en marzo del año pasado, el bullying “escaló” a un ritmo “acelerado” en la virtualidad. El hostigamiento verbal, el repudio y, sobre todo, la exclusión social se trasladaron de forma “casi automática” a las redes sociales, los videojuegos y distintas plataformas en Internet.
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Según un informe de diciembre de la Sociedad Uruguaya de Pediatría sobre el acoso escolar, el avance de la tecnología modificó los tipos de relacionamiento entre los alumnos y se incorporó como un nuevo medio donde se potenció el bullying. “Se trata de un fenómeno emergente y que viene en aumento”, indicó el estudio.
A diferencia del acoso en las escuelas, este fenómeno se caracteriza por vulnerar derechos con nuevas acciones. Las modalidades más comunes son la publicación de insultos o frases despectivas, la exclusión de grupos entre amigos y hasta la convocatoria a videojuegos. “Es que no es fácil de observar. Puede ocurrir que un padre piense que a su hijo no le interesa jugar con toda la clase, pero, en verdad, no es invitado. Que se publiquen fotos donde están los compañeros y el niño no. Que se suban fotos sin su consentimiento para ridiculizarlo”, ejemplificó Zabala.
Si bien aún no hay estadísticas concretas sobre cuánto creció el fenómeno en la pandemia, pediatras y psicólogos infantiles concuerdan en que en las consultas se ha visto un aumento sostenido en índices de depresión y aislamiento por el ciberacoso. “En momentos en que no había contacto con el exterior, estar aislado por los otros fue incluso más duro”, agregó la psicóloga infantil Analía Ramirez, que trabaja en tres colegios. “Hay que actuar ya”.
Centros educativos públicos y privados consultados por Búsqueda dijeron que son conscientes del “problema” del ciberacoso, pero consideran que les faltan herramientas para saber cómo actuar.