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A inicios de la década de 1970 había más de 60 empresas cotizando acciones ordinarias en la Bolsa de Valores de Montevideo (BVM). Entre otras, figuraban algunos bancos —como el Comercial, de Crédito y Montevideo—, las Fábricas Nacionales de Cerveza, Industria Papelera Uruguaya (Ipusa), Remolacheras y Azucareras del Uruguay (Rausa) y La Madrileña. Varias, además, también tenían en circulación acciones preferidas, que pagan un dividendo fijo y otorgan prioridad de cobro en caso de insolvencia de la compañía. Pero ese mercado se fue diluyendo a medida que la mayoría de esas empresas cerraron o fueron adquiridas y sus acciones dejaron de negociarse en la bolsa: hoy el mercado quedó restringido a nueve emisores.
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Actualmente en la BVM predomina la operativa con títulos públicos que pagan una renta fija, aunque en los últimos años algunos inversores comenzaron a tomar un poco más de riesgo a través de certificados de participación en fideicomisos. El circulante de esa modalidad de emisión ascendía a US$ 1.300 millones a fin de octubre; los parques eólicos de UTE la adoptaron, y uno de ellos lanzó también acciones a través de una sociedad anónima.
También hay algún emisor frecuente de obligaciones negociables, como la cooperativa Conaprole, que con cada cambio de estación ofrece una nueva serie de su programa Conahorro entre pequeños inversores y agentes institucionales.
“Si bien no eran la mayoría, se operaban infinitamente más acciones que ahora. Había tres que se cotizaban a diario y de las que todo el mundo estaba pendiente: Funsa, Montevideo Refrescos y Frigorífico Modelo, a veces también Cristalerías del Uruguay. No llegaban al volumen de los bonos en dólares, pero había mucha operativa así como en obligaciones hipotecarias reajustables que emitía el Banco Hipotecario”, recordó en diálogo con Búsqueda el presidente de la BVM, Ángel Urraburu.
El corredor obtuvo su licencia para operar en 1985, aunque ya trabajaba en el recinto bursátil desde 1976 junto a su padre, que saltó del oficio bancario hacia el mercado de capitales. Por entonces la bolsa mantenía dos ruedas físicas de negociación, de media hora cada una, por la tarde. En 2016 la operativa pasó a ser totalmente digital.
En la rueda física los corredores ofrecían a viva voz los papeles que querían vender o comprar. “Daba mucha transparencia. Conocías quién era la contraparte que estaba jugando contigo. Ahora ves una pantalla y no podés especular si tiene monto o si es un corredor con poco contacto. Todo eso ayudaba a fijar el precio, dando especificidad a la operativa. Además había un contacto entre los corredores que era diario y que hizo que todos fuéramos muy amigos. Había una vida del gremio infinitamente mayor a la de ahora, donde prácticamente no nos vemos en todo el año”, apuntó Urraburu.
Los corredores volvieron a tener una instancia juntos la semana pasada, en el marco del aniversario 150º de la BVM. Para celebrarlo se convocó a una mesa de discusión que debatió cómo lograr que las empresas públicas y las pequeñas y medianas firmas recurran más al mercado para financiarse. El Ministerio de Economía redacta un documento a modo de “compromiso”, con acciones para impulsar la actividad bursátil (Búsqueda Nº 1.944).
“Esto es algo recurrente. Hace ya muchísimos años que vengo escuchando y participando del esfuerzo, en comisiones de todo tipo y color, y estamos hablando de las mismas cosas desde hace años. Tuvimos años en que el crecimiento de la economía jugó un partido y el mercado de capitales otro. El gobierno ya lo sabe. Pero los organismos que están invocados acá es para lograr un proyecto de largo aliento”, opinó el corredor Jorge Di Matteo.
Su escritorio se formó en 2001 como sociedad de bolsa, pero Di Matteo ingresó como corredor en 1994, aunque desde fines de la década de 1970 trabajaba con su padre en la Bolsa de Valores. La negociación bursátil corre desde bien atrás en la familia: su abuelo ingresó al negocio en 1940.
“Cuando entré había no menos de 40 empresas que cotizaban sus acciones. Y era un mercado con una fluidez que no tiene absolutamente nada que ver con el de hoy. Era un mercado accionario. Se operaba a viva voz, entre corredores, con boleto firmado y un pizarrón a tiza. Eran ‘compro’ y ‘vendo’ a los gritos. La bolsa se transformó en una atípica el día que empezó a operar renta fija”, recordó.
Bonos estables
En una semana con escasa operativa, los precios de los Bonos Globales mostraron relativa estabilidad. El “riesgo país” de Uruguay, medido como el diferencial de rendimiento de sus Globales en dólares respecto al de los títulos similares de Estados Unidos, se ubicó en los últimos días en mínimos desde 2013: estuvo en torno a 130 puntos básicos o 1,3%, según el índice que elabora la administradora de fondos previsionales República.
Una fuente del mercado financiero consultada por Búsqueda señaló que hay “poco interés” por los activos nominados en pesos uruguayos y no aparecen compradores para las ofertas vendedoras que surgen, con lo que la operativa está “sin negocios”.