Hacia el 2050, o antes, previamente programadas las heladeras ordenarán las compras de los alimentos que falten, para recargarse. Un algoritmo activará la calefacción o el sistema de calentamiento de agua en las casas cuando existan excedentes energéticos asociados a fuentes renovables, haciendo más eficiente el uso de la energía. Como la gestión de datos sobre cada vehículo y el estado de la infraestructura vial ayudó a mejorar la calidad del servicio, la gente empleará más el transporte público en vez de coches propios, que serían autónomos y eléctricos. Al médico se lo consultará de forma remota y los uruguayos tendrán “piel digital” u otros implantes que monitorearán su salud en tiempo real. Los bancos convivirán con otros jugadores, en un sistema financiero en el que hasta la decisión de dar un préstamo estará automatizada. Y una moneda digital emitida desde el banco central, disponible en cualquier dispositivo, habrá desterrado los billetes y monedas.
Todo eso, que parece ciencia ficción, está descripto en el documento titulado Las TIC en el Uruguay del futuro, encargado a partir de un acuerdo entre el Instituto de Empleo y Formación Profesional (Inefop) y el Laboratorio Tecnológico (Latu). Elaborado por el equipo de ICT4V —centro tecnológico especializado en la temática—, se enmarca en el proceso de elaboración de la Estrategia de Desarrollo 2050, liderada por la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP). Esa síntesis hecha por la OPP aclara que no se quiso “adivinar” el porvenir, sino “desarrollar visiones y posibles escenarios futuros que faciliten entender mejor las evoluciones en curso” y “eventuales disrupciones futuras”, a fin de “contribuir a la toma de decisiones políticas, empresariales y académicas pertinentes”.
Los análisis prospectivos estuvieron enfocados en las transformaciones asociadas a las TIC (tecnologías de la información y las comunicaciones), en el turismo, la logística, las finanzas, la salud, el agro, la energía, la bioinformática, el diseño y el transporte. Para cada sector, la síntesis describe “escenarios” a modo de “idea de cómo podrían configurarse las tecnologías y el funcionamiento asociado a las TIC”, como aporte a la “reflexión pública para anticipar riesgos y oportunidades. En general buscan transmitir una “imagen ‘objetivo’, es decir positiva, respecto a un funcionamiento posible, pero deseado, que abra oportunidades de desarrollos social y económica para el país”. Por eso se los llama “escenario meta”, y aunque aluden a un horizonte al 2050, en realidad pretenden anticipar un panorama a mediano plazo, sin atarse a una fecha. Incluyen recomendaciones para avanzar en esa dirección.
El posible futuro
En la síntesis de la OPP se describe cada escenario sectorial como un hecho consumado. Y aunque refieren a un futuro que supuestamente se concretará en algunas décadas, en el texto predomina el tiempo verbal presente o pasado.
En el agro, algunas de las disrupciones hacia el 2050 están asociadas a las nuevas formas de producción de alimentos. En ese sentido, proyecta un Uruguay que deberá ofrecer productos de nicho, altamente valorizados a partir de sus procesos y propiedades, asentado en la trazabilidad y las certificaciones y no un mero exportador de commodities.
Si tal cambio ocurre, también se trastocará el trabajo en el campo. “La automatización y control a distancia de los predios y equipamientos de producción permite aliviar significativamente múltiples tareas del agro”. A partir de las tecnologías, se crearán puestos calificados en todo el país y en particular en las zonas rurales.
En el turismo, hacia mediados de este siglo “las TIC modificaron completamente el funcionamiento tradicional del negocio” y, por ejemplo, la promoción de los destinos “pasó a estar en manos del turista a través de las redes sociales y otras plataformas colaborativas que, basadas en el análisis de grandes volúmenes de datos (a través del big data y la inteligencia artificial), ofician de promotores especializados”. Dado esto, “obviamente, el uso de plataformas de comercio electrónico, de intermediación y de generación de confianza a través del manejo profesional de la reputación digital, mantienen un lugar central en el funcionamiento global”.
Hacia el 2050 la logística habrá logrado un “importante grado de integración vertical de la cadena de abastecimiento”, lo que optimiza y disminuye costos de intermediarios “para que el país siga siendo competitivo”. La síntesis de la OPP señala también que la aplicación de tecnologías e “importantes inversiones en infraestructura multimodal” posibilitaron que Uruguay cubriera sus necesidades internas de e-commerce (con envíos de paquetes que habrán pasado de siete millones de unidades en 2018 a 20 millones en 2025); actuarían “operadores de paquetería” y un centro de distribución en torno a un aeropuerto en el interior del país. Los robots con habilidades en el manejo de datos y mecánicas “se integraron con gran rapidez” a esta cadena.
Como se logró compartir datos de movilidad de los diferentes modos de transporte, será posible una planificación integral del sector, bajando costos. Así, dentro de unos 30 años primarán los servicios públicos; el uso de autos personales en las ciudades medianas y grandes en Uruguay caerá a niveles “muy bajos”. Y aunque los vehículos autónomos serán importados, habrá un desarrollo nacional “incipiente” en torno a la adaptación de los componentes de conducción y asistencia autónoma.
Finanzas, salud y energía
Al promediar este siglo, el sistema de pagos y el negocio de las finanzas en el país también habrá cambiado radicalmente si los autores del estudio prospectivo aciertan en sus predicciones.
Para empezar, estiman como una probabilidad que solo exista una moneda digital integrada en los diversos dispositivos personales, pero no sobre el principio del Bitcoin u otras criptomonedas sino una emitida por la autoridad monetaria. El dinero físico será una pieza de museo.
Los bancos “minoristas” perderán posicionamiento, lo mismo que las redes de pagos y las casas de cambio; el sector financiero convivirá con otros actores. El contacto con los clientes para operaciones habituales y masivas se realizarían mayormente a través de las fintech —tecnologías aplicadas a los servicios financieros, que ya hoy están ganando terreno—, tanto locales como extranjeras, “aunque algunas instituciones tradicionales también lograrán soluciones innovadoras que compitan con estas”.
Y distintos servicios basados en blockchains con smart contracts con valor jurídico permitirán una automatización de las transacciones de diversos tipos, integrando así cadenas, por ejemplo, en el sector inmobiliario, y automatizando funciones históricas como el control de contratos, estudios de deudas, verificación de autenticidad de actos jurídicos, análisis financieros, habilitaciones públicas, etcétera.
Más futurista suena otra característica del “escenario meta” referido al sector financiero y los pagos: “Los objetos conectados realizan a su iniciativa transacciones financieras basadas en las políticas definidas por sus dueños: una impresora adquiere cartuchos, el auto sin conductor adquiere hidrógeno, el refrigerador adquiere víveres para recargarse”.
Algunos vaticinios referidos al sector de la salud parecen remitir a la serie Black Mirror, pero menos oscuros. Por medio de prótesis o implantes (sensores y otros dispositivos internos o externos al cuerpo, físicamente conectados o no) se podrá monitorear en tiempo real la salud de los uruguayos. Serán cada vez más ergonómicos, tendiendo a ser imperceptibles: lentes de contacto digitalizados, piel digital, nano dispositivos que circulan en el cuerpo para realizar ciertas acciones (como depositar medicamentos en el lugar adecuado, limpiar las arterias, etc.). Una aplicación a través de estos implantes permitirá enviar alarmas en caso de urgencia, por ejemplo, a una red social de primeros auxilios; de esa forma los servicios de emergencia llegarán con una visión ya avanzada del estado de situación. También la gestión de arribo al hospital se hará de forma automatizada, lo mismo que las urgencias y los bloques quirúrgicos. De todas estas tendencias, la telemedicina es de las que se consolidará primero.
El documento presenta al sector de bioinformática como uno de los más “novedosos, en plena expansión explosiva, tanto en lo que hace a las tecnologías como a las propuestas comerciales”. Como “escenario meta” plantea que la genómica estará hacia el 2050 “plenamente integrada a la vida cotidiana”, por ejemplo, a través de las aplicaciones empleadas en salud y bienestar. Como recomendación, sugiere crear un Instituto Nacional de Genómica, con diversas vertientes (humana, animal, vegetal, microbiológica), que además de contribuir a definir políticas en el área actúe como “garante y custodio de la información genómica nacional”.
En unos 30 años el sector energético en Uruguay estaría, también fuertemente influido por las TIC. Por ejemplo, el despliegue de medidores inteligentes —que UTE ya inició— habrá alcanzado a todos los consumidores y la demanda será gestionada en forma eficiente mediante algoritmos de inteligencia artificial que controlan los aparatos eléctricos. De todos modos, muchos consumidores producirán su propia energía.
La creación de una red de laboratorios de fabricación digital habrá permitido el “desarrollo local de nuevos emprendimientos productivos”. Existirán centros de producción con tecnología “de punta”, como la impresión aditiva (3D, 4D), fresadoras, escáneres, cortadoras láser, cortadoras de control numérico computarizado, programas de diseño generativo, entre otros. Por otro lado, el país se habrá transformado en un “referente en tecnología y diseño”, con las TIC como un recurso clave, gracias al “desacople global entre el diseño de productos y servicios, por un lado, y su producción, por el otro”. Un “concepto clave del paradigma Industria 4.0”.
“Me imagino al futuro Uruguay más tecnificado, con una producción agropecuaria de alta calidad y que se venda en los mercados porque logra certificar procesos sostenibles. Me imagino a un país más integrado en cadenas de valor y más integrado socialmente. Soy optimista”, declaró a Búsqueda el economista Fernando Isabella, director del área de la OPP a cargo de mirar a largo plazo.