• Cotizaciones
    jueves 22 de mayo de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    El futuro de la sociedad depende de los transgénicos, pero la “confusión” sobre su peligro y la regulación traban su expansión

    Fueron Greenpeace y organizaciones ambientalistas contra el uso de alimentos transgénicos las que motivaron a los gobiernos a imponer rígidas regulaciones para el ingreso al mercado de esos nuevos productos. En consecuencia, el procedimiento para producirlos es tan caro que solo las grandes multinacionales lo pueden costear y las pequeñas y medianas empresas biotecnológicas no logran crecer. Así lo ve Marc Van Montagu, belga referente en biotecnología en Europa, doctor honoris causa en varias universidades, fundador del Instituto de Divulgación de Biología Vegetal en la Universidad de Ghent y de varias compañías.

    El biólogo molecular ganó en 2013 el premio World Food Prize (el equivalente al Nobel en agricultura) por sus contribuciones en el desarrollo del primer transgénico a partir de su trabajo con bacterias. Compartió el premio con Robert T. Fraley, vicepresidente y jefe de Tecnología de Monsanto.

    Van Montagu es presidente de la Federación Europea de Biotecnología.

    A continuación un resumen de la entrevista que mantuvo con Búsqueda durante una visita a Uruguay.

    Usted preside la Iniciativa mundial para la Investigación y la Regulación Pública (PRRI) que integran científicos y biotecnólogos con el fin de aportar “ciencia al debate”. ¿Sienten el impacto de quienes predican contra los transgénicos?

    —La ciencia marcha muy bien, los científicos se ocupan bien de ello, pero tradicionalmente han vivido en su torre de marfil. No entienden por qué la sociedad tiene miedo o por qué no le gustan los cambios que están ocurriendo. Por el otro lado la economía, la globalización, empujan muchos de los cambios. Si no entienden la ciencia detrás, pueden ser influidos equivocadamente por grupos en la sociedad que empezaron a decir que el uso de transgénicos (Organismos Genéticamente Modificados-OGM) es peligroso, que es la industria que impone esto.

    La realidad biológica es que hemos sido irresponsables en dejar a la población crecer tanto y será 10 veces mayor en 30 años. Hay que crear condiciones de vida para ellos. Tenemos que velar por que haya suficiente comida, que no destruyamos más el ambiente y que estabilicemos la población.

    ¿El futuro de la sociedad depende de los OGM?

    —A largo plazo sí, porque la sociedad depende del uso que hagamos del conocimiento que tenemos. La gente ha atacado a los OGM diciendo que son peligrosos para la salud, para el medioambiente. Alguien con capacidad para analizarlo fácilmente comprenderá que no hay ni el más mínimo peligro para la salud.

    Hacemos cruzamientos en agricultura y es exactamente lo mismo que hacer ingeniería genética en ovejas. Hay mucha confusión y ficción sobre lo que es un genoma. No es algo estable, es extremadamente dinámico. Tenemos que explicar que las plantas son desafiadas por las condiciones climáticas, las sequías, inundaciones, escasez de alimento y tratan de sobrevivir adaptándose. Luego del año 2000 tuvimos las máquinas para secuenciar eficientemente el genoma. Ahora podemos hacer cambios en las secuencias que sabemos ayudarán a que la planta tenga un mejor rendimiento, sea resistente a enfermedades o a condiciones ambientales.

    ¿Cómo recuerda sus épocas en las que como investigador dio los primeros pasos para realizar un transgénico? ¿Imaginaba que algún día su aplicación sería tan vasta y generaría un mercado de millones de dólares dominado por multinacionales?

    —Claro que no. Cuando empezamos, como ocurre siempre en ciencia, estábamos haciendo investigación básica. Estábamos viendo por qué la bacteria podía de pronto inducir proliferaciones de células que daban lugar a tumores en plantas. Era algo poco común, no hay muchos tumores en las plantas. Estábamos en el principio de la biología celular en plantas, cómo es el ciclo de la célula, cómo se regula. Nos preguntamos cómo puede esta bacteria forzar a que las células se proliferen para hacer recintos que solo los puede usar esa bacteria y que no tienen uso para la planta ni para otras bacterias. Encontramos que estaban haciendo ingeniería genética.

    Ya era la segunda mitad de los setenta. Apenas vimos que la bacteria hacía ingeniería genética naturalmente pensamos: si este método funciona, usémoslo para introducir los genes que nosotros creemos importantes para la agricultura, no los que la bacteria quiere.

    Inmediatamente, en los ochenta hicimos construcciones que son las que todavía se usan. Hicimos plantas que hacen sus propios insecticidas, los BT (Bacillus thuringiensis). Había que hacerlas tolerantes al herbicida. Era para un herbicida que Bayer estaba haciendo. Monsanto lo hizo luego para su herbicida (El RoundUp, que tiene como principio activo al glifosato).

    Necesitamos mejorar. En 1945, luego de la II Guerra Mundial, éramos dos mil millones de personas y ahora ya somos siete. Eso ocurrió solo en 60 años.

    Cuando Monsanto defiende sus intereses introduce ese argumento del crecimiento poblacional que usted menciona.

    —Todo en el mundo es un compromiso entre lo que necesitamos y lo que podemos hacer de la manera menos dañina posible. No deberíamos tener ilusiones, si dejamos a la naturaleza tal cual está estaríamos muy cerca de la evolución (natural) pero los humanos no podrán formar parte, o por lo menos no en tanta cantidad.

    Los OGM como un impacto inevitable para sostener el aumento de la población…

    —Sí, siempre habrá impacto y es la ciencia la que debe tratar de aprender para que el impacto sea mínimo. Especialmente en ciencia de organismos vivos es difícil hacer perfectas soluciones inmediatas porque son muy complejas. Una reacción química la puedes medir, es muy simple, pero los organismos tienen tantos caminos que nos tenemos que corregir. En 1960 y 1970 usábamos más químicos y ahora tenemos las herramientas para usar menos y tenemos que hacerlo. Pero si en este mismo momento la gente empieza a decir que no usemos los químicos y tampoco ingeniería genética, estamos ante un absurdo. ¿Qué podemos hacer entonces? Está probado que la agricultura biológica no funciona y que el rendimiento es demasiado bajo; entonces tenemos que seguir adelante. No es peligroso, todo el mundo lo puede ver.

    Si Giles Eric Séralini (científico francés que publicó un trabajo en el que aduce tumores y enfermedades a ratas expuestas a maíz transgénico y glifosato) le dice a la sociedad que produce tumores no es correcto. Es un disparate.

    Estoy confiado en que tal vez ONG como World Wildlife Fund (WWF) que realmente analizan y usan ciencia para ver si hay daño ecológico verán que la reforestación necesita OGM. Además, si la ciencia aprende a hacer un mejor uso de la energía solar a través de las plantas que hacen más biomasa hay una enorme oportunidad. Es la razón por la que esta ciencia es tan importante. Su pregunta inicial fue sobre si todo depende de OGM, finalmente sí, depende. Surge de ver las necesidades de la sociedad.

    ¿Cómo ve el futuro con una academia que sigue avanzando en sus conocimientos y por otro lado con grandes compañías millonarias que financian ciencia con un fin empresarial?

    —La ciencia básica es usada por el sector público y subsidiada por él. Son las bases para el desarrollo. El dinero que las grandes industrias usan es para crear productos. Es investigación aplicada basada en ciencia, es otra cosa. Integran muchas ciencias y están ahí para hacer sus productos. En el caso de los OGM algo especial ocurrió que debería ser analizado una y otra vez porque la sociedad no lo ve. Los grupos que quieren denigrar a los OGM dicen que no se los necesita y que son peligrosos. Ellos forzaron a los científicos a hacer todo tipo de controles, pese a que sabían que era un desperdicio de dinero. Estos grupos fueron capaces de convencer a autoridades. Todos estos controles que eran muy caros fueron archivados.

    Si quieres introducir un OGM nuevo tienes que hacer todos los estudios de control de nuevo. Es un disparate. Las grandes compañías pueden pagar por ellos y si lo hacen, tienen el monopolio. Ocurrió una especie de sinergia entre Greenpeace y las grandes compañías que hizo que, al momento de hoy, ninguna pequeña o mediana empresa en un país en desarrollo (como por ejemplo en Uruguay, que tiene sus propios recursos) pueda sacar un nuevo producto al mercado debido a las regulaciones que se les han impuesto a los OGM.

    Este es el problema de las multinacionales. No es la ciencia. Tiene como resultado que hay en el mundo una mínima cantidad de productos OGM que son utilizados y se hacen a gran escala. En Uruguay el 90% de la soja es transgénica, en Brasil y Argentina ocurre lo mismo. El 70% del algodón es transgénico y está creciendo porque tiene ventajas. Hay tres o cuatro productos y casi no hay nuevos que ingresen porque para las grandes compañías sería muy caro lanzar nuevos al mercado.

    Pero cuando caen las patentes de los productos más viejos, las multinacionales sí están listas para lanzar uno nuevo. Por ejemplo, la soja de Monsanto intacta venció en 2014, año en que la empresa lanzó la nueva versión RR2Pro.

    —Claro, es que las grandes compañías no son las mecenas del planeta. Son los científicos junto con la sociedad los que tienen que ver los productos que necesitamos. No debería haber mentiras como las de Séralini en el medio aludiendo peligro para la salud y el ambiente. La sociedad debe tener claro que son disparates y son los científicos los que tienen que explicárselos, mostrarlos y dar los argumentos. La sociedad debería también entender que necesitamos muchos más productos hechos por empresas pequeñas y medianas.

    Usted fundó dos empresas: Plant Genetic Systems (1982) y Crop Design (1998). ¿Era más sencillo el negocio por esos años?

    —Seguro. Las regulaciones no existían. No había objeción y estábamos liderando. Luego todo este miedo surgió, los científicos pensaron que eran disparates pero no se ocuparon realmente por reaccionar y que las autoridades lo hicieran.

    Hace 20 años no teníamos las herramientas para hacer popular la biotecnología y el desarrollo de OGM. Ahora las regulaciones lo hacen tan caro que nadie puede pagarlo, por eso no se hace. Es muy urgente que a través de la comunicación se pueda mostrar que esto también se puede hacer para cultivos locales y que tiene ventajas. Canadá lo hizo con la canola. La regulación debería ser asequible y no tan cara, es crucial.

    Usted escribió junto a colegas sobre el diálogo entre el Mercosur y la Unión Europea (que le ha cerrado las puertas a la producción local de OGM). Entre las recomendaciones figura trabajar en la regulación. ¿Cuál es su opinión al respecto?

    —Es claro que debemos tener regulaciones que permitan el desarrollo. No quiere decir que el Mercosur deba tener las regulaciones europeas porque la regulación en Europa no es racional. Europa tiene sus propias regulaciones que bloquean y trancan todo el sistema. No es una respuesta fácil.

    No hay alimento tan controlado como el elaborado con OGM pero no hay nada que verle ahí de peligroso. Hay mucho producto biológico sin OGM que es peligroso porque hay contaminación, toxinas, bacterias. La sociedad debería pensar en qué deberían consistir las regulaciones, en el control sobre la salud.

    La ciencia debería ayudar a darle confianza a la sociedad. La historia es tan dramática que todo el mundo quiere una sociedad más verde, una industria que contamine menos y una agricultura menos tóxica. La única salida son los OGM. Todas las demás alternativas son demasiado lentas para el nivel del crecimiento poblacional.

    Aquí (Sudamérica) tuvieron la sabiduría para usar los OGM y los aceptaron de inmediato y vieron que la soja era fácil de trabajar. Son las regulaciones de acá que deberían ser usadas en Europa. Hasta el momento, toda la producción europea de cerdos y vacas depende de las importaciones de granos de acá.

    Reunión “urgente”

    —Usted es embajador de buena voluntad para agronegocios de la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial. La próxima reunión, prevista para 2015 en Brasil, tratará sobre biotecnología. ¿Por qué?

    —Es muy urgente. Surge la ciencia que podría brindar innovación crucial para muchos sectores, no solo en el agronegocio, también la industria química, la protección del ambiente para reforestación y la replantación.

    En la conferencia de Río+20 Dilma Rousseff dijo que lo importante era luchar por la pobreza, contra el hambre y proteger el ambiente. Proteger el ambiente implica ver que la agricultura no destruya el ambiente, son las bases. Simbólicamente iremos a Río.

    —Ha mantenido reuniones con los ministros uruguayos de Agricultura, Tabaré Aguerre, y de Educación, Ricardo Ehrlich. ¿Cuál es su percepción sobre Uruguay?

    —El gobierno a menudo no sabe lo que tiene. En zonas francas como Zonamérica hay un edificio dedicado a biotecnología con equipos para análisis de ADN y secuenciación excelentes. Es claro que hay iniciativa privada y que las compañías pueden desarrollar productos que el país necesita. Podrían hacerse muy interesantes nuevos materiales biodegradables, hay una enorme oportunidad. Con desarrollo se combate la pobreza. Mucho desecho de la agricultura y de las ciudades debería ser reciclado por la industria química basada en biotecnología, fermentación, nuevas enzimas, sería un avance.