Los análisis sobre los posibles impactos del conflicto comercial para Uruguay se repitieron en la prensa montevideana este fin de semana. A corto plazo, podría ser beneficioso para rubros como la soja, las frutas y el avícola, dijo en El País el presidente de la Cámara de Comercio Uruguay-China, Gabriel Rozman. En El Observador, el consultor Eduardo Blasina sumó a los lácteos, y se refirió a la potencial guerra como un “cisne negro” que “saque las castañas del fuego” para la inversión y el crecimiento económico. Y en el mismo diario, Nicolás Albertoni, de la Universidad de California del Sur, instó a que Uruguay salga ya mismo a buscar alternativas de negociación que amortigüen efectos negativos de las nuevas tendencias proteccionistas.
“Pensar que Uruguay se va a beneficiar (con el conflicto) es una visión de muy corto plazo”, dijo a Búsqueda Ignacio Bartesaghi, rector de la Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Católica del Uruguay y director del Departamento de Negocios Internacionales e Integración de esa institución. Quizás haya una “ventana de oportunidad” temporal para la soja y algún otro producto alimenticio que compre China en sustitución de mercaderías estadounidenses, pero se va a cerrar “rápidamente y después las consecuencias en cuanto al incumplimiento de las normas de la OMC serían negativas. A un país chico como Uruguay le conviene” que se respeten dichas reglas, que han pautado el comercio mundial desde 1947, dijo.
De todos modos, Bartesaghi piensa que es posible que la escalada no llegue hasta una guerra, en la hipótesis de un armisticio con un ajuste en el intercambio chino-estadounidense suficiente como para que Donald Trump pueda presentarse ante los norteamericanos como ganador, y que sea de todos modos satisfactorio para Pekín.
El conflicto es seguido con atención en ámbitos del gobierno uruguayo.
Para Uruguay, como exportador, la hipótesis de una guerra comercial implicaría tener que hacer frente a aranceles promedio entre 20% y 30% superiores a los actuales, según un estudio hecho por los economistas Alessandro Nicita (Unctad), Marcelo Olarreaga (Universidad de Génova) y Peri da Silva (Universidad de Kansas) que el jueves 5 retuiteó Gabriel Papa, asesor del ministro Danilo Astori. Para países como México o Canadá, el aumento puede ser de entre 50% y 100%. En las últimas semanas el tema ha estado casi a diario en la cuenta de Papa en la red social.
Muralla arancelaria
El presidente de EE.UU. llegó al cargo con un eslogan a favor de proteger a las empresas y los empleos de su país: “América primero”.
Fue él quien declaró el conflicto, basado en una revisión de la política comercial china ordenada el año pasado que detectó perjuicios para las empresas estadounidenses, como requisitos de ciberseguridad invasivos, transferencia de tecnologías a competidores, protección desigual de la propiedad intelectual. Su país registra un déficit bilateral con China que ha ido creciendo y en 2017 ascendió a US$ 375.226 millones; eso son unas seis veces y media el Producto Bruto Interno de Uruguay de ese año.
En el comienzo fueron amenazas de Trump en discursos públicos y por Twitter. Pero este enero pasó a los hechos al establecer aranceles de importación adicionales a lavarropas (de 20% para las primeras 1,2 millones y de 50% las siguientes, que irán disminuyendo a 16% y 40% en el tercer año de aplicación de la medida), así como a paneles solares (30% al principio y 15% desde el cuarto año), para proteger a los fabricantes estadounidenses de esos aparatos. El anuncio torció el eje de la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, celebrada pocos días después, donde se alzaron voces en defensa del libre comercio y el multilateralismo. “Todos los días las distintas partes violan las normas y obtienen de ello un beneficio injusto. Ahora las tropas estadounidenses tienen sus murallas”, contraatacó en ese cónclave de líderes mundiales el secretario de Comercio de EE.UU., Wilbur Ross.
Fue Trump quien declaró el conflicto, basado en una revisión de la política comercial china ordenada el año pasado que detectó perjuicios para las empresas estadounidenses.
Después fue la imposición de aranceles adicionales a las importaciones de acero (25%) y aluminio (10%) que Trump firmó en la Casa Blanca rodeado de trabajadores del metal. Primero quedaron exceptuados Canadá y México, los socios de EE.UU. en el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, y luego Argentina y Brasil; el resto podrán negociar rebajas dando algo a cambio. En ese punto, cuando las medidas empezaron a discriminar entre países, se pasó a una fase de “tensión comercial fuerte, por no llamarla guerra”, comentó Bertasaghi.
Trump alegó razones de “seguridad económica”, una vía de excepción con amparo jurídico, pero que resultó poco convincente ya que la producción estadounidense de aluminio y acero vino creciendo en años recientes. “A mí me suena a proteccionismo”, declaró entonces el vicepresidente de la Comisión Europea, Jyrki Katainen.
Esta medida contra el aluminio y el acero dispuesta por Trump puede llevar a un redireccionamiento comercial de estos productos de origen chino hacia otros países. Así lo prevé, por ejemplo, la multinacional siderúrgica Gerdau, presente en Uruguay como fabricante de barras, perfiles y alambres a partir de chatarra.
Otra acción del gobierno de EE.UU. fue el anuncio de impuestos de importación extra de 25% para unos 1.300 productos chinos; el listado quedó publicado el miércoles 4 y estará bajo revisión durante 60 días. Si se aplican, terminará afectando un comercio estimado en US$ 50.000 millones anuales.
En Twitter, Trump fue subiendo el tono desafiante y ese mismo miércoles dijo: “No estamos en una guerra comercial con China, esa guerra la perdieron hace muchos años los estúpidos o incompetentes que representaron a EE.UU. Ahora tenemos un déficit de US$ 500.000 millones al año, con robo de propiedad intelectual por otros US$ 300.000 millones. ¡No podemos permitir que esto continúe!”.
Si bien EE.UU. tiene al petróleo y derivados, vehículos, artículos electrónicos entre sus principales rubros de exportación, la soja es el más relevante de los agrícolas.
China consideró la medida como una “práctica unilateral y proteccionista”, a la vez que inició una consulta ante la OMC y anunció un arancel de 25% para 128 mercaderías de procedencia estadounidense —soja, automóviles, carne vacuna, químicos, bienes aeronáuticos, entre otros— que pondrá en aplicación en una fecha no precisada, cuando el gobierno de Trump adopte las suyas. Se estima un comercio de US$ 50.000 millones para esos rubros.
Si bien EE.UU. tiene al petróleo y derivados, vehículos, artículos electrónicos entre sus principales rubros de exportación, la soja es el más relevante de los agrícolas (con envíos por unos US$ 22.913 millones en 2016); China es su mayor comprador.
La retórica proteccionista siguió en los últimos días. El jueves 5 Trump comunicó que encargó a su representante de Comercio, Robert Lighthizer, que estudie aranceles adicionales a productos chinos por otros US$ 100.000 millones. De inmediato llegó la réplica desde Pekín y, citado por la agencia Xinhua, un portavoz del Ministerio de Comercio chino declaró el viernes 6: “No queremos una guerra comercial, pero tampoco tememos tal guerra”.
El presidente Xi Jinping fue más cauto. “La puerta de China se está abriendo, no cerrando, y solo se va a abrir más y más”, dijo el lunes 9 en un foro de líderes asiáticos. No aludió directamente a las medidas anunciadas por Trump, pero sí dijo que la mentalidad de la Guerra Fría “está ahora más fuera de lugar que nunca”.
Mientras, otros países se van posicionando.
A comienzos de este mes Trump mantuvo una conversación telefónica con la canciller alemana, Angela Merkel, en la que analizaron la posibilidad de “unir fuerzas para contrarrestar las injustas prácticas económicas de China y la adquisición ilegal de propiedad intelectual”, informó la Casa Blanca en un comunicado. Ambos volverán a hablar, esta vez en persona, en una visita que realizará la líder europea a Washington con detalles todavía no definidos, confirmó el jueves 5 Hogan Gidley, vocero del presidente estadounidense.
Para EE.UU. la relación comercial con Alemania también es deficitaria (en unos US$ 64.500 millones en 2017). Bartesaghi cree que el gobierno de Merkel quiere ponerse fuera de la mira de Trump. Más en general, el analista piensa que Europa está actuando con inteligencia al mantenerse al margen de la disputa.
Mientras ocurren todos esos preparativos y movimientos tácticos, otros buscan evitar que la sangre llegue al río. “Las guerras comerciales no dejan vencedores”, había advertido en marzo la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, en una entrevista con el diario La Nación de Buenos Aires. El comercio ha generado crecimiento, sostuvo.
“Me preocupa el efecto sísmico, si realmente hay una situación de ruptura del diálogo y adopción de medidas unilaterales y de respuesta”, reflexionó por su parte el presidente de la OMC, Roberto Azevedo.
Economía
2018-04-12T00:00:00
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