• Cotizaciones
    sábado 21 de junio de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    El hombre que se mudó de galaxia

    Osvaldo Fattoruso (12 de mayo de 1948-29 de julio de 2012)

    Wikipedia, por favor, no mientas más: Osvaldo Fattoruso no “fue un influyente músico uruguayo, considerado uno de los mejores bateristas de Latinoamérica”.

    ¿Miente Wikipedia, o el periodista que escribe esta nota está loco? ¿Osvaldo Fattoruso fue? ¿Es Osvaldo Fattoruso parte del pasado y nos tenemos que resignar a que un cáncer de mierda se lo haya llevado a los 64 años de edad? ¿No es Fattoruso el mejor baterista en la historia del Uruguay y, junto a Rubén Rada y Hugo Fattoruso, el músico que a nivel internacional podía tocar con cualquiera porque tenía una disciplina, un talento y un sonido únicos? Desafortunadamente, no. El gran Osvaldo Fattoruso ya no está entre nosotros. Por otra parte, pasará mucho tiempo, incluso en un país que no reconoce como debería a sus héroes artísticos, para que su nombre resulte insignificante.

    Pocas horas antes de cerrar esta nota, una nota injusta desde el comienzo hasta el fin como todo obituario que quiera condensar el genio de quien nos ha regalado su corazón de un modo que solo se puede disfrutar directamente con los oídos, Búsqueda habló con Liliana Herrero, la voz más dotada y elegante del folclore latinoamericano.

    “La verdad es que estoy tan triste que no puedo más”, dijo. Y añadió: “La muerte siempre es injusta y uno desearía que los que ha amado y admirado fueran eternos. Claro, la eternidad no existe, pero hay un pedido que debemos hacerle a la muerte: no te lo lleves ahora, tan pronto”.

    La entrerriana, reconocida por Mercedes Sosa como su heredera y cultora de un estilo más arriesgado y versátil que el de la tucumana, grabó en su último disco un tema de Hugo Fattoruso. Pero su amistad con Osvaldo es anterior y más profunda.

    “Él tenía tanto para dar todavía”, opinó, antes de agregar: “Era un músico con una sensibilidad exquisita, tímido, con un humor socarrón, que siempre tiraba para adelante, que disfrutaba tocar y tenía una sutileza y unas formas bellas, francas y complejas de amalgamar la música, las cuales lo convertían en un artista singular justamente porque esas pinceladas de complejidad eran, a veces, casi imperceptibles”.

    Pero, ¿qué era lo mejor del sesionista? “Que te escuchaba muy bien, que te parecía decir ‘vos jugá a tu juego y yo te voy a acompañar’ y, así, con su fineza y su capacidad de improvisación, te daba mucha tranquilidad”.

    Además, Herrero recordó cómo Fattoruso la alentó antes de su primer concierto en Montevideo. “Fue en la Sala Zitarrosa y Osvaldo me llamó para que me quedara tranquila, porque yo tenía mucho miedo. Pero no solo hizo eso. También me decía después de cada recital que hacíamos juntos: ‘Muy bien, negra, muy bien’. Eso era todo, pero era mucho, era mucho”, subrayó.

    En la misma línea, Martín Ibarburu, posiblemente el alumno más brillante de Fattoruso, explicó que no se puede ser baterista en Uruguay sin pensar en Osvaldo, “un músico genial e insustituible que deja un gran legado pero también un gran agujero y que aparte constituye una referencia para cualquiera que quiera tocar candombe”.

    Visiblemente emocionado, Ibarburu recordó cómo preguntaron por él en su visita a Uruguay grandes bateros como Alex Acuña, Will Calhoun y Horacio “El Negro” Hernández”, y lo definió como un hombre capaz de hacer “chistes hiperá­ci­dos” y, al mismo tiempo, como un músico con “una fineza insólita para tocar la batería”.

    Criado en un hogar de clase media donde la obra de Carlos Gardel, de Duke Ellington y de Louis Arms­trong convivía con la música clásica y con la ópera, el hijo de Josefina Dolce y Antonio Fattoruso creció junto a su hermano mayor, el pianista y compositor Hugo Fattoruso, ídolo de Luis Alberto Spinetta y ex tecladista de Chico Buarque, de Djavan y de Milton Nascimento, y nació en Montevideo el 12 de mayo de 1948. Luchó contra el cáncer durante sus últimos años y, tras un tiempo en que parecía que lo iba a vencer, terminó falleciendo el pasado domingo 29 de julio.

    A lo largo de su carrera, el ganador del Premio Fabini trabajó junto a varias figuras de la música rioplatense e internacional, entre ellas Litto Nebbia, Fito Páez y Spinetta. Admirado por Pedro Aznar, por Jorge Drexler, por Charly García y por jazzistas como Hermeto Pascoal, inició su carrera siendo un niño y, con el paso de los años, fue baterista y letrista de Los Shakers, grabó discos junto a Mariana Ingold y a Daniel Maza y también integró los Hot Blowers, el Hot Club de Montevideo, Opa, una banda de jazz-fusión elogiada en Estados Unidos por la belleza y la complejidad de sus composiciones y, por supuesto, el Trío Fattoruso en cada una de sus variantes.

    Por eso, los lectores del diario “La Nación” le dedicaron mensajes como este: “Se fue el tipo que hizo que le prestara atención por primera vez a la batería en un concierto y me maravillara. Que Dios reciba a este gran artista”.

    Y cuando Rubén Rada grabó junto a él su disco “Confidence”, que ganó el Premio Graffiti 2012 al “Mejor Álbum de Música Instrumental”, escribió en el interior de la obra: “Agradezco a Osvaldo Fattoruso por haberse brindado con tanto cariño a este proyecto. Ya sabemos que Osvaldo está en otra galaxia y bajó a la Tierra para ayudarnos. ¡¡¡Gracias, George!!!”.

    Pero, ¿era Fattoruso de otra galaxia? No lo sabemos a ciencia cierta, aunque, según declaró a Búsqueda Javier Malosetti, era, al menos, “un marciano”. Y no solo eso: “Era un tipo parco para mucha gente, casi amargo, pero en realidad tenía un gran humor, un humor ácido, en algún punto bestial y, cuando yo lo llamaba por teléfono y él veía mi número, me decía ‘no hablo con boludos”’.

    Ese señor fue el responsable, a juicio de Malosetti, de “haber tirado la primera piedra con el estilo de candombe, porque siempre estaba un paso adelante que los demás con sus patterns”. Por otro lado, el eximio bajista argentino de jazz, quien evocó con nostalgia y admiración los días en que, siendo adolescente, vio a Osvaldo junto a la banda con que Rubén Rada se lucía en el boliche Jazz & Pop de San Telmo —“para mí era como ver a Weather Report”, dijo—, opinó que Fattoruso fue “un genio capaz de tocar blues, funk, música brasileña, folclore, salsa y candombe, pero siempre con su impronta marciana, con un toque personal y mágico que excedía los límites del estilo y que lo convertía en un artista sin igual”.

    “Papá nunca nos obligó a nada. Ni siquiera a estudiar”, explicó el propio Osvaldo en una entrevista con Búsqueda en diciembre de 2009. En febrero de ese año, había comentado en “El Observador” que la razón por la que no editaba un disco íntegramente suyo era la siguiente: “Después de tocar con Hugo, es complicado grabar algo solo. Él es uno de los mejores del mundo, así que, ¿qué carajo voy a grabar yo? Comparás lo que estás haciendo y te dan ganas de matarte”.

    Esa autocrítica no le impedía ser feliz con su poesía removedora. “En Argentina los Fattoruso somos más mito, más intocables”, dijo una vez, y agregó: “Yo no tengo un mango, no tengo auto, no tengo ningún lujo, compré una casa hace mil años y eso, junto a mis tres baterías, es mi único capital, aunque vivo de lo que me gusta”.

    Precisamente ese rigor hacía que, como afirma el productor Leandro Quiroga, amara “la disciplina del estudio de la música” y fuera impecable técnicamente. Un rigor que envidiaba su propio hermano, quien en un reportaje publicado en “La Nación” en julio de 2011, señaló: “Yo lo admiro mucho porque es una persona que estudia todos los días, y lo hace con determinación y placer”.

    Pero, según Quiroga, responsable del restaurante y club de jazz Medio y Medio, cuyo escenario principal se llama “Escenario Fattoruso”, Osvaldo no solo era un hombre riguroso y reservado aunque poco diplomático, sino también una persona frontal y tremendamente generosa “que odiaba los cumplidos y que, pese a que tenía una relación espectacular con sus amigos, valoraba mucho su independencia”. Y, para el productor Phili­ppe Pinet, director del Jazz Tour, era un “caballero y un aliado que priorizaba lo artístico y lo humano por sobre lo económico”.

    En un diálogo con Búsqueda más serio pero igualmente sentido, el cantautor Jaime Roos aseguró: “Osvaldo fue siempre reconocido por todos como el mejor baterista de jazz y de candombe de la historia del Río de la Plata. No se trata de recordarlo con la ingenuidad que se guarda hacia los ídolos de la adolescencia. Su manejo del instrumento era imprevisible, muy poderoso por momentos y extremadamente sutil en otros. Al charleston le sacaba veinte sonidos diferentes. Su gran influencia cuando era niño, el jazzista Elvin Jones, fue notoria. Fattoruso usaba los cuerpos de la batería como un instrumentista clásico, sus toms producían notas y, sus rolls, arreglos dignos de un piano. Por sobre todo ello sobrevolaba el swing, mucho swing, demasiado swing. Las grabaciones de Opa, considerados los inventores del acid jazz, que combina la improvisación y la sofisticación armónica con cualquier género y ritmo, incluso con la canción popular cantada, son míticas. Y a fines de los 70 yo vivía en Europa cuando ellos eran considerados la mejor ‘latin band’ y algunos creían que eran brasileños”.

    Como los monjes que consagran su vida a una misión, Fattoruso, un tipo que estaba actualizado, que mantenía el foco y que permanecía voluntariamente lejos del “estrellato”, no solía distraerse. Por eso, y porque lo tenía más que merecido, ojalá su huella permanezca firme como el tiempo en una de las canciones más bellas de Los Shakers y sea, como las emociones más puras que envuelven el alma, “una canción que no se olvida jamás”.

    Vida Cultural
    2012-08-02T00:00:00