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    El hombre que se volvió un punteo de guitarra

    A los 90 años murió Chuck Berry, factótum del rock and roll

    “Esta es una canción sobre un hombre que tiene mucho que ver con la música. Este hombre se llamó Beethoven. Damas y caballeros, le pido a él que nos perdone”, dice, y arremete en su Gibson 335 con la introducción de guitarra más famosa de la historia del rock and roll, la misma, con leves variaciones, de Johnny B. Goode —de los primeros retratos de una estrella de rock—, Carol y varias más. Estos tres himnos fundacionales del género pertenecen a la misma persona: Charles Edward Anderson Berry, nacido en Saint Louis, Misuri, el 18 de octubre de 1926, conocido como Chuck Berry; un caballero que torció el curso de la historia musical del siglo XX, y cuya muerte, el sábado 18 en su ciudad natal, provocó un tributo instantáneo y globalizado en 140 caracteres. Keith Richards, su más célebre alumno, el mismo que se ligó un buen piñazo del maestro el día que lo miró cruzado, tuiteó: “Una de mis grandes luces se apagó”, frase que ya quedó en la historia. Del guitarrista stone para abajo, el mundo del rock recordó con cariño al muchacho de la boina y la camisa colorida.

    Con su enorme colección de canciones sin mayores pretensiones que entretener a la juventud, con letras sobre la belleza de las chicas y del propio rock and roll, Berry contribuyó decisivamente para convertir ese género en la música del siglo XX. No en vano, integró la primera camada que en 1986 ingresó al Salón de la Fama del Rock and Roll.

    Para quienes lo vimos cuatro años atrás en el Teatro de Verano, fue imposible no recordar aquel contradictorio cóctel de emociones: por un lado la increíble sensación de estar viendo a unos pocos metros de distancia a uno de los padres fundadores de todo esto, una de las semillas que definió el ADN sonoro de tantos millones de personas. Y por otro, la amarga certeza de que gran parte de lo que fue Chuck Berry ya no estaba en el cuerpo de ese viejito simpático de 86 años, que hacía lo que podía con su voz y su guitarra, mientras era víctima de un evidente abuso de parte de sus familiares. Por más que nos dimos el lujo de compartir el aire con tamaño mito, y que ese será sin dudas uno de los cuentos que les haremos a nuestros hijos y nietos, Berry no debería haber hecho esa gira. Fue penoso ver a un manager a su lado mientras Berry ensayaba su punteo de guitarra, y apurándolo para que lo terminara y se retirara. Más pena dio la imagen de Chuck esquivando entre los parlantes a su propio hijo que lo perseguía con un abrigo para sacarlo de escena. Fue tan triste aquel concierto de abril de 2013 que a algunos de sus seguidores les costó un tiempo volver a escucharlo, como bien dijo esta semana el columnista de No toquen nada, Miguel Dobrich.

    Pero si hacemos el ejercicio de dejar atrás ese trago amargo, la figura de Chuck Berry se mantiene inconmensurable. Hay que agradecerle un cúmulo de canciones enormes, que generan esa única sensación de “ah, pero este es el rock and roll por excelencia”. Además del tríptico fundamental mencionado al inicio de esta nota, están Rock and Roll Music, uno de los pilares de los tempranos Beatles, publicada en su Beatles For Sale; Maybellene, la primera canción que grabó, para el sello Chess; Sweet Little Sixteen, oda a la belleza adolescente que luego fue plagiada groseramente por los Beach Boys en Surfin’ USA, un robo a mano armada por el que Berry reclamó, y fue beneficiado con parte de sus regalías; School Days, caricatura del mundo educativo que ilustró las primeras temporadas de Los Simpsons, a través de la versión cantada por Bart; Back in the USA, que luego tuvo su eco beatle en Back in the USSR; You Never Can Tell, temazo que ambientó la inolvidable escena de baile de Travolta y Uma Thurman en Pulp Fiction, un rock de tempo moderado en la misma línea que Nadine, otra belleza que se puede apreciar en YouTube en su versión en vivo junto a Richards, en la recordada reunión que protagonizaron en los 80.

    Si bien no inventó el rock and roll específicamente, en términos musicológicos, a Berry le debemos en gran medida la fusión definitiva entre el rock y la guitarra eléctrica. Esta es una de las principales observaciones que hizo a Búsqueda Gustavo Parodi, el histórico guitarrista de Buitres y uno de los músicos uruguayos más influidos por Berry. Sin ir más lejos, la intro de la versión de Cambalache de Los Estómagos es toda una oda punk del cuarteto de Pando al guitarrista americano.

    Si bien también tienen su sitial en el olimpo del rock próceres como Bill Halley, Elvis Presley, Little Richard, Jerry Lee Lewis, Eddie Cochran y Gene Vincent, a Berry se le asigna la más fuerte cuota de influencia en el sonido del rock a lo largo del tiempo. De tan repetida parece un cliché, pero la frase “Sin Chuck Berry no hubiera habido Beatles ni Rolling Stones” es bastante certera. O, al menos, hubieran sido algo bastante diferente.

    Incluso no es descabellado afirmar que Berry inventó el rock de estadios, no por haber protagonizado grandes giras fundacionales como las de Los Beatles por ambas costas estadounidenses, sino por dejar sentadas las bases de lo que un músico convertido en showman debe hacer sobre un escenario. Así como Elvis dejó escrito el manual de un frontman, haciendo todo lo que un cantante puede hacer en escena, el famoso “paso del pato” es el gesto primigenio de un violero que se propone captar la atención de una multitud, y si puede hipnotizarla para ganarse una ovación más allá de las notas que toque. Angus Young con su pataleo, Joe Perry, Slash, Bon Jovi, la lista es larga de todos los que aprendieron algo del viejo Chuck. El mismísimo Steve Jones, guitarrista de los Sex Pistols, tuvo que distorsionar y acelerar un poco nomás los acordes para lograr su versión punk de Johnny B. Goode. El resto se lo dejó a Johnny Rotten, quien pudrió la letra con su corrosivo fraseo.

    “A los 16 o 17 años no tenías con quién hablar de Chuck Berry en Montevideo, a lo sumo podías ir con algún tío que se había traído algún disco de afuera. Tuve la suerte de tener una tía que había sido adolescente en los años 50, que para mi cumpleaños de 15 me regaló un montón de discos simples de aquellos héroes del rock and roll.”, contó Parodi, consultado sobre la importancia de Berry en su música. “En plena fiebre de la música disco era muy difícil oir rock and roll en la radio. Tengo muy nítido en mi memoria el día en que escuché Johnny B. Goode en Radiomundo, allá por el 75 o 76; la tengo grabada en un casete por ahí. Me acuerdo clarito de la voz del locutor diciendo ‘Johnny B. Goode, 1958’. Fue tremendo, después de ese día no hubo más nada. Ya sabía lo que quería. Empecé a intentar tocar esas canciones en mi guitarra criolla pero era muy complicado”. Parodi evoca otro momento en que la radio le hizo descubrir un mundo nuevo. “Hamlet Faux pasaba música en CX 44 Radiocolor Panamericana y yo la oía en una radio vieja Westinghouse que había en casa. El tipo hizo un ciclo llamado La edad dorada del rock: Little Richard, Bill Halley, Eddie Cochran, Gene Vincent y, por supuesto, Chuck Berry”.

    El guitarrista explica por qué a su entender Berry es el más influyente de los padres del rock: “Elvis acuñó la imagen del rock and roll, pero si hubo alguien que fue formador de bandas de rock fue Chuck Berry, por el simple hecho de que lo escuchabas y querías ir corriendo a agarrar una guitarra y tocar los temas. Por eso estoy de acuerdo con esa idea de que él fue el principal causante de fenómenos como los Beatles y los Rolling Stones. Los Sex Pistols y hasta Nirvana vienen de esa misma semilla”. El músico fundamenta sus conceptos: “Chuck Berry tomó las bases fundamentales del viejo boogie boggie de la preguerra, muy basado en el piano y fue uno de los que generaron esa idea de rhythm and blues acelerado. Sacaba todos los piques de los pianistas y los pasaba a la guitarra, adaptando todo a las seis cuerdas. Del guitarrista de blues T Bone Walker tomó muchos gestos y poses. Es muy rico ir para atrás en la historia de la música porque comprobás cómo toda la cadena está conectada. Pero no hay dudas de que Chuck Berry es uno de los pilares de la guitarra en el rock. Por eso, más allá de lo que pasó, fue increíble haberlo visto acá. ¡Vimos a Chuck Berry con su Gibson 335 colgando! Que nos quiten lo bailado. Es de esos tipos que no se mueren nunca más”.

    Vida Cultural
    2017-03-23T00:00:00