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Como varios otros rubros, el mercado formal de bebidas alcohólicas en Uruguay se vio alterado por la pandemia de Covid-19 y sus derivaciones; muchas familias tuvieron problemas económicos, pero también hubo cambios de hábitos relacionados con una mayor permanencia en el hogar por los cuidados sanitarios.
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Las empresas debieron adaptarse, ya sea ante las dificultades para aprovisionarse de productos importados o para tratar de mantener la venta, incorporando crecientemente el canal digital y los envíos a domilicio. El vino resultó un caso especial: en 2020 aumentó su consumo y la hipótesis que manejó en su momento en El País el presidente del instituto que promueve la producción nacional —el Inavi— fue que el estar más tiempo en casa y en pequeñas reuniones favoreció su consumo. En cambio, en ese primer año de la pandemia bajó la cantidad de litros de cerveza, whisky y champagne comercializados que pagaron impuestos.
En 2021, mientras que la venta de vinos —nacionales e importados— disminuyó (3,2%), según el Inavi, el consumo del resto de las bebidas alcohólicas repuntó. Eso analizó Búsqueda¬ª a partir de estadísticas de la Dirección General Impositiva (DGI) referidas a cantidades de litros comercializados gravados con el Impuesto Específico Interno (Imesi).
Una parte probablemente no despreciable del gasto que realizan los uruguayos en este rubro se realiza en el mercado informal provisto, básicamente, de mercadería ingresada de contrabando. En los últimos tiempos y después de la normalización del tránsito por las fronteras, parte de ese consumo se desvió también hacia Argentina, por la ventaja cambiaria, trayendo bebidas dentro de los límites permitidos libres de impuestos para los viajeros o el régimen de tráfico vecinal (cinco kilos por persona cada 15 días).
Alcohol legal
El año pasado se vendieron casi 69,1 millones de litros de vino. En el caso de la cerveza, según la DGI, fueron 102,5 millones, un aumento de 7,5% respecto al año anterior.
En una relación de casi 10 a uno, el whisky importado domina el mercado local formal y, de hecho, la producción nacional está en repliegue desde mediados de la década pasada. El consumo total en Uruguay, que había superado los 6 millones de litros en la década de 2010 y en algunos años más recientes (2014 y 2015), se redujo en 2020: los 4.718.928 litros fueron unos 19.750 menos que en 2019 (–0,4%). La suba de apenas 0,1% de 2021 no permitió volver a los niveles prepandemia.
Los volúmenes de venta de champagne, que son reducidos en comparación con el de las otras bebidas alcohólicas, fueron más volátiles en el contexto de la crisis del Covid. En 2020 se consumieron poco más de 100.000 litros, una caída de 32% frente a 2019. En 2021, en tanto, se tributó Imesi por 129.082 litros, es decir, un incremento cercano a 25%.
La recaudación de ese impuesto cobrado por la venta de bebidas alcohólicas —y alcoholes— bajó casi 9% en términos reales (descontada la inflación) en el primer año de la pandemia, pero se recuperó en 2021: fue de $ 1.024 millones, una suba real de 33%. En esas variaciones influyen, además de las cantidades comercializadas, los precios de los productos.
