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    El nuevo mandatario recibió por segunda vez la banda presidencial en una ceremonia en donde reivindicó su barrio y origen humilde

    El protocolo fue ejecutado a la perfección. Como si estuviera ensayado, nada se salió de libreto. El único detalle que escapó del cuidado humano fue el nerviosismo de uno de los caballos del Regimiento de Blandengues, que en el comienzo de la caravana hacia la Plaza Independencia se salió de la fila. El resto fue una antesala del nuevo estilo de gobierno: orden y ejecutividad, dos elementos que el presidente, Tabaré Vázquez, dejó en claro en la noche del 1º de marzo, cuando presentó a la ciudadanía en cadena nacional sus prioridades. Pero al mediodía —cuando recibió la banda presidencial que cinco años antes había entregado a José Mujica— la ceremonia estuvo cargada de gestos a sus inicios en el barrio obrero de La Teja.

    El transporte que lo llevaría desde el Palacio Legislativo hasta la Plaza Independencia fue un misterio hasta pocas horas antes de la ceremonia. El elegido fue una camioneta Fordson del 1950, similar al primer vehículo que Vázquez compró cuando se recibió de médico y realizaba las prácticas. También la utilizó para hacer repartos de mercadería y ayudar así a su familia en la economía del hogar.

    Su amigo Juan Salgado —presidente de la empresa de transporte Cutcsa— dedicó mucho tiempo a buscar una similar a aquella camioneta Fordson que Vázquez logró comprar cuando joven. Cuando la encontró, junto con el grupo de amigos con los que van a pescar, decidieron restaurarla y regalársela en su pasado cumpleaños número 75. 

    La coqueta Fordson inglesa, doble cabina con caja de madera y apenas tres cambios de velocidad fue el centro de atención de la caravana el día en que el hijo de un obrero y una ama de casa del barrio La Teja se convirtió en el presidente más votado de la historia uruguaya. Médico oncólogo de profesión, el líder frenteamplista ingresó en la historia política de Uruguay en 1989, cuando fue elegido intendente de Montevideo, y 15 años después llevó al Frente Amplio al gobierno nacional.

    Los amigos que le obsequiaron la camioneta comentaron a Búsqueda que la chapa del vehículo con la cruz verde apunta a conservar su máxima pasión: la medicina. Es que para este segundo mandato, Vázquez decidió jubilarse y dedicarse enteramente a ejercer la Presidencia de la República.

    Formal.

    Dos días antes de la asunción, Vázquez y su compañero de fórmula, Raúl Sendic, asistieron a la despedida de José Mujica como presidente en la Plaza Independencia, cuando le entregaron el pabellón nacional. Allí, acorde con el estilo de Mujica, Vázquez lució un traje sin corbata. Pero eso cambió el domingo del traspaso de mando. Traje negro, camisa blanca y corbata celeste lisa —similar a la del presidente estadounidense Barack Obama en su campaña electoral— fue la indumentaria elegida para la ocasión por Vázquez. A su costado, Sendic optó por traje azul oscuro, camisa celeste claro y corbata violeta lisa.

    A las 11:44 y rodeados por un cerco de militantes frenteamplistas que oficiaron de “cordón humano” y una veintena de profesionales de la seguridad, la camioneta comenzó a marchar desde el Palacio Legislativo a la Plaza Independencia. “Y ya lo ve, y ya lo ve… es para el Cuqui que lo mira por TV”, fue el primer cántico que despertó de la gente cuando comenzó a marchar la Fordson por Avenida del Libertador. El público hizo esa misma referencia al contrincante electoral blanco, Luis Lacalle Pou, en varias estaciones de la caravana.

    Sin embargo, adentro del Palacio Legislativo el ambiente fraterno fue el que primó. Vázquez se volvió a saludar efusivamente con su desafiante electoral después de varios meses. La última oportunidad en la que los dos líderes políticos conversaron distendidos había sido el 6 de octubre de 2014, cuando coincidieron en Melo, Cerro Largo, durante la campaña.

    Por eso, luego del discurso ante la Asamblea General, el ex candidato presidencial de la oposición se acercó a Vázquez y ambos se dieron un largo abrazo. Un militante blanco opinó en Twitter que ese abrazo es un símbolo del “Uruguay democrático”. 

    En comparación con las dos anteriores asunciones de presidentes frenteamplistas, no fue mucha la gente que se arrimó a saludar al cortejo. El color lo dieron un grupo de 50 militantes de la Unión de Juventudes Comunistas, que uniformados con remeras rojas y banderas del Partido Comunista, escoltaron a la fórmula presidencial hasta el final del recorrido.

    La gran deuda.

    Un grupo de familiares de desaparecidos en la última dictadura militar se acercó a Avenida del Libertador para saludar a Vázquez y Sendic. Se ubicaron a pocos metros de la calle Nicaragua con carteles de los rostros de las víctimas. “¡Esta es la gran deuda, Tabaré!”, gritó uno de los manifestantes. La camioneta Fordson redujo la marcha al mínimo. Y Vázquez se colocó de frente a los carteles con una mano en el pecho y en silencio mientras la camioneta avanzaba.

    “¡Se va a acabar, se va a acabar, la impunidad en Uruguay!”, corearon los familiares. Sendic se limitó a aplaudirlos. “¡Sacá a Huidobro! ¡Tenés que sacarlo, por favor!”, gritó una señora que repetía el pedido intentando que el presidente la escuchara. La militante se refería al ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, quien fue duramente criticado por varias organizaciones de derechos humanos por sus dichos contra la organización Servicio Paz y Justicia (Serpaj).

    Más tarde, en la cadena nacional en la que hizo sus primeros anuncios, el presidente reiteró que creará el Grupo de Trabajo por Verdad y Justicia para investigar “los crímenes cometidos en el marco de la dictadura”.

    Los gritos de la gente no solo eran para Vázquez. Sendic fue también objeto de agradecimientos. “Fuerza Raulito. A seguir el camino del Pepe”, gritó una señora que estaba en la intersección de Libertador con Paraguay. Una cuadra antes de doblar por 18 de Julio, el secretario general del Partido Comunista, Eduardo Lorier, rompió la barrera de la seguridad y se abalanzó hacia la camioneta para abrazar a Sendic. “¡Vamo’ arriba, Raúl!”, gritaba mientras los encargados de la seguridad lo devolvían a la vereda.

    El número dos.

    Al llegar a la Plaza Independencia, Mujica los aguardaba con la banda presidencial cruzada en su pecho. La banda era distinta a todas las anteriores por su diseño porque Vázquez solicitó un pequeño detalle: un dos en números romanos debajo del escudo de Uruguay.

    Luego de los pasos protocolares se oficializó el traspaso. Vázquez se estrechó en un fuerte y largo abrazo con su antecesor. Dio unos pasos al frente y saludó con sus brazos abiertos al público. Sonriente se dio vuelta hacia el monumento a Artigas y, mirando para arriba, lo contempló unos segundos y le dedicó un saludo.

    En primera fila, al costado de los invitados oficiales, un grupo de escolares con gorros blancos y la bandera de Artigas estampada esperaban su turno. Eran niños de la escuela pública Yugoslavia, del barrio La Teja, a la que Vázquez concurrió en su infancia. Cuando los anunciaron por los parlantes, subieron al estrado para saludar al nuevo presidente y obsequiar un ramo de flores a María Auxiliadora Delgado y a la pareja de Sendic, Silvana Lesca. Más tarde, el nuevo presidente se comprometió a trabajar por “la mejor educación pública posible”.

    Cuando Mujica terminó su tarea de traspasar el mando, Vázquez lo acompañó hasta la salida para continuar con la ceremonia. El protocolo indicaba que los ministros del nuevo gabinete debían estampar sus firmas ante el escribano de la Presidencia. Sin embargo, la popularidad del presidente saliente logró mayor atención cuando decidió ir a saludar a la gente. Las cámaras del cineasta Emir Kusturica lo siguieron junto a una treintena de fotógrafos y camarógrafos. “¡Olé, olé, olé, Pepe… Pepe!”, cantaba la gente.

    A medida que los ministros fueron firmando, un grupo de dirigentes frenteamplistas que trabajaban en la organización bromeaban con el “aplausómetro”. Es que cuando nombraron a la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi, los signos de aprobación fueron notorios. Sin embargo, el más aplaudido fue el director de la Ofinica de Planeamiento y Presupuesto, el socialista Álvaro García. En cambio, el ministro de Defensa fue abucheado por la gente. Cuando se retiraba, la prensa lo consultó sobre el hecho y él, que es fanático de Peñarol, dijo que sería por la cantidad de hinchas de Nacional presentes. Pero quien se llevó la mayor reprobación fue el vicepresidente argentino, Amado Boudou, cuando el encargado de protocolo lo nombró para que subiera a saludar a Vázquez.

    Mientras las sillas destinadas a los invitados se iban vaciando, Vázquez seguía saludando a las delegaciones extranjeras que desfilaban ante él.