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    El plebiscito para bajar la edad de imputabilidad evidenció la preocupación por la inseguridad en una noche de alegría y llanto

    Los defensores reclaman alternativas a su propuesta y evalúan reunirse con el próximo presidente para discutirlas

    A la tarde del domingo 26, el televisor del local La Huella de Seregni mostraba la apertura de sobres. Los dirigentes del Frente Amplio (FA) dejaron sus rondas de mate y se agolparon para ver los resultados iniciales de la elección. El vicepresidente Danilo Astori se cruzó por delante de las mesas para escuchar más cerca, y detrás suyo los diputados Daniela Payssé y Daoiz Uriarte estiraban el cuello para mirar. En la televisión aparecían sus listas, pero ellos estaban desconcertados.

    —Hace rato salió una tuya con la papeleta del Sí, ahora sale una mía. La puta madre que lo parió —dijo Payssé.

    —Es increíble, hay algo que no entiendo —respondió Uriarte.

    El Sí obtuvo 46,9% y fracasó la reforma constitucional para bajar la edad de imputabilidad de 18 a 16 años y crear un instituto especial para esos menores, entre otros puntos. Con una votación tan ajustada, en las comisiones para Vivir en Paz —impulsora del plebiscito— y No a la Baja, concluyen que la inseguridad es una preocupación instalada en la ciudadanía.

    “Aparecieron votos de todos los partidos políticos. El próximo presidente, cualquiera sea, tendrá que interpretar esto como una señal muy clara de que la ciudadanía quiere un cambio en la seguridad pública”, dijo a Búsqueda el diputado blanco Gustavo Borsari, para quien la iniciativa, aunque fracasó, tuvo “un formidable respaldo”.

    El integrante de la comisión Vivir en Paz señaló que la reforma propuesta tiene “similitudes enormes” con el Código Penal Juvenil que considera el Parlamento y que la agrupación “tiene a estudio” conversar con el futuro presidente.

    “Si decimos que el Frente Amplio tuvo tremenda votación, el Sí también”, dijo por su parte el diputado colorado Fitzgerald Cantero, promotor de la reforma. “Esperamos que aquellos que hicieron campaña en contra digan cuáles son sus alternativas, porque hasta ahora lo único que hicieron fue decir que no y eso es fácil. Difícil es presentar propuestas”.

    Por ahora los opositores a la reforma no tienen una fecha fija para su balance poselectoral. Primero cerrarán cuentas (de un presupuesto estimado en U$S 300.000) y evaluarán hacerlas públicas. Igual recibieron felicitaciones de la fórmula del FA y del PIT-CNT.

    “Estamos aprovechando para dar algunas discusiones pendientes”, dijo Federico Barreto, vocero de la comisión No a la Baja. “Existe una preocupación por la convivencia y la seguridad que se ratifica. Uruguay le exige al sistema político soluciones, pero no se deja llevar por simplismos”, agregó.

    Una de esas discusiones concierne al futuro de la comisión integrada por organizaciones sociales, religiosas, sindicales y también un grupo de militantes del Partido Nacional (PN). Impulsar medidas alternativas a la cárcel para los menores, trabajar en la prevención de delitos, atacar la desigualdad social y ampliar los derechos de los jóvenes son algunos de los nuevos y amplios objetivos que manejan.

    “Somos un grupo activo, de jóvenes. Esto termina pero no podemos quedarnos de brazos cruzados”, decía Tatiana Antúnez el domingo, cuando la victoria pareció, por momentos, escapársele de las manos.

    El “fantasma” de la Caducidad.

    Fabiana Goyeneche sostenía un palo con un colibrí de espuma plast en la esquina de Rodó y Eduardo Acevedo. El domingo, la vocera de la comisión No a la Baja y otros pocos militantes agitaban pancartas, repartían pins y folletos, y bailaban al son de cumbias y reggaeton. A dos horas y media de la apertura de las urnas, sondeos previos les daban la tranquilidad de que la reforma alcanzaría 47,5% de los votos como mucho.

    A la noche el clima festivo se esfumó. El centenar de militantes que se juntaron en un local lleno de colibríes de colores, se veían preocupados. Los voceros de la comisión iban de un lado para el otro con sus teléfonos: amigos que mandaban proyecciones de las encuestadoras, delegados del FA que cantaban lo que pasaba en sus circuitos, medios de prensa que anunciaban resultados. Un militante confesó: “entre 48 y 54 se dijo todo”. Los nervios apagaron la música.

    La posibilidad de que el Sí ganara rememoraba la noche “horrible” de octubre de 2009, cuando fracasó el plebiscito para derogar la Ley de Caducidad. Cifra llegó a pronosticar que se habían alcanzado los votos, y minutos después las urnas dijeron lo contrario. La noche se fue en llanto.

    Así, algunos dirigentes “viejos” (de 30 años) se preguntaban qué pasaría con el entusiasmo de los veinteañeros si lo que tocaba ese domingo era otra derrota. Los voceros de la comisión decidieron mantener prudencia. La conferencia de prensa se retrasó. “Estamos viendo para no aventurarnos sin un panorama”, decían. “No queríamos que nos pasara igual, hay mucha ilusión acá”, admitirían después.

    Congregados al lado del televisor, Marcelo Abdala —una de las figuras del PIT-CNT que se hizo presente— les recordaba: “Ustedes están militando hasta el final”. Pero no pudo contra los comentarios que escapaban: “¡Boca de urna del orto!”.

    El otro golpe de la noche.

    Aún las urnas no se habían abierto y Guillermo Maciel, referente colorado de la comisión Vivir en Paz, caminaba tranquilo y dialogaba con cuanto militante había en la sede del Partido Colorado, que comenzaba a llenarse. El rumor de que el Sí podía superar el 50% ya rondaba y el ambiente de alegría empezaba a crecer. Sobre las 20 horas llegó un grupo de militantes jóvenes y entre sus cánticos retumbó “Sí-a-la-baja, Sí-a-la-baja”. Horas después todo cambió.

    En el hotel NH Columbia, dirigentes y militantes del PN, entre ellos el diputado Borsari, aguardaban los resultados. Entre blancos y colorados la atención estaba puesta en los votos de sus candidatos, pero para los nacionalistas el plebiscito generaba silencio y comentarios por lo bajo, ya que convivían las dos posturas.

    Lo central era, de todas formas, cómo saldría Luis Lacalle Pou. A la tardecita algún militante comentó los primeros boca de urna que mostraban una buena votación del candidato blanco, y agregó: “¿Y viste que también sale el Sí?”. Era otro dato que los alentaba a pensar en una derrota del FA.

    Pero a medida que las encuestadoras comenzaron a dudar sobre la posibilidad de que saliera el plebiscito, los rostros cambiaron. La comisión para Vivir en Paz no esperó en una sede sino que cada uno acompañó a su partido y, como Pedro Bordaberry votó por debajo de las expectativas, los militantes colorados terminaron la noche con varios rostros en llanto.

    Entre los blancos se especulaba que la “sorpresita” que anunciaba Cifra podría ser el Sí que ellos esperaban. Cuando eso no ocurrió, el clima en el NH Columbia fue, ante todo, de respeto.

    No a la baja.

    Con la cara tapada detrás de un colibrí de papel, una joven escuchaba en silencio la única televisión del local del No. A las 20 horas llegó un anuncio de calma: “(Óscar) Botinelli dice que entre 48 y 50 es la boca de urna, pero que él no piensa que salga. Que no estemos asustados”, gritó un militante. Y con eso, el resto salió a cortar la calle, expectantes, nerviosos, en silencio. “La fiesta se hace igual”, había dicho horas antes Goyeneche, vocera del grupo, confiada en que se podría celebrar “el camino transitado”.

    Pasadas las 20 horas ella dejaba escapar algunas lágrimas de las muchas que le dejarían la cara roja al final de la noche. Pero estas primeras eran de puro nervio. Las encuestadoras hablaban de 50 y décimas para el Sí, y ella no dejaba de mirar el celular. “Tengo una angustia…”, dijo otra joven de ojos llorosos a su novio.

    Los primeros gritos, módicos, momentáneos, vinieron de la calle, cuando Factum dio la victoria del No. “Esperamos números más concretos. Estamos expectantes y con optimismo”, dijo Goyeneche, en su primera declaración pública.

    Solo cuando Cifra anunció que la reforma había fracasado, los gritos contenidos se hicieron abrazos y lágrimas y aplausos. Cantaron “un minuto de silencio para Pedro que está muerto” y se decían: “¡Qué susto! ¿eh?”, “Tenía que ser así, peleado hasta el final”.

    En conferencia de prensa hablaron de “vencer al miedo”, “no aceptar simplismos”, “justicia” y “derechos humanos”. Se autocalificaron como un “histórico movimiento social”. Volvió la música y la cerveza, y se armó la fiesta de la “generación del No a la baja”. Agitaron una bandera uruguaya enorme, que empequeñeció a las pocas frenteamplistas que ondeaban.

    Los nervios y la ansiedad volvieron minutos después entre algunos militantes que se acercaban al televisor para ver cómo venía la otra batalla. “¡Ma-yo-ría! ¡Ma-yo-ría!”, gritaron cuando se estimaba poco más de 47% de votos para el FA. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, de Economía, Mario Bergara, la presidenta del Frente Amplio, Mónica Xavier fueron algunos de los que se unieron, en un momento u otro, a esa fiesta colectiva. Más tarde también lo harían los militantes blancos que trabajaron por ese “No a la baja”.

    Información Nacional
    2014-10-30T00:00:00