Uruguay representó para el diputado y politólogo alemán Rolf Mützenich el primer destino fuera de su país desde que el Covid-19 desembarcó en el mundo. En el ínterin, este hombre de 62 años vio cómo su Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), al que está afiliado desde 1975, lograba la victoria en las elecciones federales de 2021 y volvía a liderar una coalición de gobierno luego de 16 años. Mützenich, legislador desde 2002 y desde 2019 jefe de bancada del SPD, es hoy la principal espada parlamentaria del canciller Olaf Scholz.
Sin embargo, en su estadía de 48 horas en el país lo hizo como miembro del Directorio de la Friedrich Ebert Stiftung (FES), un think tank nacido en Alemania, presente en un centenar de países y vinculado a partidos y organizaciones progresistas en todo el mundo. Como tal se entrevistó con el presidente del Frente Amplio (FA), Fernando Pereira, con la bancada de la coalición de izquierda —la que le sorprendió se mantuviera unida luego de la derrota de 2019— y con el expresidente José Mujica. También participó del diálogo internacional ¿Quién dijo que todo está perdido?, organizado por la FES el martes 8 en La Huella de Seregni, junto con Pereira y el futuro ministro secretario general de la Presidencia de Chile, Giorgio Jackson, cuando el 11 de marzo asuma ahí Gabriel Boric. Tuvo tiempo para comer pescado en Jacinto, de elogiar el tamaño “a escala” de Uruguay y de impresionarse gratamente con las construcciones y los servicios públicos de un barrio como Maracaná, en camino a tener el “privilegio” de entrevistarse con el exmandatario.
Alto, delgado, vestido formalmente pero sin saco ni corbata, en su encuentro con Búsqueda Mützenich sonrió al referirse a su reunión, que al momento del encuentro no se había realizado, con Mujica y a las buenas perspectivas electorales de la izquierda en la región. Se puso más serio al hablar del conflicto entre Rusia y Ucrania, su gran preocupación hoy como experto en política internacional, y al avance de la extrema derecha también en la región, en la que situó —sin nombrarlo— a Cabildo Abierto. También manifestó interés en el “referéndum” sobre 135 artículos de la Ley de Urgente Consideración (LUC), la que criticó tras reunirse con sus colegas frenteamplistas uruguayos.
—Vine directamente a Uruguay porque me interesa el trabajo que se realiza acá. Efectivamente, este es un pequeño país pero que siempre ha tenido una gran importancia e influencia en América Latina, lo que repercute en las relaciones con Europa. Las discusiones en Uruguay han salido fuera de fronteras y no es por nada que acá tienen su sede varios organismos regionales. Desde mi perspectiva, además, hay interesantes movimientos y discusiones políticas, no solo desde lo partidario sino a nivel sindical. Por otra parte, el Frente Amplio (FA) tiene un nuevo presidente y yo tenía ganas de conocerlo. También quería informarme sobre el referéndum que se realizará en marzo contra (135 artículos de) una ley que 800.000 personas han firmado para que se derogue y que ha restringido derechos parlamentarios.
—Eso le llama la atención.
—Sí, hay una limitación de derechos parlamentarios porque se fija un plazo; y si en determinado plazo ese texto no está votado, automáticamente entra en vigor. Yo soy parlamentario también, ¡el parlamentario es un legislador, no un ejecutivo!
—¿Usted podría dar un asesoramiento al FA desde la socialdemocracia alemana?
—No, el FA soberanamente escogerá sus propias estrategias. Yo solo quiero aprender de estas discusiones. Hay muchas cuestiones sociales, como que una persona pueda ser desalojada por retrasarse un mes en el pago del alquiler. Estas son cosas que van más allá de lo político y quiero ver cómo lo toma la población. Lo que sí me impresiona del FA es que haya logrado mantenerse unido luego de una derrota electoral, que no haya pasado como en muchos otros países con las izquierdas que luego de perder en las urnas terminan deshaciéndose, fragmentándose tras la aparición de disidencias internas. Por caso, la fortaleza de la socialdemocracia alemana se vio afectada (en 2007) por un desprendimiento, Die Linke (La Izquierda).
—¿Qué espera de su encuentro con José Mujica? ¿Cómo fue su contacto con los legisladores del FA?
—Conversar con Mujica es un privilegio. Él es conocido en Europa como un hombre humilde que así se mantuvo en el ejercicio del gobierno y que además se ha manifestado como una figura integradora más allá de Uruguay. Es un privilegio hablar con él. Y el intercambio con mis colegas del FA fue una buena experiencia: hablamos sobre el trabajo de la oposición, sobre política social, laboral, los desafíos de la digitalización en marcha y sus efectos, sobre el trabajo de las bancadas —yo, por caso, soy presidente de una bancada de 206 legisladores, de los cuales 104 son de este nuevo período y 50 tienen menos de 35 años— y, finalmente, qué significa trabajar en la oposición.
—¿Y qué es lo que significa?
—La oposición tiene la tarea de ser alternativa al gobierno y probablemente ser el próximo gobierno. Para eso tiene que tener una actitud independiente, fijar temas muy claros basados en su propia programática, no debe actuar de manera liviana, ser oposición por oposición, sino entender el Parlamento como el lugar donde se hacen las leyes. De esta manera, debe preparar sus iniciativas para ser el próximo gobierno al tiempo que hace un trabajo programático de oposición.
¿Y a su criterio, cómo trabaja la izquierda en Uruguay?
—No voy a emitir una opinión públicamente. Sí quería hacer un intercambio de opiniones y conocer las experiencias de Uruguay para comparar lo que hacemos en Alemania, la importancia de la participación de las mujeres en la política, de la paridad, de la representación de la diversidad. Todas son ideas importantes sin desmerecer el lugar fundamental como eje de la acción política que son los temas sociales.
—¿Vino pensando en reunirse también con alguna figura del gobierno?
—Yo vine representando a la FES, no en una misión política. Estamos trabajando con contrapartes o socios con los que me interesaba reunirme. En el futuro estoy abierto a otros contactos.
—¿Y de qué forma la FES apoya a las organizaciones progresistas de Uruguay y la región? ¿Es apoyo económico?
—No somos una organización que trabaja como sponsor, no lo hacemos. Sí intervenimos como consejeros y asesores si se nos pide. También trabajamos como asesores en temas como movimientos y tendencias sociales, y para buscar respuestas a los desafíos que se plantean.
—En la región, Gabriel Boric va a asumir en Chile. Hay chances para un regreso de Lula da Silva en Brasil y un triunfo de Gustavo Preto en Colombia. ¿Percibe que se consolida un giro a la izquierda.
—Sobre los eventuales triunfos de Lula y Preto, no tengo la bola de cristal. Fuera de broma, es muy interesante que en Chile un hombre de 35 años haya logrado mayorías para convertirse en presidente. Noto que hay maneras diferentes en las formas en que se manifiesta la izquierda. Ahí veo movimientos sociales que se han insertado en el Parlamento a través de las elecciones. Eso es algo que en Europa todavía tenemos que aprender. En Brasil, un triunfo de Lula sería muy importante para un país de tal magnitud, aunque es un hombre de una generación anterior a la de Boric. Y en Colombia también puede haber un cambio como el que vivió Honduras en 2021.
—¿Y no le preocupan manifestaciones políticas de extrema derecha en la región? En algunos casos llegaron al poder y en otros llegaron cerca.
—Sí, es una señal de alerta. Es también el reflejo de movimientos y tendencias internacionales donde expresiones de la extrema derecha, algunas con rasgos fascistas, son capaces de integrar mayorías. Hoy en Alemania la ultraderecha está a la cabeza de las protestas contra la vacuna del Covid-19, lo que es un ataque al Estado.
—¿Percibe algo parecido en Uruguay?
—No se pueden hacer comparaciones fáciles, pero me da para pensar, me preocupa un poco, que una parte del gobierno esté liderado por militares que lo nutren con ciertas visiones.
—Voy hacia algo más global. Hoy el mundo está pendiente del conflicto Rusia y Ucrania. El canciller Scholz ha viajado a Estados Unidos por este tema. ¿Qué rol juega Alemania en este contexto?
—Es un conflicto muy peligroso y que me preocupa mucho. Esta concentración de tropas rusas en la frontera con Ucrania puede generar una intervención. Alemania no juega un papel propio, sino que actúa en coordinación sobre todo con Francia y Estados Unidos. El canciller hoy (por el lunes) está en Estados Unidos, pero también va a visitar (la capital de Ucrania) Kiev y va a visitar a (el presidente ruso, Vladimir) Putin. Todo lo que estamos haciendo lo hacemos en coordinación con el presidente (de Francia, Emmanuel) Macron.
—¿Y a usted no le llama la atención la reunión la semana pasada del presidente argentino, Alberto Fernández, y del brasileño, Jair Bolsonaro, esta semana con su par ruso Putin? Acá en Uruguay, el jueves 3 el canciller Francisco Bustillo se reunió con el embajador de Rusia en Uruguay. ¿Cómo se perciben estos movimientos?
—Efectivamente, eso llama la atención. Pero los motivos pueden ser diferentes: en Argentina hay cuestiones financieras que en este momento juegan un papel; en el caso de Bolsonaro, puede haber temas ideológicos para hablar; no manejo información de lo de Uruguay. Una cosa es cierta: Rusia ocupa 11 husos horarios y sigue siendo un actor muy importante en el concierto internacional, es un miembro permanente del Consejo de Naciones Unidas que ha violado y sigue violando el derecho internacional. Justamente por eso es necesario que se siga manteniendo el intercambio con ese país. Para eso cito al dirigente socialdemócrata Egon Bahr, un arquitecto de la Ostpolitik (política exterior alemana para el Bloque Oriental): “Estados Unidos es indispensable, pero Rusia es inamovible”.