El 80% del electorado griego quiere que su país permanezca en la zona euro. Pero el 70% del mismo electorado (o sea, en gran medida las mismas personas) votó por los partidos que no quieren que Grecia permanezca en la zona euro.
El 80% del electorado griego quiere que su país permanezca en la zona euro. Pero el 70% del mismo electorado (o sea, en gran medida las mismas personas) votó por los partidos que no quieren que Grecia permanezca en la zona euro.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáMejor muestra de infantilismo es difícil encontrar.
Ante la imposibilidad de formar gobierno, en Grecia habrá nuevas elecciones en junio. Las encuestas indican que los partidos populistas (principalmente el de izquierda y el nazi) aumentan a diario su caudal de simpatizantes.
No hay que ser oráculo para comprender que el resultado de las nuevas elecciones será aún peor que el de las anteriores y que por ende la posibilidad de formar gobierno será nula.
¿Habrá nuevas elecciones en julio o el abismo queda antes?
Durante los últimos dos años largos he usado este espacio para predecir todo lo que está sucediendo en el país heleno. A saber: la creciente inestabilidad política, la profunda crisis económica, la catástrofe social y la inminente salida de Grecia de la zona euro.
Las causas del descalabro griego y, por asociación, las del descalabro español e italiano, son culturales y se deben a la incapacidad mental de esos pueblos para crear una sociedad sustentable y desarrollable.
Cuando el trabajo manual es visto como un castigo o una vergüenza; cuando la educación no aspira a explotar a fondo las capacidades intelectuales del alumnado; cuando la corrupción oxida todos los estamentos nacionales; cuando el ideal de una vida buena (la legendaria dolce vita) es interpretada como il dolce far niente, es decir como la búsqueda del mínimo esfuerzo para obtener el máximo goce; cuando la culpa de los propios problemas se le adjudica a otros; y cuando no se puede ni se quiere cuestionar los principios básicos que rigen la actividad social, el resultado no puede ser diferente a lo que sucede actualmente en Grecia, Italia o España.
El grueso de los inversionistas prefiere ganar menos pero ir a lo seguro. Por eso, el flujo de capital busca la confianza que ofrece Alemania, país que en la actualidad está cobrando para colocar deuda (quienes le prestan plata al Estado alemán no solo que no cobran intereses por ello sino que pagan para poder prestarle dinero, pues consideran que es la mejor alternativa para proteger su capital).
¿A qué se debe eso? Eso se debe a que nadie en su sano juicio invierte en países como Grecia, en donde la vida financiera es una variante de la ruleta rusa.
La prensa especializada en cuestiones económicas ventila a diario la esperanza del Banco Central Europeo, del FMI y de los gobiernos de los Estados de la UE en cuanto a la permanencia de Grecia en la zona euro.
Esta esperanza se debe a los fuertes intereses que varios países tienen en Grecia y al temor de que una salida griega apure el descalabro español e italiano. Grecia es pequeña y, a pesar de todo, manejable. España e Italia son economías demasiado grandes para pensar en planes de rescate.
El efecto dominó sería funesto para todo el planeta.
Pero la realidad griega, hispana e italiana, que no es otra cosa que el resultado de la larga historia de esos países, deniega rotundamente tal optimismo.
No hay medida de austeridad posible para que estas tres naciones salgan de su estado actual. No sirve, tampoco, seguir inyectando dinero sin ton ni son, como se ha hecho hasta ahora.
Hay que aceptar que Grecia es un caso irremediablemente perdido para el proyecto de la moneda única. Fue un error garrafal permitir que este país pudiese integrar la colaboración monetaria.
Grecia debe seguir su propio camino, volver a su moneda propia, devaluar e intentar salir delante de la mejor forma posible. España e Italia tienen que aceptar un muy duro plan de reformas estructurales, de la misma manera que el pequeño Portugal está intentando digerir desde hace un tiempo.
¿Qué pasará en Europa dentro de un par de años? Me animo a sostener, y lo dejo por escrito, que el futuro nos depara una vuelta al pasado y que Europa, necesariamente, se desdoblará como se desdobló hace 500 años, quedando una Europa del norte fuerte económicamente y una Europa del sur débil.
En mi columna “Neuro y seudo”, publicada a comienzos de mayo de 2010 en Búsqueda, citaba una frase desesperada dirigida por el jefe de gobierno de Felipe IV, el conde-duque de Olivares, al hermano del rey, el cardenal don Fernando. Hace de esto 400 años.
Olivares, que había comprendido la urgente necesidad de reformar la sociedad española, le mandó decir al cardenal que si no se hacían cambios profundos urgentemente el país “se va a fondo”.
Sabemos lo que pasó. A Olivares lo arrestó la Inquisición y murió. Felipe IV frenó todo programa de reformas y el Imperio español, el más grande y rico del planeta, se fue a fondo.
Como decía Einstein: no esperemos resultados diferentes si hacemos siempre lo mismo.
(*) El autor es doctor en Historia y escritor