Luis Manuel Calleja es licenciado en Física pero tiene masters en Economía y Dirección de Empresas. Es profesor en la Escuela de Negocios IESE de la Universidad de Navarra, España, y ha trabajado en países como Rusia, Angola y Costa Marfil.
Luis Manuel Calleja es licenciado en Física pero tiene masters en Economía y Dirección de Empresas. Es profesor en la Escuela de Negocios IESE de la Universidad de Navarra, España, y ha trabajado en países como Rusia, Angola y Costa Marfil.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDurante este mes dará un curso sobre la “Gestión del crecimiento en tiempos de cambio”, en la escuela de negocios IEEM de la Universidad de Montevideo.
Conoce muy bien Uruguay, tanto que preguntó “qué pasa con Huracán Buceo”, el club del barrio donde vivía su esposa.
Hace más de diez años que viene a Uruguay para enseñar políticas empresariales y cree que el sector empresarial “se ha ido profesionalizando”, “ya no llora tanto”.
Considera que a partir de 2006 comenzó un crecimiento “impensable” y cree que aprovechar esa realidad es un desafío para los empresarios uruguayos, que no están “acostumbrados a crecer sino a mantenerse”. Para ello, estimó, tendrán que cambiar su forma de trabajar.
—¿En qué consiste el curso de gestión del crecimiento?
—El programa es para empresas en crecimiento. Afortunadamente Uruguay está creciendo mucho y por primera vez desde hace decenios, se está creciendo apostando a mercados que no son el propio ni los de la región inmediata. Y, cuando se rompe ese cascarón, la dimensión del crecimiento te puede dar vértigo porque la empresa se amplía al mundo entero.
Los problemas que tienen las empresas cuando están en situaciones de crecimiento son muy especiales porque no se trata ya de las diferencias entre dirigir una empresa grande o una pequeña sino de cómo se gobierna el cambio de una empresa chica a una grande. Entonces el enfoque es ver ese fenómeno desde todos los puntos de vista posibles. El crecimiento afecta a toda la empresa, si bien hay que tener presente que la empresa no crece toda simultáneamente.
Hay que saber qué cosas hay qué cambiar y qué no. Por ejemplo, si el IEEM duplicara su tamaño, en dos años sería una tontería duplicar el tamaño del despacho del director general. Gran parte de la sabiduría está en saber qué cosas no modificar.
Otro aspecto muy interesante es cómo cambia el rol del dueño cuando la empresa crece, porque en Uruguay no se está acostumbrado a crecer sino a mantenerse.
—¿Qué funciones cambian?
—El empresario se tiene que concentrar en lo excepcional. Lo ordinario lo tiene que delegar. Si se concentra demasiado en lo ordinario no le queda cabeza para lo extraordinario y no progresará. Lo mismo sucede con los temas de futuro. Si estás metido en el día a día no te queda cabeza para pensar en qué hacer después. Lo tercero es dedicarte a temas éticos. Cuando estás a la cabeza de un gobierno, por ejemplo, el contenido de las decisiones que tienes que tomar no son técnicas, son éticas. A Pepe Mujica no le preguntan si tal ley se tiene que redactar de una manera o de otra, le preguntan si está bien o está mal.
—Usted viene a Uruguay desde hace años. ¿Qué evolución observa en los empresarios?
—Se está profesionalizando mucho. Cuando hablo de profesionalizar me refiero a que se hace de un modo serio, sistemático, metódico, que no es exclusivamente a golpe de intuición. Eso ha mejorado a pasos agigantados en los últimos 10 años.
Hay otra diferencia muy básica y muy de fondo: que llora mucho menos que antes. La gente sabe reaccionar. Y otra cosa, se ha pasado de ser nuevos pobres a nuevos ricos. No hay más que mirar por ahí, se ven muchos autos nuevos. Hay que tener cuidado con eso. Es muy difícil volver a ser el Uruguay que fue, pero siempre se guarda algo... Entonces, hay una manera de hacer negocios low profile (de bajo perfil) muy eficaz que genera mucho prestigio afuera.
—¿La queja era una característica sobresaliente del empresario uruguayo?
—La gente se quejaba mucho. Ahora se queja menos.Aunque Uruguay sigue siendo profundamente estatista, de alguna manera se fía menos del Estado. Para quien viene de afuera es espectacular la mentalidad y el sesgo cognitivo hacia lo estatal. Pero es notorio que (el empresario) ya no cuenta tanto con el Estado. Emprende al margen de lo que diga o piense el Estado.
Pero no solo lloraban al Estado sino a su suerte. “¡Qué mala suerte tengo!”. Era una actitud más pasiva.
—Usted trabajó en España, Angola, Costa de Marfil, Rusia. ¿Qué diferencias ve en el empresario uruguayo?
—Cada vez se parece más a los demás. Se acerca más al estándar internacional. Pero hay que tener en cuenta que Uruguay es extraordinariamente conservador en las izquierdas y en las derechas. Es algo tremendo. Es una mentalidad, un sesgo cognitivo que los lleva a actuar muy conservadoramente. Hace cuatro años hablando con autoridades de Uruguay sobre predicción de consumo de electricidad me decían con toda seguridad que en 40 años el consumo iba a ser casi el mismo. ¿Pero qué dices? Es que, al margen de la lógica, pesa muchísimo ese sesgo que les hace ver las cosas de una determinada manera.
—¿Es cierta la idea de que cualquiera puede ser hoy empresario?
—Emprender en negocios es una capacidad que tienen unas personas más que otras. No todo el mundo sirve para ello, pero sí hay muchos más emprendedores de los que se ven en la sociedad. Es una fracción de la población, pero seguro es mucho mayor que la que hay ahora en Uruguay. Y la que hay hoy es muchísimo mayor a la que había hace 10 años.
—¿Depende solo de la formación el tener condiciones a ponerlas en práctica?
—Solo una parte depende de la formación. Hay otra parte que se mama en el ambiente. La diferencia que puede haber entre los cursos de emprendedurismo de Uruguay o España y los de California es cero. Pero cuando estás en California no sé qué diablos pasa. Es como una burbuja en que todo es: “¿qué se te ocurre? ¡Ah, vamos a hacerlo!”. Es como un estado de ánimo. De hecho un uruguayo va a California y se pone a emprender como cualquiera. Sin embargo aquí no. Tiene que estar bien visto arriesgar, y que cuando fracases no quedes marcado sino que puedas volver. En América Latina, y en Uruguay, había desprecio por el perdedor. Eso está cambiando y se nota.