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    El síndrome anulatorio

    No es broma

    La salud mental es uno de los puntos delicados en estos complejos momentos por los que atraviesan la comarca y el mundo.

    Braulio Teanú Lotodo es un militante progresista que se encuentra rodeado de conflictos y desafíos que no logra superar.

    Por fin, y tras mucho pensarlo, se decidió consultar a su sicóloga, la Lic. Eleuteria Sincom Plejos, a la que había recurrido ya varias veces, confiándole muchas de sus tribulaciones, las que había superado con su apoyo.

    —Cuénteme, Braulio, qué lo trae por aquí —le dijo la profesional.

    —Mire, Lele (que así le llaman los allegados a Eleuteria), hace ya un tiempo que vengo juntando piedras en la mochila, al punto que no sé por cuál arrancar. Acumulo tensiones, tengo sueños que son en realidad pesadillas, me desvelo, discuto y me peleo con mis amigos —dijo Braulio.

    —Arranque con el primero que le venga en mente —dijo la sicóloga.

    Y Braulio arrancó nomás con uno que está de moda y que no solo lo afecta a él, sino también a muchos de sus correligionarios.

    —Lele, nos rompimos el lomo para juntar 800.000 firmas para conseguir el referéndum y ahora Fernando Pereira y Carolina Cosse dan clase todos los días en los informativos de la tele sobre cómo hay que hacer para anular el voto, que hay que poner las dos papeletas de distinto color, que ojo que no se tome como voto en blanco, porque esos acumulan por el No, que no pongamos una rodaja de salame ni una hoja de papel higiénico en el sobre porque eso también acumula por el No, que hay que anular el voto, Lele, ¡anular el voto!, ¡no se puede creer!

    —Bueno, Braulio, siga con algún otro asunto.

    —¿Y no me va a comentar este problema que me aqueja?

    —Por ahora no, quiero ver el tema más globalmente. Siga.

    Y entonces Braulio arrancó con sus pesadillas. Las llamó “episodios raros” y dijo que el más recurrente fue el que él era legislador de la oposición y que siempre estaba en la Asamblea General cuando se iban a votar ampliaciones de los artículos de la LUC que no habían sido derogados.

    —En uno, se estaba por votar la privatización de la escuela pública —dijo Braulio—. Yo estaba desesperado y no sabía cómo hacer para interrumpir la votación. Entonces agarré el termo, que lo tenía llenito recién de agua hirviendo, corrí hasta la banca de la senadora Graciela Bianchi y le volqué el termo enterito en la cabeza. Se armó tremendo revuelo, Bianchi lloraba y gritaba improperios, yo rajé para fuera de la sala, me perseguían los guardias, pero se suspendió la sesión y ahí me desperté, sudando la gota gorda.

    —Siga, siga.

    —En otra sesión plenaria de la Asamblea General, se estaba por votar la ampliación de los desalojos exprés, reduciendo el plazo a 24 horas, con prisión perpetua para los deudores desalojados. Entonces lo seguí al senador Manini, que dijo en voz baja que iba al baño y volvía enseguida, y cuando estaba en un retrete del baño lo tranqué para que no pudiera salir. Volví a sala y dije que Manini había sido secuestrado por varios sacerdotes de la Iglesia católica antigua, que lo habían cargado en una camioneta manejada por Esteban Valenti. Claro, se suspendió la sesión, pero igual yo pasaba unos nervios terribles, y ahí me desperté.

    —¿Algún otro caso parecido?

    —Bueno, sí, uno terrible también, porque se estaba por votar una modificación de la norma que permite a los policías apalear a los que no muestran la cédula y encarcelarlos de forma aislada por un mes sin derecho a defensor de oficio. Le sustraje el celular al senador Gandini y le mandé un mensaje desde su teléfono a Beatriz Argimón diciendo que el presidente Lacalle decía que un mes es muy poco, que mejor dos, y siempre con los detenidos incomunicados. Argimón levantó la sesión diciendo que tenía un llamado urgente de Presidencia y zafamos, pero yo me moría de miedo de que Gandini se diera cuenta de que había usado su celular y me desperté a los gritos.

    —No me diga que tiene algún otro sueño extraño de Braulio legislador.

    —Sí, tengo. Lo que se estaba por votar era la autorización a la policía para fusilar a los piqueteros que trancaran la entrada de los autos de alta gama de los dueños de las empresas cuyos operarios estuvieran en huelga. Una cosa terrible, que se veía venir. Entonces yo me fui al subsuelo del Palacio, donde está la central eléctrica, y provoqué un corto circuito. El Palacio Legislativo entero quedó a oscuras y además se produjo un principio de incendio, que los bomberos de guardia apagaron enseguida, pero logramos que no se votara esa barbaridad oficialista. ¿Es muy grave todo esto, Eleuteria? —preguntó Braulio, viendo la cara de preocupación de la sicóloga.

    —Braulio, lo que usted tiene se llama técnicamente “síndrome anulatorio”, usted se siente un instrumento del destino, iluminado y llamado a evitar catástrofes e injusticias.

    —¿Hay cura para eso? —preguntó Braulio, con cara de angustia.

    —Bueno, sí, la hay. Tiene que salir de la realidad que lo rodea y lo atormenta, le aconsejo que se tome unas vacaciones en un lugar lejano, para alejarse de esos fantasmas.

    —¿Y dónde podría ser? —inquirió el paciente.

    —Mire, ahora hay unos paquetes turísticos que incluyen pasajes de avión y una estadía all inclusive a precios muy convenientes, averigüe con su agente de viajes. Son en Ucrania, en una playa preciosa del mar Negro.