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El temblor financiero desatado por la insolvencia del Silicon Valley Bank y la fragilidad de los sistemas financieros ante eventos inesperados
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En las últimas semanas, las acciones de instituciones financieras tuvieron su momento de mayor incertidumbre desde la crisis de 2008. Este temblor se extendió globalmente pero, como es usual en estos casos, el catalizador fue un evento puntual que pocos habían previsto y se expandió como reguero de pólvora en tan solo unas pocas horas.
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A principios de marzo, se dio a conocer que el Silicon Valley Bank (SVB), un banco de tamaño mediano en los Estados Unidos, no podía hacer frente a las solicitudes de retiro de depósitos de sus clientes. El SVB había recibido solicitudes de retiro por el 25% del total de sus depósitos en pocas horas. Aunque cumplía con los requisitos de capital vigentes, no pudo cumplir con sus obligaciones. ¿Qué pasó entonces?
En primer lugar, SVB era una de las principales instituciones en las cuales los fondos de capital de riesgo y los altos mandos de empresas de tecnología de Silicon Valley guardaban su liquidez. Una liquidez que hasta el comienzo de los ajustes de la política monetaria en Estados Unidos parecía no tener fin, pero que en el último año se había ido agotando. Según los rumores de prensa, muchas de estas cuentas tenían varios millones de dólares en efectivo. Esto es difícil de entender, pero es propio de una industria en la que se reciben grandes inyecciones de capital, y el manejo de liquidez no es algo en lo que se suela enfocar. Cabe la pena mencionar que el sistema de seguro de depósitos cubría cuentas de hasta US$ 250.000, por lo cual muchas de estas quedaban fuera de este resguardo.
En segundo lugar, el SVB tenía la particularidad de que, a pesar de tener más de US% 200.000 millones en depósitos, estos estaban concentrados en pocos clientes muy interconectados entre sí, pertenecientes a la misma industria. Esta industria suele tener un comportamiento de rebaño, por lo que, tras los rumores de insolvencia del banco y las señales de alerta por parte de algunos participantes, muchos imitaron el comportamiento de solicitar el retiro de sus depósitos, generando así la insolvencia del banco.
Sin embargo, el factor más crítico fue que, aunque el banco cumplía con los requisitos de capital actuales, estos requisitos no se ajustaban al entorno actual. Los bancos tienen la capacidad de clasificar los activos financieros dentro de sus balances como "disponibles para la venta" o "de tenencia hasta el vencimiento". Los primeros se valoran al precio de mercado, mientras que los segundos se valoran siempre al valor nominal. Los bancos de mayor tamaño están obligados a realizar pruebas de estrés, es decir, a probar los activos en sus balances ante diferentes escenarios de riesgo, mientras que los bancos del tamaño del SVB no están sujetos a esta exigencia. La subida más pronunciada en la historia de las tasas de interés hizo que el valor de mercado de los títulos contabilizados a la par estuviera muy por debajo de este. Además, los avances tecnológicos actuales, no disponibles en su momento, permitieron la difusión rápida de información y la solicitud de reembolsos a través de plataformas en línea en cuestión de horas, lo que habría sido imposible físicamente hace 10 o 15 años. Tras la necesidad de vender esos títulos a precio de mercado debido a la solicitud de retiro de depósitos, su valor no fue suficiente para hacer frente a estos retiros, lo que llevó a la insolvencia del banco.
Después de conocerse la noticia, muchos inversores empezaron a analizar más detalladamente los balances de otros bancos regionales. Muchos de estos se encontraban en una situación similar al SVB, lo que provocó que perdieran hasta el 90% de su capitalización de mercado en unos pocos días. Esta situación obligó al gobierno a intervenir para garantizar los depósitos de los ahorristas. De todas maneras, el tema aún está por resolverse y es probable que como consecuencia veamos el efecto de desaceleración buscado por la Reserva Federal (Fed, por su sigla en inglés) de Estados Unidos con su suba de tasas, pero con el riesgo propio de un evento realizado por el mercado y no por eventos controlados.
Con una regulación pensada para unos tiempos diferentes y un mal manejo de los riesgos de los administradores del banco, queda claro que los sistemas siguen expuestos a riesgos difíciles de prever por parte de las autoridades y al final del día son las personas al mando de las instituciones las que pueden dar ese diferencial a la hora de tomar recaudos por encima de los mínimos exigidos.