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Cuando el presidente de la República, Luis Lacalle Pou, reunió a los dirigentes políticos de su sector, Todos Hacia Adelante, en la residencia de Suárez y Reyes, no solo aventuró una competencia interna reñida para definir al precandidato a presidente que saldrá del sector mayoritario del Partido Nacional, sino que transmitió que la receta para que los blancos lleguen activos y movilizados es que haya múltiples candidaturas. Y apeló entonces al manido concepto de la necesaria representación y fortaleza de las dos alas partidarias.
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Se trata de una postura nueva de Lacalle Pou en un escenario inédito, que es el de mantener a una coalición de partidos en el gobierno. En la previa a otras instancias electorales, incluidas aquellas en las que fue precandidato, el mandatario no ocultó su interés por evitarse el siempre desgastante derrotero de la contienda interna para acordar en la cúpula una fórmula que deje satisfechas a todas las partes involucradas. Esa idea nunca prosperó. Más bien siempre encontró voces determinadas a defender la competencia. Y que sea la militancia de a pie, con su voto, la que decida a sus representantes que no podrían ser acordados por dirigentes entre cuatro paredes. A los blancos les gusta la disputa electoral.
En ese encuentro Lacalle Pou les habló a los suyos, habilitó finalmente la posibilidad de más de una precandidatura en el sector Todos —un tronco herrrerista salpicado con otras corrientes partidarias— y reclamó generosidad y apertura para que el ala wilsonista del partido también se desarrolle y permita pluralidad y equilibrio ideológico.
¿Pero qué pasa en el wilsonismo? Hoy aparece demasiado disperso. La prematura muerte del líder de Alianza Nacional, Jorge Larrañaga, dejó un vacío que no está siendo fácil de llenar. Lo saben sus propios compañeros. Alianza no tiene hoy una figura que aglutine. Y mientras algunos de sus referentes, dirigentes cercanos al difunto Larrañaga, exploran acuerdos con el secretario de Presidencia, Álvaro Delgado, seguro precandidato de Todos, otros se preguntan si no hay que aprovechar esta instancia para ir todos en bloque, detrás de la candidatura que surja, con un eje programático en común que se empiece a redactar desde ahora. Los que alimentan esta posibilidad, dicen que las elecciones internas no tienen por qué ser “la razón de ser” de los blancos y que la puja ideológica puede ser resumida criteriosamente en un programa común.
Es que mientras de un lado, el oficialista, parece haber demasiados interesados en correr la carrera, en el otro solo hay un gran signo de interrogación. Hay quienes señalan a la vicepresidenta de la República, Beatriz Argimón, de notorias raíces wilsonistas, pero de inmediato la vuelven a ubicar muy cerca de Lacalle Pou y de su sector. Argimón es el oficialismo, dicen. Aunque la vicepresidenta está dando los pasos necesarios para soltar las amarras que hoy la unen de alguna manera a Todos. El llamado grupo de los intendentes, Mejor País, con el senador Sergio Botana y el jefe comunal de Maldonado, Enrique Antía, a la cabeza, vienen de acordar con el herrerismo en las pasadas elecciones. Y Antía ha transmitido a su entorno que cuando haya que definir, se definirá por Delgado.
El que se relame con esta interna es el senador Jorge Gandini. “Yo tengo un fogoncito prendido en cada departamento del país”, afirma a Búsqueda. Gandini, con el Movimiento Por la Patria, ya dijo estar dispuesto a medirse electoralmente como precandidato del ala wilsonista. Asume que hay un “espacio para llenar”, avisa que “cada vez hay menos tiempo” y que lo “entusiasma” que haya un sector oficialista que divida votos. “Lo que el presidente dijo es que hay que estimular la competencia interna para que el partido gane. Y nosotros vamos a fortalecer el ala wilsonista”.