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    Elogio de la redondez

    Clarel Neme en el Museo Nacional de Artes Visuales

    El viernes 22 las paredes blancas en el piso superior del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) se cubrirán de mujeres risueñas y rollizas, de hombres de rostro serio o asustado, de alimentos tentadores y más que nutritivos y hasta de pequeñas brujas. Ese día a las 19 h se inaugura la muestra Una poesía sarcástica en la pintura, con 43 obras del artista Clarel Neme (Rivera, 1926-Montevideo, 2004), el maestro que supo plasmar su visión crítica de lo humano en cuadros coloridos y de grandes dimensiones en los que prima la figura redonda.

    Según relató a Búsqueda la curadora Raquel Pontet, la muestra está estructurada en ejes temáticos que aproximen al visitante a las diferentes líneas de trabajo de Neme. Una de esas líneas, que atraviesa toda su creación, es la del sarcasmo, y la integran cuadros como “Mustafá”, en el que aparece un libanés en cuclillas y con cara de entrega rodeado de siete mujeres embarazadas, o como el más grotesco “Un domingo cualquiera”, con una familia corpulenta que se abalanza con ansias sobre suculentas fuentes de comida y mastica con glotonería patas de pollo.

    A fines de los 60, cuando Neme comenzó a exponer en la Galería Karlen Gugelmeier, los críticos pensaron que la suya era una obra de denuncia contra los hábitos alimenticios de los uruguayos o contra la gordura. Pero Neme no quería denunciar a través de sus pinturas, sino que allí plasmaba a veces con humor negro y siempre con ironía situaciones y conductas sociales y se reía de algunos estereotipos, por ejemplo, el de la belleza femenina. Él no consideraba especialmente bellas a las mujeres gordas, pero veía en la redondez una forma de hermosura. Y en algunos cuadros, el humor dejó paso a una forma más lírica como en “Gorda en el bosque con cardenal”, en el que aparece una mujer voluminosa y desnuda corriendo detrás del pájaro al que quiere atrapar.

    Descendiente de libaneses, Neme se dedicó a varios trabajos antes de volcarse de lleno a la pintura. El escritor Miguel Ángel Campodónico publicó en 2008 “Pintar a pesar de todo. Vida y obra de Clarel Neme”, que se consideró un homenaje y rescate de la trayectoria del artista que había permanecido en el olvido. Y sobre todo, dio a conocer aspectos de su vida solo conocidos por su círculo más íntimo y de su carácter tímido aunque lleno de humor.

    Neme estudió dibujo y pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes con Vicente Martín y siguió estudiando en Europa con una beca. Luego participó en salones nacionales y en muestras colectivas dentro y fuera del país. Sus exposiciones individuales estuvieron en las galerías Moretti, Aramayo y en la del Swiss Bank, entre otras.

    En el prólogo de su libro, Campodónico escribió acerca del carácter de “sieteoficios” de Neme: “El Neme viajante, el vendedor de electrodomésticos, de repuestos de autos, de artículos de ferretería, productos farmacéuticos y de tantas otras variadas mercaderías, el mercachifle incansable, ‘el turco vendedor’, terminó transformándose en un pintor de primera línea que triunfó en la batalla que tuvo que librar antes que cualquier otra, esto es, despejar el camino para que, una vez clarificado, pudiera visualizar allá lejos la línea de su horizonte, es decir, de su pintura”. También allí señaló la originalidad en las creaciones de Neme, una opinión con la que concuerdan los críticos que han analizado su obra. “Así como, por ejemplo, hay monjas propias de Federico Fellini, o huertos de Marosa di Giorgio, hay mujeres gordas y muñecas que son indiscutiblemente nemenianas. Alcanza con verlas para saber quién las pintó”.

    Es casi inevitable asociar las pinturas de Neme con las del colombiano Fernando Botero, quien también elige figuras gordas como personajes de sus obras. Pero quienes han estudiado a Neme consideran que la única similitud entre ambos artistas es la gordura porque tienen líneas estéticas diferentes. “Si lo comparo con lo que hace Botero, siento que Neme es infinitamente superior por el manejo plástico que desarrolla. Lo que hace Botero puede ser lindo para colgar en la pared, pero es evidente que tiene un marketing que lo ha inflado. Botero tiene receta, siempre pinta de la misma forma, mientras que Neme muestra un dominio absoluto del lenguaje plástico con una gran soltura y espontaneidad. Él es un referente ineludible de la plástica nacional, es más, integra el patrimonio universal de la pintura, por eso es hora de que tenga el reconocimiento que se merece”, afirma el artista Nelson Romero en el libro de Campodónico.

    Para la muestra en el MNAV se seleccionaron los óleos sobre tela de la serie de mujeres gordas (casi siempre sonrientes) y de casamientos con hombres muy serios de gran tamaño y mucho colorido. En su mayoría, los cuadros miden un metro por treinta centímetros y algunos exceden esas dimensiones. Más pequeñas son las series de brujitas y también de reinitas, retratadas en diferentes situaciones: la reina desconfiada, la boba, la desnuda, la mala, la que se tragó un ratón.

    Cada unidad temática va acompañada de textos que se recogieron de las notas de prensa desde los años 70 hasta ahora. Neme no fue un expositor frecuente, pero sí un hacedor cotidiano. La última muestra de sus obras fue en 2009 en la Galería Ciudadela de Punta del Este, a iniciativa de amigos y familiares y a raíz del libro de Campodónico.

    Quienes conocen su obra concuerdan en que es un artista que ha tenido poco reconocimiento en Uruguay. “Mientras los uruguayos nos hemos distinguido por nuestra capacidad de olvido, al tiempo que nos hemos ingeniado para dejar a un costado a quienes produjeron obras que por su valor continúan reclamando nuestra atención, es reconfortante emprender trabajos de esta naturaleza en tanto se siente que pueden contribuir a que nuestra memoria se refresque. Sobre todo, porque el interés que despertó la pintura de Clarel Neme en décadas pasadas terminó esfumándose con la rapidez de un fogonazo. Hoy en día, como pasa en Uruguay con otros artistas, apenas se la considera, razón por la cual muchos integrantes de por lo menos una generación nunca vieron un cuadro suyo”, afirma Campodónico en el prólogo de su trabajo.

    La muestra, que permanecerá abierta hasta el 31 de marzo, se integra con obras de cinco coleccionistas privados y de dos galerías de arte, además de la que conserva el Museo. El visitante se encontrará al inicio y al final de la exposición con dos autorretratos del artista. Y, entre medio, más de cuarenta pinturas para admirar y sonreír sin trascendencia ni prejuicios, como lo hace la mujer gorda de uno de sus retratos, quien muestra su gran trasero desnudo mientras se ríe desafiante, como diciendo “A mí qué me importa”. Y justamente así se llama la pintura.