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    Emprendedores exploran la incipiente industria del cannabis

    Lleno de papeles y pronto para recitar las ventajas de la tecnología que tiene para vender, Gustavo Barbero se sabe de memoria la respuesta de sus posibles clientes. Y la repite con cansancio: “Vamos a ver… Cuando llegue el momento”. Junto a su socio, Guillermo Cabrera, diseñaron una máquina expendedora de cannabis que presentaron al gobierno, las farmacias y las dos empresas productoras que el próximo mes comenzarán a vender marihuana. Smartbox agiliza la entrega de los paquetes de entre cinco y 10 gramos a los consumidores, da controles de seguridad a los farmacéuticos y permite al gobierno un seguimiento en tiempo real del stock. Pero aún no tienen ventas.

    “Todos los actores han dado su visto bueno: la asociación de farmacias del interior, los departamentos de logística de las farmacias, pero están viendo a ver qué pasa. La última reunión con la Junta Nacional de Drogas fue a principio de año y nos dijeron que era muy interesante, pero que cuando llegue el momento… Hasta nos presentamos ante las empresas de yerba cannábica”, dijo Barbero a Búsqueda.

    Si en algún momento la legislación permite dispensarios, Smartbox puede asumir la expedición de marihuana a través de lectores de huellas digitales. Su prototipo ronda los US$ 6.000 y en el mundo ya se usa para vender armamento y otros productos farmacéuticos controlados. Los emprendedores uruguayos piensan habilitar el alquiler de la máquina, pero hasta no tener clientes, les es difícil fijar un precio.

    “Hay un componente importante de desarrollo de software que depende de la respuesta que tengamos de quien lo requiera. Es una tecnología que tiene que coexistir con otras, por lo que hay que saber cuánto cuesta una interfaz que coexista con los sistemas del Ircca (Instituto de Regulación y Control de Cannabis) o de las farmacias”, explicó.

    Barbero y Cabrera son solo un ejemplo de los emprendedores que ven una oportunidad en el mercado regulado de marihuana, que hoy tiene más de 4.000 inscriptos para comprar en farmacias, 6.800 autocultivadores y 60 clubes de membresía registrados. Una reciente encuesta hecha por el abogado Pablo Galain entre turistas de la Ciudad Vieja que consumen marihuana reveló que 63% accedió a la droga durante su estadía. Según la revista Forbes, solo en algunas ciudades de Estados Unidos este mercado ya supera los US$ 1.000 millones.

    En Uruguay surgieron proyectos para controlar las condiciones de los cultivos indoor (invernáculos domésticos), extractos terapéuticos y hasta tejidos para la industria textil. Pero todos enfrentan el desafío de ingresar a una industria naciente y con un mercado aún a construir. Y esto supone que las agencias del gobierno no sepan cómo lidiar con sus ideas, los inversores no quieran arriesgar su capital y el sistema financiero los mire en silencio.

    “No podemos estimar cuánto va a durar la aprobación porque nadie ha hecho lo que queremos hacer. Hay poca comparación en cannabis. Pocas personas con las que vincularte y con quienes lo lográs pueden no tener la misma visión sobre el proyecto”, explicó Cecilia Aguirrezabala, de la aceleradora Sinergia Tech.

    Pensando en apoyar la internacionalización o expansión de empresas, en enero abrieron una convocatoria para América Latina centrada en proyectos tecnológicos sobre cannabis, ciudades, agro y el llamado “Internet de las cosas”. La mitad de las ideas apostaban por la industria de la marihuana. Pero ninguno de los 25 postulantes que tuvieron de Argentina, Colombia, Ecuador, Venezuela y Uruguay estaba en etapa de aceleración.

    “No teníamos grandes expectativas pero la cantidad no fue nada despreciable. Lo que más había eran ideas para indoors. Había algo medicinal, un proyecto de crear papel de cáñamo a nivel industrial, un sustrato de cultivo para uso agropecuario, una aplicación para las tareas de cuidado de la planta y otro alimenticio. Pero estaban más en etapa de idea: todavía tenían que validar el mercado, armar un modelo de negocios”, agregó Aguirrezabala.

    La aceleradora trabaja con Cannapur, un proyecto para conseguir un extracto de cáñamo estandarizable que logre cumplir las exigencias de los médicos de manera de incorporarlo como tratamiento de enfermedades.

    En enero obtuvieron unos US$ 60.000 del Proyecto de Internacionalización de la Especialización Productiva (PIEP) del Ministerio de Industria y esperan tener un producto para comercializar en Uruguay, Brasil y Argentina a mediados de 2018.

    “Nada es fácil, desde cobrar un cheque hasta cruzar una frontera. Todos son problemas. En cannabis hay que inventar el camino y eso lleva mucho tiempo. Ideas hay millones, pero quien pueda producirlas con todas las limitantes, problemas y desafíos son muy pocas”, opinó Marco Algorta, uno de los socios de Cannapur junto con el activista Juan Vaz y Joaquín Fonseca.

    Así registraron una nueva variedad ante la Dirección Nacional de Semillas y una vez obtenidos fondos públicos, tocaron la puerta del Banco República, que recientemente, según informaron los empresarios, abrió su primera cuenta bancaria para un emprendimiento de este rubro. Ahora se enfrentan al desafío de cosechar una planta que, tras décadas de prohibición, casi no tiene resistencia a plagas y pestes.

    Recién salidos de la incubación de Sinergia, los brasileños Alessandro Taques, Conrado Andrade y el argentino Matías Bazan decidieron que su empresa La Box tenga sus oficinas en Uruguay, pero producirá en Brasil. Su proyecto pretende exportar a la región y a Estados Unidos, Canadá, España e Israel un sistema de control a distancia para indoors.

    Una caja inteligente recibe información de sensores de suelo instalados en el cultivo que miden la temperatura, oxígeno y humedad de la planta. Así, desde el celular se obtiene toda la información y se controla el riego, la luz y el oxígeno de hasta 100 macetas. Sus creadores, uruguayos legales, dicen que ya tienen unas 100 preventas y un costo unitario de unos US$ 200.

    “Estamos haciendo encuestas con los growshops que tienen clubes. Vamos a vender al por mayor, pensando también en la industria medicinal que produce grandes cantidades. Vamos a hacer visitas en Rivera y Canelones. Pero tenemos la dificultad de que los clubes tienen prohibido divulgar su dirección, entonces los contactos son a través de conocidos. No es ilegal pero es extremadamente discreto. Todavía no está bien visto pero paso a paso el mundo se está educando en cannabis”, dijo Taques.

    Para otros el desafío es un incentivo más. Valentina Ferreira y su socia, Alejandra Del Puerto, esperan en noviembre comenzar a plantar 10 hectáreas de cáñamo para producir fibras cortas, semillas, fibras largas y cañamiza (un desperdicio del cáñamo comercializable). Andariega, su firma, ya tiene una lista de clientes como cervecerías, la industria textil, fábricas de persianas y cañerías, así como compensados de madera. Con una inversión inicial de US$ 15.000 de la incubadora oficial Incubacoop abastecerán al mercado uruguayo y argentino.

    “Esto es innovación y es lo que más me incentiva. Está todo por hacerse y nadie lo hace. Es muy difícil entrar a un Ministerio. Tenés una seguidilla de ‘no’. La gente no se quiere jugar. Pero estamos sacando una materia prima local. Hay excelentes diseñadores en el país sin material y sin que los dejen ser”, dijo Ferreira.