En agosto del año pasado, Richard Read decidió abandonar el Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT. Sentía que estaba quedando solo en las discusiones y prefirió dedicar “el poco hilo que le queda en el carretel” a otros proyectos.
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“Me siento tan PIT-CNT como antes. Sigo siendo PIT-CNT y moriré siendo PIT-CNT”, aclara después de explicar las discrepancias con sus ex colegas de dirección sindical.
Ahora, Read canaliza su energía en organizar cursos de capacitación para sus compañeros de la Federación Obreros y Empleados de la Bebida, a la reconstrucción de la agrupación sindical 5 de Marzo y a un proyecto educativo que lleva adelante con su gremio. El año que viene abrirá cuatro “clubes de niños” que brindarán a cerca de 550 escolares apoyo en matemática, lectura, gramática, ajedrez, idioma, deportes y hábitos laborales y de estudio.
Al igual que con el PIT-CNT, Read afirma que es y seguirá siendo frenteamplista, pero le “preocupa” la gestión que está desarrollando su partido. En particular lo desvela la educación, donde asegura que no hubo “herencia maldita” y sin embargo el país está “peor que en 2005”.
—Últimamente se ha metido bastante en el tema de la educación. ¿Qué es lo que le ha decepcionado del manejo de la enseñanza?
—Soy uno de los tantos damnificados por la educación, como la mayoría de la ciudadanía. No hay alternativas para este Uruguay si no hay un cambio en la matriz educativa que resalte el humanismo, los conocimientos, la mixtura entre el estudio para conseguir un buen trabajo con el estudio para tener una visión más universal del mundo. No quiero chiquilines que entren como los de Pink Floyd todos en filita con los ojos vendados y salgan todos grado cinco. No es esa la educación que precisa el Uruguay.
—¿Y no cree que el gobierno está trabajando en ese sentido?
—¡No! No veo. No veo absolutamente nada de eso. Veo que hay un 40% de chiquilines que no terminan el liceo, ausentismo en el segundo semestre. Les preguntás a los botijas y te dicen: “¿Pa’ qué vengo?”. Ni hablar en los estratos más bajos, qué cuando se les pregunta qué quieren ser cuando sean grandes —si viven en un barrio periférico donde el narcotráfico circula— dicen que quieren ser como un narco. Las opciones de los chiquilines hoy, en algunos lugares están muy trastocadas.
—¿No cree que gran parte de la discusión de la educación pública pasó por los salarios y no por los otros temas? ¿Hay parte de responsabilidad de los trabajadores?
—Las responsabilidades son colectivas y, cuando uno se mete a ver quién tiene mayor responsabilidad, la mayor responsabilidad es de la gestión. A vos te votaron para hacer la gestión. Discutí, intercambiá opiniones, lográ consensos, pero una vez que acabaste tenés que resolver. Si no, el quietismo lleva a que pasemos 12 años y estemos peor que en el 2005. Con la propuesta del cambio de matriz educativa, de cambiar el ADN a la educación, lo primero que hicieron fue extirpar a los que llevaban la promoción de eso (Fernando Filgueira y Juan Pedro Mir). Resolvieron por el lado más corto. Llevamos 12 años, esto no es herencia maldita, es parte de esta situación.
—El presidente ha expresado que enfrentó muchas trabas y palos en la rueda. Algunos de parte de los sindicatos.
—Es probable, sí. Ahora, al gobierno lo votaron para que gestione. Hay que hablar con los sindicatos, hay que buscar. No se arregla con medidas de esencialidad. No es así. Cuanto más diferencia, más diálogo. Hay que buscar que el diálogo sea productivo. Si la culpa es de San Juan o de Mendoza, no lo sé. La sociedad mira que en la educación estamos cada día más para atrás. La gente entra a ver que se le terminan los cartuchos. Pasó por los partidos tradicionales, por el Frente y sigue sin cambiar. Las utopías colectivas van cayendo. Eso es muy peligroso. Porque aparecen los payasos Plin Plin, los Pinchinati. La gente deja de creer en la política y, cuando deja de creer en la política, deja de creer en el sistema democrático. De ahí al fascismo es un paso.
—¿Usted cómo se ubica en ese escenario?
—Estoy descontento con el Frente Amplio, con la gestión, con actitudes y con cosas que van apareciendo día a día. Cualquier compañero de izquierda tiene que estar descontento. Están los que justifican todo. Yo no. ¿Qué voy a justificar todo? Nunca lo hice. Hay cosas que saltan a la vista. Hay cosas que suceden que solo sucedían con otros gobiernos y nos están sucediendo a nosotros. Hay gente que tiene cajones de justificativos. Se levanta de mañana, abre el cajón y saca los justificativos. Justifica, justifica, justifica. ¡Papá, hay cosas que no se pueden justificar! Hay un cajón que está lacrado, hay que abrirlo. ¡Es el de la autocrítica! Nosotros nos caracterizamos por exigir autocrítica. Hay que ser autocrítico para corregir. Esas cosas no se han visto. Por lo tanto, yo soy parte de una legión de frenteamplistas que somos y seguiremos siendo frenteamplistas por mucho tiempo, por los ideales frenteamplistas, por el programa, pero...
—¿Con Ancap existió esa autocrítica?
—Hay una situación en la sociedad de descreimiento y esto arranca con Ancap. Les guste o no les guste. Si alguien cree que el tema de Ancap no marcó a muchos frenteamplistas a cal y canto está equivocado. Lo de Raúl (Sendic) con respecto a su título marcó a fuego. Era algo que se podría haber solucionado en un minuto. Errores cometemos todos. “Muchachos, yo creía que el título estaba vigente, ni bola que le di. Rectifico, fue un error”. Hacés eso y lo sacás de todos lados. ¡Hasta el día de hoy sigue el tema! Lo peor para la gente y para mí no es si es licenciado o no. No importa. A mí no me cambia nada eso. Lo que me jodió fueron las idas y venidas, los dichos y desdichos. Eso afecta a ese electorado frenteamplista que creía o cree en las utopías colectivas.
—¿Este Frente Amplio lo representa?
—La gestión que ha tenido el Frente Amplio en los últimos años me tiene preocupado, porque todo lo que cuestionábamos antes está apareciendo ahora. Entonces, ¿cuál es la diferencia? En el gobierno pasa algo que cada Ministerio juega su carrera. Vos ves cosas de los ministros que decís “pero esto se contradice con esto otro”. Lo de Brasil, uno dice: “Bueno, nada” y el otro dice: “Esto es un golpe de Estado”. ¡Y es el mismo gabinete! O uno dice: “Estas son las pautas salariales” y otro dice: “Yo no estoy de acuerdo”. ¡Esas cosas confunden! Hay parte de la sociedad que mira y dice: “¿Esto qué es?”. Falta Obdulio. Están reclamando a Obdulio. Alguien que diga: “Pará, papá, esto se juega así”.
—¿El presidente Vázquez no ocupa ese rol?
—Creo que lo está intentando. Lo que pasa es que no es el Tabaré del 2005-2010 cuando tenía un gabinete con cabeza política. El 80% de lo que él resolvía lo aplicaban abajo. Ahora, resuelven y el 20% aplican y el 80% rediscuten de vuelta.
—¿Cuál es la forma de transmitir eso, además de decirlo? ¿Pensó en no votarlos en la próxima elección?
—De aquí a la próxima elección falta una eternidad. Creo que va a haber cambios en la política, va a haber novedades de todo tipo. Falta mucho. Ojalá haya una rectificación, haya un cambio de 180 grados. Ojalá veamos que las elecciones internas del Frente Amplio sirvieron. Todavía no se instaló el gabinete y ya empezaron los problemas por las vicepresidencias. ¡Más de lo mismo! No es atractivo. En el Frente no se quiere ver la realidad. ¿Se piensan que son jodedores los que hacen las encuestas? Por ahí le erran en cuatro o cinco puntos. Siempre le erraron. Ahora, cuando le erran a favor nuestro son bárbaras, cuando le erran en contra son un desastre. Estamos cayendo. ¿Nadie se preocupa? ¿Piensan que es joda? ¿Que seguimos teniendo el 40% y pico de votos? ¡Por favor!
—¿Por qué nunca se animó a ocupar un cargo político?
—A mí me han ofrecido de diputado. Me han propuesto desde 1984. La única vez que acepté fue en el 1989 con la conformación del MPP. Era quinto o sexto, sabía que no iba a entrar. Pero era un proyecto en el que todos creíamos. Después he tenido propuestas, pero por mi forma de ser no podría estar sentado en el Parlamento. No tengo formación, no tengo capacidad de estudio, hago la “O” con un vaso. Me aburriría mucho allí, y a la semana tendría cortocircuitos. Soy de pocas pulgas.