Al entrar a la FIL los visitantes se encontraban con el original pabellón argentino de formato circular. En las paredes interiores se podía seguir la historia de la literatura argentina, mientras que por fuera, cuadros gigantes de la historieta Mafalda festejaban a Quino. Frente a ese pabellón, otro más pequeño lucía la foto de grandes dimensiones de Estela de Carlotto, presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, abrazada a su nieto recién recuperado, y un mural del caricaturista Miguel Rep mostraba dibujos de escritores argentinos y mexicanos. Muchos de ellos fueron especialmente recordados en mesas redondas y conferencias: Julio Cortázar, Adolfo Bioy Casares, Juan Gelman, Leopoldo Marechal y Octavio Paz, entre ellos.
El homenaje a Jorge Luis Borges estuvo a cargo de su viuda, María Kodama, quien con 77 años preside la Fundación Internacional que lleva el nombre de su marido en Buenos Aires.
Luciendo su pelo canoso y largo y con un hablar pausado y de cuidada dicción, Kodama leyó un discurso en el que recordó la gigantesca biblioteca de Borges y las anotaciones que iba dejando en los libros que leía, una suerte de ruta de lectura que usaba para elaborar otros textos o dar conferencias. En el momento de las preguntas, se detuvo especialmente a contestar por qué nunca le dieron el Premio Nobel a Borges.
Contó que en 1976, a través de una llamada telefónica, le solicitaron desde Estocolmo que rechazara una visita a Chile, en ese momento bajo la dictadura de Augusto Pinochet. Borges se negó rotundamente y al colgar supo que nunca recibiría el Nobel. “Yo en ese momento lo quise todavía más porque admiré en él algo que me enseñaron a admirar: a no traicionarse a uno mismo, no importa lo que se pierda, pero jamás traicionarse a uno mismo”, recordó Kodama. Agregó que a 28 años de su muerte aún sigue extrañando a su marido. “Lo pasaba muy bien con él, era divertidísimo. Mis amigos no me creían y me decían que era un espanto que estuviera con ‘el viejo de los laberintos’”.
Ana María Shua, Mempo Giardinelli, Alan Pauls, Eduardo Sacheri, Guillermo Martínez, Martín Kohan, Leopoldo Brizuela y Martín Caparrós, estuvieron entre los 60 escritores argentinos invitados. Dieron sus charlas, presentaron libros y los firmaron.
43: un número imborrable.
El lunes 1º por la tarde se hizo difícil el acceso a la FIL. Vallas metálicas y militares con uniforme camuflado detrás de sus escudos rodeaban el predio de la Expo. Parecía una zona de conflicto, aunque la amenaza la representaba un grupo de unos cien maestros que con un megáfono denunciaban la situación vivida en Ayotzinapa donde desaparecieron (y a esta altura es indudable que fueron asesinados) 43 estudiantes de magisterio cuando iban a una protesta contra la esposa del presidente Enrique Peña Nieto en el estado de Guerrero.
Los estudiantes desaparecidos fueron tan protagonistas como los escritores en esta edición de la FIL. Fue constante la alusión a lo vivido en Ayotzinapa en las presentaciones y mesas redondas, en los afiches con sus rostros que se veían en las paredes. Ese mismo lunes, mientras los maestros gritaban por justicia en la calle, dentro de la feria un grupo de escritores, ilustradores y editores hicieron su propia protesta. Caminaban por los pasillos con el número 43 semi borrado como estandarte. Cuando se detenían, mostraban un cartel con la foto de los estudiantes y otros que denunciaban al “narcogobierno”, a la “necropolítica”, a la “miseria”.
El ajetreo de la feria continúa apagado a lo lejos, pero en la zona de la manifestación todo se detiene. Algunas personas lloran en silencio y hay un estremecimiento general cuando comienzan a nombrar uno a uno a los estudiantes. Luego todos cuentan hasta 43 y la manifestación sigue entre el público, los flashes de las cámaras y los gritos que piden la renuncia del presidente Enrique Peña Nieto, que ese 1º de diciembre está cumpliendo dos años en su cargo.
Sabor a Jalisco.
Con unos cinco millones de habitantes, si se toma en cuenta la zona metropolitana, Guadalajara es la segunda área urbana más grande de México y la ciudad más importante del estado de Jalisco. Y la FIL es el gran evento cultural que enorgullece a la ciudad.
De Jalisco son los mariachis, el tequila y las tortas ahogadas, que se hacen con un pan llamado “birote” relleno de “carnitas” que se “ahogan” en chile. Los mexicanos más valientes las comen en su modo tradicional, pero también hay tortas “semiahogadas” o sin ahogar, para los extranjeros de paladar débil.
Guadalajara es una ciudad que nunca duerme. El tránsito aminora un poco en una o dos horas de la madrugada, pero hay comercios abiertos las 24 horas que venden, sobre todo, comida. El olor al cilantro, el epazote, la canela, el perejil, el jengibre o la hierbabuena es constante. También esos aromas estaban en la feria en los enormes locales de comidas.
El lunes 1º no fue solo un día de luto. En un momento empezaron a sonar las trompetas y hubo corrida de fotógrafos y camarógrafos. Otra manifestación se había armado tras los mariachis que iban cantando por la feria hacia la editorial Porrúa, ganadora del primer premio por su stand. Con altísimas estanterías de madera, la editorial mexicana construyó una especie de laberinto con unos 10.000 volúmenes. “Es un monumento al libro, pero no un monumento autoritario como los que suele haber en México”, dijo Víctor Ortiz, integrante del jurado.
Otro galardón destacado fue para el escritor italiano Claudio Magris, ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances.
Letra y música.
Entró a la conferencia de prensa con una camisa color verde rabioso y su cabeza totalmente canosa. David Byrne llegó a la FIL Guadalajara a presentar su libro Cómo funciona la música, publicado en español por la editorial Sexto Piso. Es el segundo libro del ex vocalista de Talking Heads, que aborda la música desde el punto de vista económico, histórico y personal.
“Escribí algunos capítulos para los músicos jóvenes sobre cómo difundo mi música y cuánto dinero se supone que debo obtener. Abrí mi clóset y revisé cuánto dinero hice, cuánto costó la producción del disco. Mi contador me dijo ‘no hagas esto, no le cuentes a todos sobre tu dinero’, pero los músicos no necesitan saber la teoría, ellos necesitan los números”, les contó a los periodistas, que también se enteraron que Alicia en el país de las maravillas es el libro preferido del señor Byrne.
Las filas para que los escritores más famosos firmaran ejemplares eran interminables. Arturo Pérez Reverte, que estuvo presentando su versión simplificada de Don Quijote de la Mancha, padeció estas muchedumbres que buscaron su rúbrica. Se sucedían las presentaciones, los números musicales, las conferencias y Pérez Reverte seguía firmando ejemplares y sacándose fotos con su sonrisa cada vez más desdibujada.
Además de libros, en la FIL hubo música de la buena. Pedro Aznar, Adrián Iaes y Horacio Fumero y Rodolfo Mederos Trío fueron algunos de los músicos que ofrecieron sus conciertos. En todo momento daba la sensación de que en algún lugar de la Feria estaba ocurriendo algo importante. Y había que caminar algunos kilómetros para no perdérselo.
El efecto Mujica.
“Usted me tiene que conseguir un encuentro con Mujica. Lo quiero abrazar”, le dice a Búsqueda un estudiante que trabaja en la Feria. “¿Nos visita de Uruguay? La felicito por su presidente”, comenta un taxista. José Mujica despierta admiración en algunos, curiosidad en otros. En el stand de Uruguay se vendieron todas las biografías o libros que tuvieran a Mujica en la tapa, y de paso, la literatura uruguaya salió ganando, porque fue uno de los años que se vendió más en la FIL, sobre todo libros de Idea Vilariño y Mario Levrero.
Cuando se supo que Mujica iba a la Feria, la expectativa fue enorme y varios periodistas internacionales querían entrevistarlo. La Universidad de Guadalajara le otorgó el sábado 6 el galardón Corazón de León en el Auditorio Salvador Allende. Es la segunda vez que un presidente recibe ese reconocimiento, el primero fue, justamente, Allende. El domingo 7 Mujica dio una conferencia en la FIL donde pidió que no se detenga la búsqueda de los estudiantes de Ayotzinapa.
La representación de escritores uruguayos en la Feria fue escueta: Mario Delgado Aparaín y Laura Santullo fueron los invitados. Ambos participaron de charlas con otros escritores en mesas llamadas Latinoamérica Viva.
Querido Gabo.
Miles de mariposas amarillas tapaban la pared de un pasillo junto a la editorial Planeta. Un hermoso homenaje a Gabriel García Márquez, fallecido en abril de 2014, y a su memorable personaje Mauricio Babilonia. El público pedía una mariposa, escribía algo para Gabo y lo pegaba en la pared. El lugar fue el preferido para sacarse fotos y uno de los más bellos escenarios de la FIL.
“¡Sigo sin entender Cien años de soledad!”, “¡Veo mariposas amarillas!”, “Un deleite, leerte”, decían algunas leyendas. Otros no se tomaron tan en serio la propuesta y escribieron el número de teléfono esperando alguna cita. Y hubo quien se equivocó de homenaje y escribió: “Gracias, Chespirito. Te extrañaremos”.
Muchas de esas mariposas transmitían el amor por los libros. Y una de ellas tal vez podría sintetizar el valor de la lectura, de los libros y de una Feria como la de Guadalajara: “Gracias por las horas de desvelo, por las imágenes, por las palabras. Gracias por hacer que nuestro mundo sea un poco mejor”.