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    En la recta final de su segundo mandato en Maldonado, Antía piensa en su retiro político y no descarta a Darío Pérez como sucesor

    Es martes después del mediodía y el intendente de Maldonado, Enrique Antía, se toma un jugo de naranja en la cafetería de un hotel montevideano en la rambla de Palermo. Está recién llegado de Punta del Este, donde asistió a un desfile popular por los 115 años de la principal ciudad balnearia del Uruguay, un destino que parece dejar de ser un punto turístico de temporada de verano para ostentar actividad todo el año. “Estamos en invierno y vas a ver un montón de apartamentos con luces prendidas”, se entusiasma Antía. El jefe comunal destaca la llegada de extranjeros y uruguayos de otros departamentos que se radicaron en Maldonado durante la pandemia y que han cambiado el paisaje y movido la economía del lugar. Muestra unas gráficas donde se presenta a Maldonado como una “tierra de inversiones” con millones de metros cuadrados aprobados a partir de exoneraciones tributarias.

    Confiado en que el polémico proyecto del Hotel San Rafael empiece a poner sus primeros ladrillos antes de que termine su mandato, admite que ha sido un “dolor de cabeza” por sus idas y vueltas. Sobre su futuro político, entrando en la recta final de su segundo gobierno, señala sin vueltas que tomó la decisión “personal y familiar” de no ocupar más espacios de primera línea. Y que pretende ayudar desde el llano a continuar el camino de sus anteriores gobiernos. Para eso, y como forma de fomentar unidad y eliminar grietas, no descarta el nombre de su antiguo adversario frenteamplista Darío Pérez como un posible sucesor que pegará la vuelta al Partido Nacional y que deberá ser validado por la gente en las urnas internas.

    Lo que sigue es un resumen de su entrevista con Búsqueda.

    —Se cumplieron 115 años de Punta del Este. Se puede hablar de un cambio en su escenografía y su demografía, con muchos extranjeros instalados desde la pandemia. ¿Ya no es solo una ciudad turística?

    —Sí, estamos en invierno y vas a ver un montón de apartamentos con luces prendidas. Cosa que no era común.

    —Dejó de ser una ciudad fantasma.

    —El año pasado, en plena pandemia, tuvimos un 10% más en toneladas de recolección de basura. Es un indicador. Sin duda que está habiendo un cambio. Hay mucha gente joven radicándose, matrimonios con hijos, argentinos y también uruguayos. Eso es una señal de crecimiento. Estoy esperando el censo del año que viene porque estamos seguros de que va a dar sorpresas. Hoy, me animo a decir, debe haber más de 220.000 personas en Maldonado, hay unos 8.000 universitarios. Y eso se nota en la economía departamental. Es un proceso de crecimiento que no es de hoy, lleva mucho tiempo, y tuvo un empuje en los últimos dos años.

    —¿Producto de la pandemia?

    —Mucho tuvo que ver la pandemia. Gente que descubrió la zona obligado a quedarse, otros disparando de crisis económicas y cuarentenas obligatorias. Y en Maldonado enfrentó bien la pandemia y también eso ayudó. La salud pública en Maldonado ha mejorado ostensiblemente. El 6% de la población de Maldonado que se atiende en la salud pública se atiende en policlínicas municipales.

    —En los últimos años ha habido un despegue de inversiones en obra privada en Maldonado. ¿Han existido incentivos, exoneraciones tributarias?, ¿cómo se puede aterrizar esto?

    —Creo que hay una gran motivación por un destino que está ofreciendo mucha seguridad, que fue una de las inversiones a las que nosotros le destinamos esfuerzo, y por muchos servicios de calidad en materia de higiene y limpieza. Esto ha generado una corriente de simpatía que coincide a su vez con un momento histórico de mayor rentabilidad en los ladrillos. A esto le agregamos la coincidencia de exoneraciones tributarias a nivel nacional y departamental que derivaron en un boom de inversión privada en materia de construcción y desarrollo. Y los números empezaron a dar. Por ejemplo, en un proyecto de 50 millones de dólares, las exoneraciones tributarias pesaban entre un 25% y un 32%. Y eso se dio, y se corrió la bola, y tomamos una serie de medidas inéditas como asociarnos en las exoneraciones que da el gobierno nacional, como por ejemplo en los fraccionamientos, exoneramos todas las tasas y tampoco pagan contribución hasta que no vendan el terreno. Lo mismo para un edificio de apartamentos: no pagan hasta que lo alquilen o lo vendan. No tener un costo impositivo en el medio ayudó muchísimo al inversor. Así hemos logrado aterrizar muchos proyectos que andaban ahí pero no bajaban. Eso es trabajo hoy y trabajo mañana. Es una industria para Maldonado. Mueve la aguja. En los últimos años tuvimos más de 2,6 millones de metros cuadrados aprobados a partir de las exoneraciones. Y el 80% se construyó o se está construyendo.

    —Pero esto tiene una contracara. Hay voces críticas con el crecimiento irregular y sin control, que cambia el paisaje de la ciudad.

    —No es así. Hay una respuesta muy sencilla en esto. Hay zonas en las que no se pueden hacer edificaciones de altura. Y es a rajatabla. Hay zonas que por más gran proyecto que venga no nos permitimos salirnos de la norma. Nadie va a un barrio jardín si al lado le encajan un edificio. El crecimiento del departamento está pautado por aquellas zonas donde se pueden dar servicios y se justifica. La peor zona que tiene Punta del Este son los edificios de la rambla Mansa en la parada 8 y la 16. Es uno pegado al lado del otro, sin garaje y sin árboles plantados. En nuestro primer gobierno tomamos la decisión de defender poca ubicación abajo y ocupar espacios hacia la altura, con mucho jardín.

    "No podemos tener un grupo de gente que mira de reojo y con recelo a aquel que viene a hacer turismo y descansar, porque eso no es una sociedad equilibrada. La intendencia hace un esfuerzo enorme en equilibrar a la sociedad. Lo hace en inversión en cultura, deportes, oficios. Y tener un asentamiento al lado de un club de golf, no solo es una contradicción, sino que deteriora esa imagen y ha generado pérdidas de desarrollo"

    —Hablando de edificios que crecen o no crecen, ¿ha sido un dolor de cabeza el proyecto del San Rafael con el empresario Giuseppe Cipriani? Parece que no se termina de concretar nunca, ha tenido varias idas y vueltas, modificaciones al proyecto inicial.

    —Ha sido un dolor de cabeza por las marchas y contramarchas. Y eso ha servido para la polémica. Ahí lo que ocurría es que había un espacio perdido. El San Rafael se estaba pudriendo, se llovía todo, las ratas andaban por todos lados. Estaba cerrado hace años. Y la manzana esa estaba abandonada, el destino era muy incierto. Ahí nosotros autorizamos la presentación de un proyecto especial si implicaba renovar el San Rafael. No nos podíamos quedar con esa manzana hecha pomada para siempre. Había un capricho de la propietaria en no invertir y no arreglar lo que había sin funcionar. Y se había puesto muy dura a la hora de negociar. En los últimos 15 años fracasaron 10 negocios.

    —Hasta que llegó Cipriani…

    —Hasta que llegó Cipriani, que le golpeó un día la puerta y atendió la doña y negoció con la doña comprarle el predio. Y ahí surgió la propuesta de renovar el San Rafael y hacer un casino y una propuesta inmobiliaria después. El hombre compra eso, paga una fortuna. Y en el medio cae una pandemia que realmente intervino. Todos los ingresos de esa empresa estaban vinculados al turismo y la hotelería en todo el mundo. Se trancó todo. Y en paralelo se hacían las gestiones para el casino, donde también hubo marchas y contramarchas. Hace unos meses apareció un socio inversor, un señor egipcio que está en el rubro de la construcción y de la hotelería. Y tenemos confianza de que ahora sí estamos en la etapa de concreción del proyecto. De hecho, presentaron uno más realista que el otro que había.

    —¿El nuevo es más realista? Son varios edificios altísimos. El anterior eran unos edificios horizontales.

    —Bueno, ese era inviable. Porque cuando fueron a presupuestar eso, el costo de obra lo hizo inviable. Un tipo de construcción que no es fácil llevar adelante en Uruguay. Este proyecto permite ir en etapas. La primera tiene que ser una sola, que supere los 200 millones de dólares y que incluya el casino y el hotel reconstruido, si no, no hay proyecto. Y se completa con un edificio atrás del hotel que refuerza al hotel. Y lo otro queda para una segunda etapa después de que se comercialice la primera.

    —¿Eso ahora está a estudio de la Junta Departamental?

    —La intendencia le sugirió modificaciones, fueron aceptadas, y ahora la Junta lo tiene que analizar. Es el mismo proyecto anterior, los mismos metros cuadrados pero está modificada su estructura. El proyecto está mejorado. Ojalá se concrete.

    —¿Cuándo?

    —Y una vez aprobado por la Junta estaría en condiciones de empezar a los seis meses.

    —O sea en este periodo de gobierno empezarían las obras.

    —Sí, yo no lo voy a inaugurar porque el tiempo de obra es de entre 30 y 36 meses.

    —Hay otra cara del glamour de los proyectos de hoteles lujosos que son los asentamientos, que Maldonado también los tiene. ¿Cómo se viene trabajando en el plan de transformación y realojamiento?

    —Es una señal que dimos, también. En Uruguay hay un alto respeto por la legalidad y el derecho, y los asentamientos eran una manchita en el departamento. La intendencia hace años que inició un proyecto de transformar los asentamientos en barrios y la gente del turismo lo ha visto muy bien. Porque además hay algo que tengo que resaltar: a vuelo de pájaro, en menos de un kilómetro, estaba el empresario bacán que venía a veranear y el que vivía en un asentamiento que le daba servicios. Es importante que haya un equilibrio en la sociedad. Nosotros no podemos tener un grupo de gente que mira de reojo y con recelo a aquel que viene a hacer turismo y descansar, porque eso no es una sociedad equilibrada. Entonces la intendencia hace un esfuerzo enorme en equilibrar a la sociedad. Lo hace en inversión en cultura, deportes, oficios. Y tener un asentamiento al lado de un club de golf, no solo es una contradicción, sino que deteriora esa imagen y ha generado pérdidas de desarrollo. Entonces en Maldonado hemos tomado una decisión de hacer un trabajo a fondo con el tema de los asentamientos. Y venimos logrando resultados excelentes. Ahora en este gobierno, la señal más fuerte fue cuando todos los turistas que iban a La Barra tenían que pasar por el medio del asentamiento El Placer y tenían temor, y a veces rompían los vidrios. Y eso hoy es un parque. Y ahora vamos por el Kennedy. Se están haciendo barrios buenos, de calidad. En este proyecto con el Kennedy vamos a tener una nueva escuela, una policlínica, más servicios, un barrio con servicios, salen de la ilegalidad y aspiran a algo propio. Nosotros entregamos viviendas muy dignas y los vecinos las han mejorado incluso. Uno le puso moquete, otro unas baldosas, otro un portoncito de madera, un jardincito, y se va transformando en barrio porque entregamos algo muy digno. Para nosotros sería un éxito eso de poder dar esa señal, de respeto a la ley. No queremos más niños criándose adentro del barro sin servicios de saneamiento. Es una señal que el departamento tiene que dar. Tenemos un compromiso de control para que no haya nuevas ocupaciones.

    "Estoy esperando el censo del año que viene porque estamos seguros de que va a dar sorpresas. Hoy, me animo a decir, debe haber más de 220.000 personas en Maldonado, hay unos 8.000 universitarios. Y eso se nota en la economía departamental. Es un proceso de crecimiento que no es de hoy, lleva mucho tiempo, y tuvo un empuje en los últimos dos años"

    —El presidente Luis Lacalle Pou ha dicho que una de sus obsesiones es la erradicación de las viviendas irregulares; el plan Asentamiento Cero ¿ha mirado a Maldonado como ejemplo a seguir?

    —Sí, Luis ha estado en Maldonado, lo conoce bien, ha participado de las distintas etapas de inauguración que hicimos y confía en que este puede ser un camino para transitar. Nosotros estamos haciendo algo interesante para evitar que la gente se instale en un asentamiento, estamos vendiendo lotes de servicios, baratos y subsidiados. Son terrenos con luz y saneamiento. Y eso va frenando esas intenciones. Hay un plan global en el departamento que ataca varias puntas y problemas de la sociedad. En El Placer había nueve bocas de pasta base.

    —Justamente, el tema de la delincuencia y los enfrentamientos por drogas en San Carlos es complejo.

    —San Carlos ha mejorado también en seguridad. Pero está el viejo problema de las bandas narco.

    —Parece tierra de nadie.

    —Lo que pasa es que antes la cárcel de Maldonado era una cárcel departamental pequeña y pasó a ser una cárcel nacional y se llenó de presos de todos lados. Y desde la cárcel se maneja el tema de la droga. Se entreveró gente con mucho oficio, con muchas mañas. Y eso generó un problema que ahora se está atendiendo. En San Carlos se instaló una base de la Policía Republicana y realmente se ha mejorado, se han notado cambios.

    —¿Todavía integra el Grupo de los Intendentes dentro del Partido Nacional?

    —Sí, señor.

    —¿Y qué va a pasar con ese grupo?

    —El grupo existe porque los intendentes aprenden a trabajar en equipo. Y va a ayudar, como ayudó en la elección pasada, a ganar el gobierno nacional. El grupo, sea más grande o más chico, va ayudar a defender la gestión del gobierno.

    —En las elecciones pasadas terminaron en una alianza con el herrerismo.

    —Bueno, pero eso fue coyuntural. Lo importante es que seguimos hasta lo último y sabemos que le aportamos una cifra, un grupo de gente para que el partido ganara, algo que fue reconocido, y sin pedir espacios políticos en el Ejecutivo. Nosotros vamos a ayudar al gobierno a defender la buena gestión que está haciendo. No es momento electoral para hablar del cómo.

    —Usted ya cumplió dos periodos en la intendencia y no tiene chance de ser reelecto. ¿Dónde está su futuro político?

    —Yo, honestamente, tomé una decisión personal, familiar, de ayudar sin ocupar espacios. Le debo un tiempo a mi familia. Pero estoy para ayudar. Yo estoy preparando el equipo para que continúe con una línea de gobierno que ha sido exitosa para el departamento.

    —Y en esa preparación de terreno, ha habido un acercamiento con el frenteamplista Darío Pérez que es interesante…

    —Es interesante y es producto de la gestión pública. El entendimiento con Darío surge de un objetivo, que fue trabajar juntos todo lo que sea bueno para Maldonado. Si él ganaba, yo lo apoyaba a él. Si yo ganaba, él me apoyaba a mí. Fue lo que pasó. Cumplió con su palabra. Y eso resultó en un castigo del electorado frenteamplista. Yo tengo el reconocimiento a una actitud de compromiso y lo invité a trabajar en cosas de Maldonado; estamos llevando adelante un proyecto piloto de prevención en materia de drogas y creo que va a dar mucho resultado, y él ha aceptado ser el coordinador del proyecto. Es un acuerdo con el gobierno nacional. Darío agarró esa responsabilidad y eso nos acerca en los objetivos. Él ha manifestado, con alegría para nosotros, que se va a reintegrar a su viejo Partido Nacional.

    —¿Lo trajo de vuelta?

    —No lo traje, él nunca dejó de ser blanco, me parece. Aparte tiene muchos amigos en el partido nuestro. Y creo que ahí también vamos a dar un mensaje de unidad nacional que al país le va a ser útil, porque gente que proviene de un sector de izquierda y que sea capaz de trabajar con gente de otros sectores en proyectos comunes, creo que es una linda bandera en un país que precisa de encuentros y no de la grieta.

    —¿Lo ve como un posible sucesor suyo?

    —Si la gente lo dice así en las internas, será. Y si no, será un colaborador más. En Maldonado no pensamos digitar nada. Mi carrera política es producto de unas elecciones internas en las que apareció mi nombre y no era el nombre oficial de nadie. Ninguno de los tres candidatos a presidente quería que yo fuera su candidato. Fui un nombre independiente. Entonces yo no puedo manejar esa línea, hay que valorizar lo que es una elección interna, dar el espacio para que todos aquellos que quieran servir se postulen. Ahí voy a estar yo, apoyando a aquellos que diga la comunidad.

    En un rol menos activo, menos protagonista.

    —Voy a estar, pero sin ser candidato. Ya me rompí la vida trabajando. Muchas horas de trabajo en lo privado y en lo político. Un poquito hay que aflojar. Todo el mundo me ve muy joven porque soy muy activo y muy dinámico, pero ya tengo mi tiempo, ¿no?