Madrid. Europa está pasando por un mal momento, ha perdido peso relativo en el mundo y si no reacciona rápidamente, con liderazgos más firmes y con soluciones concertadas para superar la crisis, eso afectará su credibilidad y la moneda que ha creado.
Esta es la visión, en este momento, del excanciller uruguayo, expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y hoy titular de la Secretaría General Iberoamericana (Segib), Enrique Iglesias, quien, sin ignorar las dificultades que aparecen día a día, igual no ve que todas las puertas estén cerradas.
De todas formas recomienda apurarse, salvo en algún caso, como se puede entrever en su diplomática respuesta al final de esta entrevista con Búsqueda.
—Alemania busca, como todos los países europeos, sortear una de las crisis más violentas que ha vivido Europa en su historia. Pero la crisis golpea a los países en variadas posiciones. Alemania, junto con los nórdicos, Holanda y Austria, tiene buenas tasas de crecimiento y baja desocupación. Los países del sur, junto con Irlanda, atraviesan situaciones difíciles y, algunos, muy difíciles. Francia ha podido superar los problemas pero con tendencia a tasas bajas de crecimiento. En ese contexto, la alianza Alemania-Francia se impuso a los demás con su manera de encarar la salida de la crisis. En particular, Alemania ha quedado muy marcada por su historia de crisis, como lo recuerdan los años 1919 y 1945. Y tiene un fuerte apego, tanto de sus gobiernos como de la opinión pública, a la austeridad y a los equilibrios fiscales como punto de apoyo para su desarrollo económico y social. El ajuste fiscal también lo comparten los demás países: hoy nadie puede jugar con los déficits y hay que procurar dominarlos. Pero se cuestionan los tiempos para lograrlo y, sobre todo, se cuestionan soluciones libradas solo a la austeridad. Por eso hay una fuerte presión por políticas de crecimiento, además de la austeridad. De lo que se trata es de expandir la demanda y quebrar el círculo vicioso de la “crisis perfecta” que viven algunos países: los empresarios no invierten, los consumidores no consumen, los estados reducen sus gastos, los bancos no prestan y con ello aumenta el desempleo peligrosamente. Hay crecientes inquietudes sociales y todos los gobiernos en el poder, de derecha o de izquierda, son barridos por el descontento social. El clamor por conciliar la búsqueda del equilibrio fiscal con más tiempo y con impulsos a medidas de crecimiento está siendo alentado con la llegada del nuevo presidente francés, el socialista Hollande, y las voces de alerta en esa dirección del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo. Creo que la estrategia Merkel-Sarkozy será revisada próximamente por la Unión Europea. De lo contrario, se confirmarían las predicciones del Nobel en Economía Paul Krugmann, que define a las actuales políticas europeas como un “suicidio colectivo”.
—¿Seguirá Grecia en el euro? ¿Por cuánto tiempo más? ¿Le conviene? ¿Y España? ¿Qué pasa si se sale? ¿Y Portugal e Italia?
—Contestarle esta pregunta hoy, luego de las elecciones griegas, es mucho más difícil que hace dos semanas. La crisis griega es tremenda y tiene profundas repercusiones sociales. Las políticas de ajuste son muy severas. Eso dio lugar a que el Parlamento griego se fragmentara en las recientes elecciones con la llegada de grupos extremistas de izquierda y de derecha, lo que hace muy difícil lograr acuerdos para formar gobierno. La crisis griega no ha estado exenta de malos manejos de las políticas económicas y sociales y algunos otros pecadillos en el manejo de la información. Pero claramente la situación actual es difícil e insostenible a pesar de los rescates europeos y del perdonazo de más del 50% de la deuda externa. Hay posiciones dentro de la opinión pública y política de Grecia que quisieran dejar el euro. Se sabe lo que está costando rescatar la economía dentro de la moneda común europea. Nadie sabe lo qué costaría hacerlo fuera del euro y del mercado europeo. Es de lamentar que la reacción europea haya sido tan lenta y, por ello, más costosa. Yo espero que aparezcan soluciones para hacer soportables los ajustes. Pienso así que Grecia, fuera del euro, tendría costos mayores que los actuales y la Unión Europea podría encontrarse con un fenómeno de contagio que debilitaría la confianza en el euro al extenderse la desconfianza a otros países.
—¿Se está tan lejos de una Europa sin euro y con fronteras?
—Espero sinceramente que ese no sea el escenario. La construcción de Europa comunitaria y la creación de una nueva moneda de reserva, además del dólar, es un hecho de gran significación y que importa mucho a la economía mundial. Yo creo, como dijo Lula cuando visitó España, que Europa es un ejemplo en muchos aspectos para América Latina. Por tanto, confío en que se pongan a funcionar mecanismos de crecimiento que mejoren las soluciones en curso y devuelvan la confianza y la esperanza a la gente. El mundo precisa de una Europa fuerte y dinámica. También la realizamos nosotros, en América Latina, que hemos aprendido de sus instituciones políticas, de sus políticas sociales que los llevaron a un envidiable estado de bienestar y de la alta calidad de su desarrollo económico. La sociedad europea no quiere perder el estado de bienestar que ha logrado y tiene razón. Pero deberá hacer ajustes en gastos sociales superfluos o ineficientes. Y, sobre todo, debe aceptar que no se sostendría una moneda común sin una política fiscal coherente y equilibrios fiscales concertados. Algo se ha venido acordando, pero llevará tiempo lograrlo.
—¿No es verdad que Europa “ya fue”, porque ha perdido peso y credibilidad?
—Como le dije anteriormente, Europa está pasando un mal momento. Aclaremos: no toda Europa. Hay países fuertemente castigados, especialmente en el sur. En cuanto al peso, claramente la aparición de los países emergentes, especialmente los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), está reacomodando las posiciones de poder económico relativo en el mundo. Es inevitable y es además deseable. Eso, inevitablemente, afecta al peso relativo de Europa en el mundo. Ahora bien, si Europa no reacciona más rápidamente con liderazgos más firmes y con soluciones concertadas para superar la crisis, sufrirá claramente su credibilidad y la moneda que ha creado. Me preocupa además, la división que se percibe entre los países del norte y del sur. Esa división se está extendiendo en las opiniones públicas con imágenes deformadas de las realidades del sur, como se ven desde el norte. Es simplificar la realidad hacer creer que todas las virtudes están en el norte y todos los pecados en el sur. Veo un crecimiento del racismo y de la xenofobia que, de progresar, le harían perder a Europa la credibilidad que ha ganado en el mundo durante la posguerra. Esto pone de relieve que, más allá de las soluciones técnicas, este es un momento de la política con mayúsculas.
—Pero hasta Estados Unidos ya reniega de Europa. ¿Quién tiene razón?
—Yo no hablaría de “renegar” porque las relaciones de Europa con Estados Unidos están en el nacimiento mismo de la nación americana. Lo que sí veo son diferencias en cuanto a las estrategias de salida de la crisis, como le mencioné anteriormente. Y distintos ritmos. En Estados Unidos no se entienden los tiempos que se toma Europa para reaccionar en identificar e implementar políticas. En las crisis, un factor clave para su superación es actuar con rapidez. Esa virtud no la tiene Europa hoy, lamentablemente.
—En España las cifras espantan, pero da la sensación de que los españoles creen que ellos no son los culpables. El PSOE le dio cifras falsas a la Unión Europea y ahora sale a la calle a protestar contra el gobierno. Nadie quiere dejar la siesta, las largas sobremesas y unos beneficios sociales “de puta madre”, que no hay quien los banque...
—...vamos por partes. Antes de la crisis, España tenía superávits fiscales y uno de los endeudamientos más bajos de Europa. Por tanto, no fueron las malas políticas las causantes de la crisis sino la proyección de la crisis internacional lo que precipitó los problemas en España. El elemento más negativo lo constituyó la burbuja inmobiliaria española de los años precedentes, que fue, dicho sea de paso, financiada en buena medida con los ahorros alemanes. La interrupción de la venta de inmuebles precipitó una crisis de grandes proporciones que afectó especialmente a las cajas de ahorros y a la banca más comprometida con grandes stocks de viviendas sin vender. Hoy España está haciendo ajustes muy severos en el área fiscal, laboral, bancaria y de gasto público. Tiene algunas de las empresas más grandes del mundo, especialmente en el área bancaria y de comunicaciones, y está ligada de forma principal con una de las áreas más prometedoras del mundo actual, que es América Latina. Ha invertido en infraestructuras y ha desarrollado un estado de bienestar ejemplar en muchas áreas. Tiene espaldas anchas y va a reaccionar. Pero sucede que hoy, ningún país sale solo si la comunidad europea no hace valer los principios de solidaridad comunitaria y busca soluciones compartidas. Alemania tiene en estos momentos un superávit en cuenta corriente del 6%; más que el chino. Con un plan de crecimiento donde países como Alemania y otros abran las puertas al resto de los países europeos, la reacción de la economía española no demorará como lo están demostrando los avances en materia de exportaciones que están creciendo dinámicamente como no lo habían hecho nunca en el pasado. Mientras tanto, se están haciendo ajustes en el gasto público que eran necesarios para racionalizarlo y evitar algunos excesos, especialmente en algunas inversiones en infraestructuras. Son momentos difíciles, sin duda, pero España va a salir.
—El diferendo Repsol-YPF, ¿es un duro golpe para el éxito de la Cumbre Iberoamericana de Cádiz, prevista para noviembre próximo?
—No lo creo. Yo no creo que tengamos por delante lo que en algún momento se llamó una oleada de nacionalizaciones. Son problemas muy específicos y puntuales, pero no una tendencia generalizada. La inversión española es la primera o la segunda en los países de la región y, en medio de la presente crisis, la inversión española creció 11% el año pasado con respecto al anterior. Yo veo la Cumbre, más que como un problema, como una oportunidad para restañar malentendidos entre los Estados. Hay 200 años de amistad y de integración, no solo económica sino humana entre España y América, que no se pueden ni borrar ni olvidar. Para recordarlo sirven los contactos humanos de las Cumbres Iberoamericanas.
—Muchos gobernantes latinoamericanos, además de estar deslumbrados consigo mismos y aburridamente miopes con su antiimperialismo, están demasiado entusiasmados con sus nuevos amigos chinos. Los chinos son socios peligrosos. Ellos solo ven sus intereses. Y, en cuanto a tasas, dicen que cuando prestan son bastante altas. ¿Usted qué cree?
—La relación con China se ha trasformado en un elemento fundamental para todo el mundo y, por supuesto, para América Latina, especialmente proveedora de materias primas que están radicadas en su mayoría en Sudamérica. Los chinos son además, muy buenos vendedores y constituyen un desafío fenomenal a la competitividad de nuestras manufacturas. Y por supuesto que son también inversionistas con una creciente presencia en la región. Con respecto a nuestro relacionamiento con otras áreas como Norteamérica o Europa, tenemos siglos de vinculación y conocimiento. Con China aún faltan muchos capítulos por descubrir. Tendremos que acomodarnos, ambos, a conocernos y aprender a trabajar juntos respetando contratos y abriendo puertas para tener relaciones balanceadas y respetuosas de nuestras leyes, de nuestro medioambiente, de nuestras costumbres. Como se ha recordado estos días en la prensa española, García Morente sostenía que en las relaciones iberoamericanas son más importantes los tratos que los contratos. Con China tendremos que pasar un buen rato por los contratos para abrir espacio a los tratos.
Economía
2012-05-17T00:00:00
2012-05-17T00:00:00