N° 1955 - 01 al 07 de Febrero de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSon muchas las señales que se suman semana a semana como para que pasen inadvertidas. Primero lo dijeron periodistas, politólogos, analistas, líderes de opinión y en estos días se sumaron los “autoconvocados”, que prefieren no identificarse con ningún partido político.
“Basta”, es lo que piden. Se terminó el cheque en blanco, la mirada distraída, el consentimiento a los excesos inexplicables, la complacencia o el perdón a los desvíos éticos menores o a los privilegios sin demasiado sentido.
La mayoría de la población muestra su fastidio, que, aunque silencioso en un primer momento, ahora empieza a transformarse en un zumbido en las orejas de todo el sistema político y en especial de los responsables del gobierno.
La semana pasada recordábamos en Búsqueda a través de esta página editorial, de columnas, de notas periodísticas y de fotos a nuestro maestro y exdirector durante la última década: Claudio Paolillo. Sus reflexiones siempre fueron polémicas y removedoras y así nos lo siguen haciendo saber sus miles de lectores, que comparten con nosotros la tristeza por la ausencia.
Vale para esta ocasión recordar solo tres pasajes de algunas de sus columnas más comentadas durante los últimos meses como presagio de lo que hoy salta a la vista de casi todos. A mediados de 2016, cuando los debates políticos se centraban en cuestiones menores, Paolillo hablaba de La muerte lenta en la sociedad uruguaya.
“Una muy poderosa bomba ya reventó en Uruguay. Pero no se trata de una que arrasa con la vida de miles de individuos apenas estalla. No. Es una bomba que explota y mata de a poco. Lanza un gas que abomba a las personas y estas van muriendo casi sin darse cuenta, mientras los que siguen en la macabra fila observan el fenómeno como si fuera parte de la naturaleza, de un destino inmodificable o de un designio divino.
La sociedad uruguaya está tan abombada que gasta toda su energía en debates estúpidos sobre los asuntos más minúsculos y superfluos, mientras la gran bomba de la muerte lenta avanza sin parar en la destrucción de lo que va quedando en pie”, escribió en esa oportunidad al referirse a los problemas en la enseñanza y a lo lejos que estaban la mayoría de los políticos de los asuntos de fondo.
Un año después, en setiembre de 2017, Claudio abordó el peso del Estado en la economía y cómo mantener un negocio privado se hace casi imposible, salvo que el cliente sea la administración pública.
Bajo el título Flor de negocio, escribió: “Cuentan que una vez, un conde millonario le regaló al papa Pío IX una importante suma de dinero en una caja que tenía la forma de un libro. ‘Gracias’, le dijo el Papa y, mirando con curiosidad la forma de la cajita, preguntó sonriéndose: ‘¿Cuándo aparecerá la segunda edición de este libro?’.
Parecida a esa es la respuesta que, día tras día, ofrece a los sacrificados contribuyentes uruguayos el Estado glotón que padecemos. Alguna vez, de tanto tragar, se empachará. Habrá llegado entonces la oportunidad de cortarle la cabeza de una buena vez”.
Como si no estuviera suficientemente claro, tres meses después publicó una nueva columna al respecto bajo el título Alertas de fin de año. Allí se refirió al origen de la Carta Magna inglesa, surgida hace 802 años como forma de contrarrestar los excesos cometidos por la monarquía.
“Por suerte, en Uruguay no hay monarquía. Pero es probable que esté llegando la hora para que una Carta Magna similar a esta sea impuesta a autoridades electas por el pueblo que —rehenes por voluntad propia de un pequeño grupo de retrógrados— han demostrado su incoherencia para gobernar”, opinó.
El fastidio iba creciendo y así lo anticipaba Claudio, al igual que lo comenzaban a mostrar las encuestas y lo detectaban especialistas en opinión pública.
Hoy un grupo de “autoconvocados” que se alejan lo más posible de las banderas partidarias moviliza a una parte importante de la sociedad uruguaya e incluye como uno de los principales puntos de su proclama el poner fin a los privilegios de que gozan los parlamentarios y los gobernantes.
Hoy el reclamo por bajar los costos del Estado trasciende a los especialistas y a las plataformas electorales y son desde los productores y empresarios, pequeños y grandes, hasta los trabajadores asalariados los que desesperan por un poco menos de impuestos.
Hoy las encuestas muestran que dos de los únicos tres políticos uruguayos que tienen un saldo positivo en su popularidad están cerca de los 80 años y que todos los líderes de todos los partidos políticos, sin distinción, sufrieron una baja en su aprobación durante los últimos años.
Hoy el politólogo Ignacio Zuasnabar advierte que estamos en uno de los momentos de mayor distancia entre el sistema político y los ciudadanos representados, que se sienten desencantados y que han disminuido mucho su tolerancia, según muestran los sondeos realizados por la empresa que dirige, Equipos Consultores.
Hoy son cada vez menos los jóvenes que abrazan la militancia política como forma de procurar mejorar la sociedad en la que viven o los adultos talentosos que optan por el camino de un cargo público de responsabilidad en lugar de hacer su carrera en el sector privado.
Hoy, como decíamos al principio, sobran las señales que reclaman un cambio de actitud del sistema político para afrontar los problemas de fondo ahora, sin el más mínimo espacio para la demora.
Mañana puede ser demasiado tarde.