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    Es urgente la figura del “acompañante pedagógico” para estudiantes con TEA, dice experta

    El incremento de la prevalencia de ese trastorno es “alarmantemente significativo” y la respuesta a las familias es que el sistema “no está preparado”, sostiene la coordinadora de la primera tecnicatura en el rubro

    En el último censo elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) se incluye una pregunta sobre si en el hogar familiar hay personas con diagnósticos vinculados a trastornos del espectro autista (TEA). Este punto llamó la atención de la psicopedagoga Natalia Avero, especialista en el tema, que es además impulsora y coordinadora de la primera Tecnicatura en Acompañamiento Pedagógico del país.

    “La pregunta me impactó porque quiere decir que es un tema que preocupa en especial, al punto de incluirlo en el relevamiento oficial. Y no se pregunta por otros trastornos, discapacidades o situaciones de forma amplia. La consulta refiere a un diagnóstico específico: si hay alguien en la familia con TEA”, observó Avero, también coordinadora académica del Instituto Universitario Elbio Fernández.

    Esta experta está convencida de la necesidad de que el sistema de enseñanza pública y privada cuente con la figura del “acompañante pedagógico” ante el “gran número de estudiantes con TEA o con probables futuros diagnósticos de TEA”, dijo, dado que muchas veces hay un proceso de espera hasta que el diagnóstico llega. En medio, agregó, los estudiantes y las familias se enfrentan a situaciones tan imprevistas como angustiosas.

    Las personas con TEA suelen tener problemas de comunicación e interacción social y conductas o intereses restringidos o repetitivos. “Ya a nivel preescolar hay identificados muchísimos casos”, aseguró Avero, y precisó que años atrás el fenómeno no estaba visualizado. Según otros expertos, esto puede deberse a que hoy existen más recursos para su detección y profesionales mejor capacitados para evaluar e identificar el trastorno.

    Los últimos sondeos —que datan de hace más de una década— señalaban un estudiante con TEA por cada 64 alumnos. En Brasil, son uno por cada 34, prácticamente uno por clase. “No debería llamar la atención que Uruguay hoy esté en esas cifras”, estimó Avero a la espera de los resultados que recoja el INE.

    La mayoría de las escuelas uruguayas tienen “al menos un niño diagnosticado con TEA por grado y en algunos casos están cerca de uno por grupo escolar”, indicó la experta, para concluir: “Hay números que nos tienen que llevar a la reflexión, para revisar nuestras prácticas docentes”.

    Un planteo político en esta línea es el expresado por la exsindicalista municipal Valeria Ripoll —hoy integrada al Partido Nacional—, que tiene un hijo con TEA y que ha expresado la necesidad de que el país cuente con un mejor sistema de acompañamiento enfocado en el trabajo sobre autismo y discapacidad, partiendo de los problemas socioeconómicos que enfrentan muchas familias.

    Basada en su experiencia clínica, Avero insistió en que el aumento de la prevalencia de TEA es “alarmantemente significativo”.

    “Hay una lucha permanente de las familias para que sus hijos sean aceptados y puedan permanecer en las escuelas, porque la respuesta institucional que suelen encontrar es que el sistema ‘no está preparado’ para atender esta demanda”, explicó Avero. El fenómeno también afecta a alumnos “más funcionales” que llegan a secundaria con trastornos del desarrollo incluidos dentro del espectro autista, aunque se diagnostican tarde, incluso ya en edad adulta.

    Una nueva figura

    En Uruguay no existen antecedentes en acompañamiento pedagógico profesional, por lo que la atención de niños y adolescentes con TEA pasa a depender de los recursos de cada familia o del apoyo de la institución educativa, remarcó la experta, aludiendo a la necesidad de crear la primera tecnicatura en el área pensada para la inclusión desde la educación inicial.

    Desde 2014, antes de la creación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados, Uruguay cuenta con la figura del “asistente personal”, en principio restringida a los casos de dependencia extrema, que brindan el Banco de Previsión Social (BPS) y el Ministerio de Desarrollo Social (Mides), pero ajena al ámbito educativo. Empero, muchas familias terminan utilizando estos servicios para acompañamientos a escala escolar, porque no existen otras figuras con roles específicos en esa área.

    Esta figura fue creada en un inicio desde una mirada de los cuidados y se fue adaptando a los requerimientos y las exigencias plasmados en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (ONU, 2006), pero con una formación dirigida en especial a las actividades de la vida diaria, más allá de una perspectiva pedagógica.

    En los hechos, la figura del asistente personal, si bien no fue creada para el ámbito educativo, fue captada de inmediato por este sector, revelando algunas carencias. Es por esto que desde la sociedad civil se intenta definir el perfil del “acompañante pedagógico”, considerando la especificidad de este rol, que no debe definirse como sinónimo del “asistente personal”.

    En 2020, el Consejo Directivo de la Institución Nacional de Derechos Humanos (Inddhh) aprobó la creación de un grupo de trabajo sobre discapacidad y educación en conjunto con organizaciones sociales y otros organismos del Estado vinculados a la educación —que incluyó al Ministerio de Educación y Cultura, la Administración Nacional de Educación Pública, Naciones Unidas Uruguay y gremios docentes— para elaborar un protocolo de actuación, en el marco de una campaña financiada por la Unesco.

    Ya en 2021, se presentó el Protocolo guía para las situaciones de rechazo y discriminación por motivos de discapacidad en al ámbito de la educación.

    El Área de Denuncias e Investigación de la Inddhh recibe “continuamente” consultas y denuncias de familias de personas en situación de discapacidad, con un alto porcentaje dentro del espectro del autismo, en relación con la vulneración del derecho a la educación y al derecho al “acompañamiento pedagógico” en la escuela y el liceo, con riesgo de marginalización o exclusión educativa. Actualmente, este recurso es el único individualizado para que esta población pueda acceder a una educación inclusiva de calidad.

    De ahí que los actores públicos y privados involucrados en ese objetivo consideren relevante definir los aspectos esenciales para que el desempeño de este rol en las aulas configure el perfil de un “acompañante pedagógico”.

    Tecnicatura

    En el ámbito educativo hay algunas figuras y recursos que han contribuido y aportado a la inclusión de colectivos en situación de vulnerabilidad, como son los maestros comunitarios, los intérpretes de señas, los asistentes técnicos, entre otros programas de tutorías y de apoyo educativo.

    No obstante, el rol que cumplen estas figuras no es sinónimo del de “acompañante pedagógico”, que trasciende el sistema de cuidados y de dependencia en casos extremos. El acompañante pedagógico es considerado “un recurso humano profesional” que dispone de un saber pedagógico didáctico y de competencias específicas que posibiliten acciones en coordinación con los equipos educativos y la familia como figura de apoyo para estudiantes en situación de discapacidad.

    En ese marco, el Instituto Universitario Elbio Fernández creó este año la primera Tecnicatura en Acompañamiento Pedagógico del país, que coordina Avero, con el objetivo general de formar profesionales en esa área de la educación, pública y privada.

    Se trata de un recurso decisivo en los procesos de inclusión educativa integrado a un trabajo colaborativo. Su función principal es acompañar las trayectorias educativas en los distintos contextos considerando la diversidad y las particularidades de cada alumno, explicó Avero.

    Para eso se debe conformar en primera instancia una dupla pedagógica con el docente referente en clase —que es el primero en identificar estas necesidades y conductas—, así como un equipo de trabajo junto con la familia, la institución educativa, otras figuras de apoyo y profesionales externos.

    Los docentes, en general, sienten que en sus programas de formación “no reciben los elementos necesarios o suficientes como para abordar las dificultades que se encuentran en función de lo que escapa a lo ‘normotípico’ dentro de la clase”, y esto “quiere decir que el modelo educativo no tiene pensadas estrategias específicas adecuadas y suficientes para promover la inclusión educativa”, puntualizó Avero, que en el instituto también trabaja en la formación de maestros de la primera infancia en el curso Diversidad en el Desarrollo en el Aprendizaje.

    “A nivel institucional no siempre y en todas las instituciones están los recursos específicos para acompañar estas situaciones; no siempre hay gente preparada, aunque existan equipos de apoyo o multidisciplinarios en centros educativos —integrados por psicólogos, psicopedagogos, maestros especializados y psicomotricistas—, pero que no son de acompañamiento específico y personal para cada situación en cada clase y alumno”, apuntó.

    “No es lo mismo que esto lo haga una persona sin formación específica ni reglamentada y sin protocolos de actuación. En estos casos, se vive en un ámbito de mucha soledad y su rol suele quedar en una nube de incertidumbre”, añadió.

    La tecnicatura está orientada a “minimizar las barreras” frente al aprendizaje y la participación, resumió Avero. Están habilitados para cursar todos los egresados de bachillerato de cualquier orientación, así como maestros, profesores y profesionales y agentes involucrados en áreas afines. El plan de estudio —que tiene una duración de dos años dictados en cuatro semestres y en modalidad híbrida— incluye asignaturas que ofrecen desde herramientas para el acompañamiento en educación formal y trastornos del neurodesarrollo hasta terapias asistidas con animales, actividades físicas y culturales, inserción, habilidades sociales e intervención en tecnologías digitales.

    La propuesta incluye una “visión integral” que actúa dentro y fuera del aula, detalló la coordinadora del curso, porque suele suceder que, en algunos procesos de acompañamiento que funcionan en clase como un mecanismo de apoyo, cuando llega la hora del recreo no continúan. Sin embargo, en esos momentos estos estudiantes también necesitan de acompañamiento para desplegar relaciones con sus pares. Por ello el plan incluye una asignatura vinculada con la recreación y el tiempo libre.

    “Una persona con TEA no podía ir al cine, porque al inicio la publicidad es muy alta, cuando se apagan las luces puede colapsar o el volumen de la propia película es excesivamente alto. Esas cuestiones se están corrigiendo”, dijo Avero. “¿Pero qué pasa con el teatro? No hay nada. ¿Por qué estos niños y adolescentes no pueden disfrutarlo cuando además muchos demuestran un interés muy marcado en las artes? Estas figuras de acompañamiento pedagógico también pueden actuar de soporte en estas cuestiones”, planteó.

    Información Nacional
    2023-09-06T20:14:00