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    Esfuerzos públicos por reforzar la atención médica rural chocan con el desinterés profesional reflejado en cargos vacantes

    Un llamado para diez policlínicas solo logró dos designaciones; los médicos rurales se ven como una especie en extinción y para la Federación Médica del Interior es un “grave problema”

    Se llama General Enrique Martínez, pero para todos es La Charqueada. Es una localidad de Treinta y Tres junto al río Cebollatí de unos 1.700 habitantes, distante 60 kilómetros de la capital departamental y 37 de Vergara. Se llama Claudia Conde y es la doctora del pueblo desde hace 30 años. Su casa está al lado de su trabajo, en la policlínica de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), una de las obras impulsadas por el empuje del padre Vicente Monteleone, un salesiano fallecido en 1991 y algo así como un prócer local.

    Dice Conde que su profesión es parte de una especie en vías de extinción. En la policlínica atiende de lunes a viernes. Los controles pediátricos los hace en la tarde. Cuando termina su horario de trabajo, si tal cosa existe, está a disposición de urgencias o emergencias. Ella, presidenta de la Sociedad de Medicina Rural (Someruy), ha sido partera, cardióloga, traumatóloga, intensivista y hasta psiquiatra, atendiendo nacimientos, infartos, accidentes viales y cuanta crisis surja.

    Ser el médico de un pueblo chico quiere decir que cualquier rincón del pueblo puede convertirse en un consultorio improvisado. Al menos eso es lo que sienten los pacientes que, según cuenta Conde, creen que todo momento y todo lugar es válido para plantear sus inquietudes. “Uno trata de ir al almacén como cualquier vecino y te abordan con preguntas. Yo les digo que hay un lugar donde eso sí corresponde. He tenido situaciones muy divertidas, pero los límites los lográs establecer con el tiempo. Esto es como una familia, nos llevamos bien, nos peleamos, nos abrazamos, nos tomamos una cerveza durante el carnaval y seguimos adelante”, cuenta a Búsqueda.

    Los médicos rurales están en extinción, subraya. Pero tampoco está claro cuántos son, más allá que sean muy pocos. “Los últimos datos oficiales son de 2011 y decían que había 400 médicos afincados en localidades del interior de menos de 5.000 habitantes. Hoy, como mucho, será el 50% de esa cifra. Y hay departamentos, como Soriano o Durazno, donde no hay médicos afincados en su interior”, asegura. Por esos lugares, agrega, lo que se hacen son “rondas rurales, una vez por semana o cada quince días, de médicos, parteras u odontólogos”.

    Otros números hablaban de 260 en 2015, según un documento elaborado por Marcela Cuadrado, entonces presidenta de la Sociedad Uruguaya de Medicina Familiar y Comunitaria (Somefac), la otra sociedad científica con presencia en el terreno rural, para un evento regional sobre el tema realizado en Cali, Colombia, en 2018.

    El descenso se va a intensificar, según proyecta la presidenta de Someruy. En Gallinal, una localidad de Paysandú de 700 habitantes, a 85 kilómetros de la capital departamental, el profesional residente dejó el cargo en 2016 y aún no hay reemplazo. “Por lo general, nosotros llevamos mucho tiempo afincados en nuestras localidades. Estamos más cerca de jubilarnos que de empezar. Este déficit se va a acentuar”, dice. No abundan los médicos jóvenes que los quieran reemplazar. Más bien faltan.

    Menos interesados que cargos

    La radicación de médicos en el interior profundo es sumamente compleja, señala Daniel Ayala, presidente de la Federación Médica del Interior (FEMI). Es una realidad mundial a la que Uruguay no es ajeno. Las cifras que maneja muestran que si en Montevideo hay 74 médicos cada 10.000 habitantes, en el resto del país hay 24, la tercera parte; al norte del Río Negro, apenas son el siete por ciento.

    No hay unanimidad en números pero sí en tendencias: el ya citado documento de Cuadrado habla de un médico cada 116 habitantes en Montevideo, uno cada 556 en el resto del país y uno cada 1.112 en el área rural.

    Como Conde, Ayala afirma que cada vez son menos. “Hubo una generación de médicos que optaron por esos destinos, porque más allá de la vocación encontraron oportunidades laborales que no había en la zona metropolitana. Hoy las generaciones más jóvenes tienen trabajo en lugares que les resultan más cómodos”, explica, al mismo tiempo que lo califica como un “un grave problema”.

    En la rendición de cuentas 2021, el diputado frenteamplista Luis Fratti impulsó un aditivo aprobado por unanimidad para fortalecer la atención médica en las zonas rurales. Tuvo el apoyo de ASSE, del Ministerio de Salud Pública (MSP) y de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República (Udelar). El 12 de noviembre de ese año se anunció la radicación en una primera etapa de diez profesionales en diez policlínicas rurales de ASSE en localidades de menos de mil habitantes: Yacaré (Artigas), Rincón de Valentín (Salto), Andresito (Flores), Gallinal (Paysandú), Las Flores (Rivera), Capilla de Cella (Canelones), Egaña (Soriano) y Arévalo, Plácido Rosas y Lago Merín (las tres en Cerro Largo). Entre el prestador público de salud y los municipios locales acordaron encargarse de la remuneración y las comodidades (casa, locomoción, internet, wifi, televisión por cable) del médico interesado.

    En el evento de presentación, que se realizó en Salto, participaron Fratti, autoridades como el presidente de ASSE, Leonardo Cipriani, la directora de Coordinación del ministerio Karina Rando, el decano de Medicina, Miguel Martínez, y representantes de FEMI, el Colegio Médico y el Sindicato Médico del Uruguay (SMU).

    El llamado a interesados se abrió en marzo de 2022. La Udelar era quien convocaba y luego ASSE evaluaba y contrataba.

    Pese al importante y numeroso apoyo institucional, el interés fue muy escaso. Solo hubo ocho anotados y quedaron seleccionados dos médicos. “Uno está trabajando en Andresito y el otro fue asignado a Capilla de Cella”, dice a Búsqueda el director del Primer Nivel de Atención de ASSE, Daniel Strozzi. Para los otros ocho lugares se abrió un nuevo llamado a fines del año pasado, agrega quien también es docente en la Udelar de Medicina Familiar y Comunitaria.

    “Yo entiendo que esto no es para todos, pero no entiendo la demora. (...) Sé que es el interior profundo, pero con los medios de comunicación actuales y las facilidades se puede llegar fácil. Lo que se quería era revertir el déficit actual y llevar tranquilidad para las poblaciones”, señala Fratti. El diputado anuncia que ni bien se reintegre a la actividad parlamentaria, en marzo, intentará agilizar la situación.

    “No hay que olvidar que esto fue un proyecto aprobado por unanimidad”, subraya.

    Entidades cuyos representantes entonces salieron en la foto hoy tienen reparos. “El llamado resultó complicado. No hubo una planificación asistencial sino que respondió a la inquietud del diputado Fratti. Él habló con la Facultad, ASSE y el MSP, los alineó y estos terminaron acordando”, dijo Strozzi. Una de las dificultades del llamado, indicó, es que este apuntaba a médicos del área familiar y comunitaria cuando “debía ser para médicos generales”.

    También la FEMI tomó distancia. “Cuando se presentó, esta idea generó mucha expectativa. No dudamos de la buena voluntad de las partes, pero la realidad fue una sola”, resume Ayala.

    Atención primaria de salud de medicas rurales en Canelones

    Giras, presencias y ausencias

    El sueldo y las comodidades ofrecidas eran buenos, coinciden los actores participantes, el llamado no tuvo mucho eco por la razón del artillero: a pocos médicos les seduce la idea de radicarse en el medio de la casi nada. “¿Vos te irías a trabajar en una radio o diario de una localidad de mil personas por más plata que sea?”, preguntó un médico de familia consultado.

    “En el siglo pasado era común que un médico trabajara en su consultorio sin ningún tipo de asistencia ni intercambio con otro profesional; eso sería imposible hoy: la atención en salud requiere trabajo en equipo”, añade Clara Niz, médica familiar y comunitaria y directiva del SMU.

    Enseguida describe el panorama menos atractivo posible: “Las condiciones de trabajo en zonas rurales suelen ser malas y el sistema no ha previsto cómo mejorarlas, ya sea ASSE o los privados. Como es el único médico en el pueblo, se está siempre a disposición, en todo momento, más allá del horario de consulta y casi que no puede salir de ahí. Siempre está en contacto con todo el mundo, incluso en situaciones muy adversas, muchas veces teniendo que acompañar solo tránsitos muy difíciles. Eso resulta muy poco motivador”.

    Para Cuadrado, de Somefac, también vicepresidenta de la Confederación Iberoamericana de Medicina Familiar y Comunitaria, la soledad y las limitadas posibilidades de recreación es lo que más conspira. “Si tenés familia, se te complica donde educar a tus hijos; también te alejás de la formación académica constante”, dice.

    Más allá de esto, Strozzi y Ayala, por separado, aseguran que la cobertura médica alcanza igualmente a todo el país. Esto incluye rondas o giras rurales de especialistas, semanales o quincenales, o cooperaciones entre el prestador público y el respectivo privado local. “Todas las localidades tienen un régimen de atención, aunque esta no incluya un médico fijo”, sostuvo el director de ASSE.

    De cualquier forma, han trabajado para hacer más atractivo el nuevo llamado. Procuran ofrecer mayores opciones de capacitación, conectividad para cursos y desarrollo de la telemedicina. Que esto haya generado algo más de interés todavía está por verse.

    “Nosotros seguimos tocando puertas, buscando equipamiento, tratando de atraer material humano, conversamos, pero no son muchas las que se abren”, cuenta Conde desde el Cebollatí. Pese a su pequeño tamaño, La Charqueada tiene un atractivo puerto fluvial que anima a albergar numerosos eventos: el Carnaval, donde la doctora dice que liman asperezas, el festival folklórico y varias actividades deportivas. Ella en esas ocasiones tiembla: “Hacen una fiesta para 5.000 personas y resulta que estás sola para atender qué pasa. ¡A veces ni te contactan para coordinar! Después pasa algo y resulta que el médico es un incapaz”, dice.

    Pese a la lejanía, al ya conocido listado de elementos que atentan contra el interés de radicarse en lugares así, la presidenta de Someruy dice que siguen en la pelea para evitar la extinción. Ella es de la idea que las rondas no son lo mismo. “Yo puedo entender todo, ¿pero entonces hay que asumir que los ciudadanos del interior profundo no tienen los mismos derechos a la salud que el resto? Yo no estoy pidiendo un cardiólogo para cada localidad, estoy pidiendo que tengan el mismo acceso a un médico que todos. Insisto, cuando nos vayamos, ¿quién va a atender a nuestros pacientes?”