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    Especialista del BID: el nivel de pobreza infantil “claramente es alto” dado el PBI per cápita de Uruguay

    La economista Florencia Lopez Boo, economista líder de la División de Protección Social y Salud del organismo internacional, recomienda expandir la cobertura de centros “de calidad, en particular para quienes más lo necesitan”, así como invertir en el escalamiento “con calidad de programas de crianza en el hogar”

    En Uruguay es poco común ver a niños mendigando o durmiendo en la calle, como sí se ve en otros países de la región, pero las estadísticas los dejan expuestos: entre los menores de seis años, uno de cada cinco es pobre. Ese guarismo “claramente es alto para un país” con el Producto Bruto Interno (PBI o PIB) por habitante como el de Uruguay y es una realidad que debe enfrentarse a las edades más tempranas posibles, dijo a Búsqueda Florencia Lopez Boo, economista líder de la División de Protección Social y Salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Las brechas por desarrollo socioeconómico “comienzan desde antes de que los niños entran en la escuela, desde la primera infancia, y es ahí donde hay que actuar”, recalcó.

    Entiende que Uruguay debe lograr expandir más el alcance de centros del tipo CAIF y asegurar que estos sean “de calidad, en particular para quienes más lo necesitan”; señaló estimaciones según las cuales hay 35.000 niños en lista de espera para la obtención de un cupo.

    La economista argentina, junto a tres colegas de las universidades de Yale y de California, examinaron en una reciente investigación —cuyo título, traducido, es Desigualdad en los primeros años en América Latina y el Caribe: un estudio comparativo de tamaño, persistencia y políticas— las desigualdades en el desarrollo infantil, es decir, el lenguaje, la cognición y las habilidades socioemocionales en niños de hasta cinco años en Uruguay, Chile, Colombia, México y Perú. Sobre esos hallazgos, la especialista del BID mantuvo el siguiente intercambio con Búsqueda.

    —Al fundamentar por qué se tomaron estos cinco países, el estudio señala que Uruguay destaca en América Latina por tener una “sociedad igualitaria y por su alto ingreso per cápita, bajo nivel de desigualdad y pobreza y la ausencia casi total de pobreza extrema”. Sin embargo, la pobreza infantil es relativamente muy alta. ¿Esa es, también, una característica distintiva del país dentro de la región? ¿A qué la atribuye?

    —La tasa de pobreza en niños menores de 6 años en Uruguay es del 20%, lo cual claramente es alto para un país del PIB per cápita de Uruguay, pero se sigue ubicado entre aquellos con las tasas de pobreza infantil más bajas de Latinoamérica. La pobreza en primera infancia es una consecuencia de la pobreza en general y, sobre todo, de la feminización de la pobreza, es decir, el hecho de que existan muchos hogares monoparentales de mujeres con hijos.

    —¿Qué implicancias tienen, desde el punto de vista económico, los rezagos en el desarrollo de la primera infancia? ¿Es, a largo plazo, productividad perdida?

    —Hay numerosos estudios que muestran que los niños con rezagos en los primeros años de vida después tienen peor desarrollo educativo (repiten más, obtienen peores notas en matemática y lengua, asisten menos al secundario). Luego, esto conlleva a una menor productividad, peores trayectorias laborales y hasta mayores tasas de criminalidad. También requerirán más asistencia del Estado y tienen peor salud, todos temas claves para la formación del capital humano y el progreso de las sociedades a largo plazo.

    —¿Qué hallazgos destaca, para Uruguay en cuanto al desarrollo de la primera infancia en las distintas dimensiones —habilidades cognitivas, del lenguaje, motoras y socioemocionales— analizadas?

    —Los niveles de desarrollo en Uruguay son buenos, pero es uno de los países con la mayor tasa de abandono de la educación secundaria de la región y estas tasas de abandono presentan gradientes socioeconómicos: quienes se encuentran en situación de pobreza abandonan más que los de mayor poder adquisitivo. Por ejemplo, en los datos de la ENDIS (Encuesta de Nutrición y Desarrollo Infantil) que analizamos en el artículo se demuestra que estas brechas por estatus socioeconómico —SES— comienzan desde antes de que los niños entran en la escuela, desde la primera infancia, y es ahí donde hay que actuar. Estas desigualdades en las habilidades cognitivas, del lenguaje, motoras y socioemocionales, si bien son más chicas en Uruguay y Chile que en muchos países de la región, hay que trabajar para que disminuyan.

    —Para Uruguay, el enfoque longitudinal arrojó diferencias relevantes en relación al transversal, en particular en cuanto al desarrollo cognitivo y socioemocional. ¿Cómo debe interpretarse esto? Otra constatación es que, a diferencia de Chile –donde bajan– o Colombia –estables–, Uruguay registra brechas de desarrollo socioemocional crecientes con los años. ¿Qué factores pueden estar detrás de esa característica?

    —Básicamente, cuando observamos la data transversal, en Uruguay no se observaban brechas crecientes, porque estábamos comparando niños diferentes en ese análisis. Cuando comparamos los “mismos niños”, ahí vemos brechas crecientes, y eso es importante porque el análisis más riguroso arroja que las desigualdades crecen con el tiempo en Uruguay en los dominios cognitivo y socioemocional.

    —Desde el punto de vista de las políticas públicas, ¿cuándo es el momento para intervenir para intentar cerrar estas brechas de desarrollo infantil? ¿Es desde la escuela o antes?

    —Antes de comenzar la escuela, y hasta desde el embarazo se debe comenzar. Los estudios muestran que ¡cuánto antes mejor!

    —Como señalan en el estudio, dadas las diferencias en los resultados entre los cuartiles más ricos y más pobres de las poblaciones, reducir la pobreza es un primer paso obvio para atacar estas brechas socioeconómicas en la primera infancia. ¿Qué otras acciones ayudarían?

    —Hay algunas políticas de primera infancia que son históricas en Uruguay: una es la de los centros de educación inicial y de cuidados (CAIF), pero vemos entre las familias con hijos de dos y tres años de los quintiles más altos que el 90% de esos niños asisten a un CAIF, mientras que, en las familias más vulnerables, esta cifra es menor al 50%. Necesitamos seguir trabajando en temas de cupos, de cambiar la percepción de estos centros en las familias más vulnerables, y particularmente en la calidad, algo en lo que el BID viene trabajando desde hace varios años.

    Por otro lado, el programa Uruguay Crece Contigo también apoya a las familias en sus hogares y con teleasistencia, pero aún restan desafíos en temas curriculares y de la supervisión que podrían ser algunas acciones para mejorar las prestaciones.

    Teniendo en cuenta la visión regional y global que tiene el BID, ¿cuáles deberían ser las prioridades en la agenda de un futuro gobierno frente a esta problemática?

    Primero, expandir la cobertura de centros de calidad, en particular para quienes más lo necesitan. Es preciso seguir con los esfuerzos de ampliación de la oferta, considerando que se estima que 35.000 niños se encuentran en lista de espera para la obtención de un cupo en los centros de primera infancia del país. Es también necesario asegurar un acceso efectivo de las familias más pobres y vulnerables, que son quienes más podrían beneficiarse de los centros. Ciertos grupos de la población, como los niños y niñas con discapacidad, enfrentan barreras específicas. Se estima que un 5,6% de la población de entre 0 y 17 años (equivalente a 50.000 niños) se encuentra en situación de discapacidad y se enfrenta con importantes barreras para acceder a los centros educativos del país, y tienen un 43% menos de probabilidad de terminar la escuela primaria que sus pares sin discapacidad. Para estos grupos se requiere implementar y fortalecer mecanismos de acompañamiento específico con una óptica de cuidados, como la figura del Facilitador de Autonomía que está implementando el Ministerio de Desarrollo Social. Esta figura permite dotar los centros educativos de personal enfocado en el cuidado de los niños para favorecer su acceso y participación en los centros educativos.

    Segundo, invertir en el escalamiento con calidad de programas de crianza en el hogar. Los programas de trabajo con familias para mejorar la calidad de los ambientes en el hogar y las pautas de crianza han crecido significativamente en cobertura desde el inicio del programa “Acompañamiento familiar”, en 2012. Los programas del universo “Uruguay Crece Contigo”, cuyo foco está puesto en pautas de crianza, desarrollo, salud, estimulación y acceso a prestaciones para toda la familia, alcanzaron a 4.302 familias de niños de 0 a 4 años y el programa “Parentalidades Comprometidas”, que es un programa de competencias parentales con un foco en la corresponsabilidad de género y social, alcanzó a casi 4.250 familias. Mientras, el programa de teleasistencia, en su formato piloto, ha alcanzado a 513 familias durante 2022. Si bien la expansión de estos programas de trabajo con las familias ha sido significativa, la cobertura todavía no alcanza a los más de 50.000 niños que viven debajo de la línea de la pobreza por ingreso en este tramo etario.

    Economía
    2024-02-14T21:32:00