—¿Cómo ve la recuperación del Covid-19 desde la perspectiva del banco?
—Soy optimista. Uruguay estaba bien institucionalmente antes del Covid-19 y está mucho mejor ahora. Uruguay ha salido como ejemplo de cómo se debería afrontar la pandemia y hoy está “de moda” en el mundo: nuestro presidente, cómo manejó el gobierno la pandemia, el grupo científico asesor… Y eso siempre es bueno para un país que necesita inversión: la imagen, necesita que se hable. Está todo dado para que el país reciba un importante caudal de inversiones y me parece que esto ya empezó, que la economía empieza a recibir un poco de todo esto y veo a Uruguay muy bien posicionado.
—Desde el punto de vista del banco y la actividad local, ¿qué sectores ha visto que estén repuntando más?
—Los bancos somos fiel reflejo de la marcha de la economía. Entonces, si el país se empieza a reactivar, los bancos acompañamos eso. Por lo tanto, la perspectiva de nuestro negocio es sumamente positiva.
Hay una reactivación total, con sectores como el agro o la construcción que son los que están empujando ahora. Muchos empresarios, ante una pandemia que tenía un alto grado de incertidumbre, ahora empiezan a ver un poco más clara las cosas y eso empieza a reflejarse en inversiones y proyectos que habían dejado en standby.
—Cómo está la cartera de créditos?
—Súper bien. Mucho mejor de lo que esperábamos. Nosotros tuvimos mucha cautela. Después que el Banco Central habilitó las reestructuraciones, no sabíamos qué comportamiento iban a tener los clientes, por lo tanto sí, nos resguardamos e hicimos previsiones por las dudas. Y el comportamiento de la cartera de créditos ha sido mucho mejor a la que cualquiera podría haber este supuesto. Esa fue una regulación muy acertada que en el mundo se hizo y que Uruguay acompañó, así como el SIGA Emergencia o el seguro de paro excepcional.
—¿La pandemia ofició como una suerte de borrón y cuenta nueva para algunas empresas?
—A muchas empresas les permitió reestructurarse, reposicionarse, revisarse. Esta incertidumbre —todos nos olvidamos que aquellos primeros 15 días de pandemia, nadie sabía que iba a pasar acá— muchas empresas la aprovecharon para buscar eficiencia, productividad, y esas eficiencias van a quedar para más adelante. Así como hubo cambios de los modelos de trabajo y todos nos dimos cuenta que era viable trabajar de nuestras casas. Se rompieron paradigmas. Es que a veces la necesidad te fuerza a hacer cosas que no las harías nunca en un estatus quo de confort.
—¿Cómo ven desde el banco la suba de la tasa de política monetaria?
—Bien. El Central tiene un foco enorme —públicamente lo ha dicho— en el tema inflación. Ahí empiezan las especulaciones de la recuperación-no recuperación, o de la celeridad de la recuperación de la actividad. Somos tomadores de las resoluciones del Central, pero sí creo que un aumento de las tasas de moneda nacional debería naturalmente darse.
—Eso implica un aumento del costo del financiamiento.
—Sí, pero todavía en niveles muy, muy bajos. O sea, de ninguna forma llevaría a un aumento de la tasa que fuera un tema restrictivo del acceso al crédito o de su costo. Estamos hablando de una tasa (de referencia de política monetaria) de 5,25%, con inflación en torno a 7%, negativas en términos reales; hay margen como para que el Central se pueda mover.
—¿El umbral sería la tasa real neutra?
—Creo que no. Tomando en cuenta los costos históricos de crédito en moneda nacional, los actuales son bajísimos y hay margen como para que puedan subir un poco más. También es cierto que el mercado financiero uruguayo está muy líquido, con exceso de liquidez, que no tiene una demanda de crédito que pueda hacer que las tasas suban. O sea, en ese sentido, el Banco Central todavía tiene margen y también los clientes como para operar en los próximos meses con tasas de interés tanto en pesos como en dólares más que atractivas.
—Otro de los objetivos del BCU es desdolarizar la economía. ¿Qué pueden hacer los bancos para contribuir en ese sentido?
—Eso no va a ser un problema para la banca. Y en la medida que la moneda de ahorro en los uruguayos todavía sigan siendo los dólares, tendríamos un exceso de liquidez en monedas extranjeras que habrá que ver dónde se coloca. Pero más que (un tema de) los bancos es un poco el mercado y los uruguayos todos, que nos vayamos convenciendo o no de que la moneda de ahorro deja de ser el dólar y pasa a ser la moneda nacional entre otras cosas, porque después también la transabilidad tendría que ser también en moneda nacional.
—¿Lo ve posible?
—Creo que de a poco —con una inflación contenida, con una economía estable, con un país serio en el mediano plazo como ha sido antes Uruguay y lo proyecta ser para el futuro—, pensar que haya autos que se vendan en moneda nacional, no me parece una locura. Ahora, si vos ya querés que yo piense: el auto, la casa, la financiación... Bueno, ahí ya... Dejame que vaya de a poco.
—¿Está entre las posibilidades de los bancos ofrecer tasas más atractivas en pesos para fomentar que la gente se pase a moneda nacional?
—Depende un poco de qué opciones tenemos los bancos de colocar en pesos y en qué opciones, a qué plazo, qué rentabilidad. Si tenés una farmacia, tendrás productos que podrías marginarlos más o menos, unos que tienen una salida más rápida, otros que tienen una salida menor. El tema es qué margen tenés en cada una de las monedas y en cada uno de los productos; (también hay) un tema de liquidez, de todo lo que tiene que ver con los encajes y todo un mix de cosas que tienen que jugar.
—¿Por dónde pasa el futuro del negocio bancario?
—El core del negocio bancario, que es el manejo de fondos de terceros y los préstamos, tiene mucho que ver con la confianza y eso no va a cambiar.
Parecería ser que a futuro no es el mismo al que estuvimos acostumbrados, no solo por aspectos propios del negocio sino porque el mundo está demandando otro tipo de servicios mucho más digitales, virtuales, automatizados.
—En ese sentido, ¿las finanzas descentralizadas suponen algún tipo de riesgo para el negocio del banco?
—Creo que no. Los bancos, como muchas industrias, vamos a tener que adecuarnos; en Santander siempre decimos que hay que tratar de jugar y de adecuarse a las nuevas normas. La competencia se verá en unos años: veremos quiénes lograron transformarse y reconvertirse al nuevo negocio, y quiénes no.
—¿Cuál es la estrategia del banco?
—Me parece muy importante poner foco en las cosas en que los bancos realmente podemos competir, y no tanto en inventos que por estructura, por normativa o por regulación, quizás no sería viable para nosotros. ¿Qué preocupación tengo? Que la ejecución sea en los tiempos que el mercado y los clientes o el mundo están demandando.
—¿Cuál es la postura del banco respecto de las criptomonedas?
—Lo que falta es un poco de regulación para ver cómo nos adecuamos nosotros y que la gente entienda cómo funcionan. El regulador está tratando de dar pasos seguros. Todo lo que nos saca de nuestra zona de confort es más complejo, pero sí está claro que el regulador va a tener que tener tiempos adecuados a ese mundo que está demandando de los servicios financieros otro tipo de actividades y operativas.
Un tema que nos preocupa mucho es la trazabilidad del dinero, quién está detrás de esas criptomonedas, quién las adquirió, fondos provenientes de qué. Ahora, lo estamos pensando con nuestro modelo de pensamiento tradicional de la banca, que si vos me traés US$ 10.000 yo tengo que saber de dónde los trajiste, cómo los generaste. Si mañana ese modelo de pensamiento cambia porque la regulación es otra y se nos exige otro tipo de controles más adecuados, el banco se adaptará a eso.
—¿El banco planea lanzar algún producto vinculado a criptoactivos?
—Estamos haciendo nuestro análisis, pero insisto: hay cero legislación sobre el tema. Por lo tanto, tendremos que ver un poco cuando el regulador o el legislador empiece a especular con hacia dónde quiere ir. Ahí podremos evaluar cómo ir preparándonos.
—¿Qué desafíos supone una eventual derogación de los artículos en materia financiera de la Ley de Urgente Consideración?
—La verdad, si se derogan no vemos impacto en el negocio. Hace 40 años que estamos en Uruguay, jugamos con las reglas del juego que haya: con inclusión, sin inclusión, con ley, sin ley, con derogación.
Después, fuera del análisis de si hay ley o no, creo que la gente necesita las tarjetas prepagas, la digitalización de los medios de pago. Demoraremos un poco más o un poco menos, pero el mundo va hacia ahí, a que haya POS, a que haya cada vez menos manejo de efectivo.
Que haya uruguayos que los complica por la operativa, porque es verdad que no en todas partes del Uruguay más lejano puede haber servicios financieros, puede ser. Y serán los que de alguna forma vuelvan a regirse con las normas anteriores y no pasa nada.
El e-commerce, que ahora explotó, está bien, podía demorar más en llegar a Uruguay o no, pero en los países desarrollados es una realidad muchísimo más anterior a la pandemia. Esto va a ser un poco lo mismo. Con inclusión o sin inclusión la gente, el mercado, los comerciantes, los propios clientes van a seguir demandando cada vez más digitalización, automatización, sencillez, y para los que no es sencillo, está bien que tengan algún otro tipo de alternativa. No pasa nada.