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Limpiar, despegar, servir, aterrizar, repetir. Cassandre, la protagonista de la película francobelga Zero Fucks Given, vive, como la gran mayoría, una vida en ciclos. Los de ella, vale aclarar, suceden entre las nubes. Cassandre es una veinteañera y trabaja como azafata en una aerolínea de bajo presupuesto llamada Wings. El trabajo es exigente y el credo bajo el que se debe ejecutar es uno solo. En todo momento y a toda hora, nunca debe dejar de sonreír.
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Zero Fucks Given, la primera película de la dupla de directores Emmanuel Marre y Julie Lecoustre, retrata la estandarización de las prácticas laborales explotadoras, sexistas y abusivas presentes en las corporaciones áreas. El filme ha volado por lo bajo desde su estreno en la Semana de la Crítica en Cannes en 2021 (donde fue premiada), pero merece tantos aplausos como los generados por un aterrizaje apacible. Podrá verse desde mañana, viernes 24, en la plataforma de streaming Mubi.
La idea detrás de la película, según han explicado sus directores, nació en un avión. Esperando que su vuelo entre Bruselas y Barcelona despegara, Marre se encontró sentado a tan solo unos pocos metros de una azafata. Las cortinas que antes delimitaban la intimidad entre pasajeros y tripulación ya no existen en vuelos como aquel, de low cost, y Marre vio, en la trabajadora, un rostro cargado por la desolación y la tristeza.
Un sonido habilitó al personal del avión a servir a los pasajeros y eso fue todo. La tristeza abandonó el rostro de la azafata y su cara, ahora embriagada de cortesía, se transformó en una sola pregunta: “¿Cómo puedo ayudarle hoy?”.
Marre y Lecoustre tomaron ese momento e intentaron imaginar qué experiencias habría detrás. Se propusieron, entonces, buscar una forma actual de encarnar la soledad en el competitivo mundo profesional que enfrentan los millennials con hambre de gloria.
De Cassandre, interpretada por Adèle Exarchopoulos, la coprotagonista de La vida de Adèle (2013), se sabrá inicialmente que ella quiere ascender en su profesión lo antes posible. Desea mejores vuelos, destinos y hoteles en los que quedarse. No sabe, tal vez, que el precio que pagará por ello será el de perderse a sí misma en una vida dividida entre un hedonismo efímero y el yugo de un capitalismo voraz.
Hay una forma realista, inspirada en el cine documental, en el registro que los directores hacen de este periplo entre aviones, fiestas y escalas europeas. Ningún aeropuerto se siente como un estudio ni ningún avión se percibe como decorado artificial. Si se ve real es porque lo es, ya que Marre y Lecoustre implementaron el uso de actores no profesionales y locaciones reales. Exarchopoulos, en tanto, se camufla con suma naturaleza en ese entorno, como si hubiese empujando carritos con comida y bebida en espacios limitados desde pequeña.
Cassandre revelará también que atraviesa un duelo y los directores y guionistas, que comparten esa tragedia desde un comienzo, toman una decisión atrevida para acentuarlo. Entre nubes y vuelos la película siempre mantiene un ritmo frenético, reflejo de la presión a la que se someten las trabajadoras de Wings. Cuando Cassandre no está en su uniforme, cuando es ella, el tiempo se enlentece. El espectador y la protagonista están obligados a lidiar con lo que queda frente a una persona que se ha perdido por completo en su profesión.
Zero Fucks Given ataca con inteligencia la pérdida de la individualidad en el mundo moderno y elude cualquier optimismo a la hora de retratar la desconexión que personajes como Cassandre aceptan con tal de alejarse lo más posible de su propio interior.