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La educación depende cada vez más de la tecnología, y esto produce un cambio “enorme” en las aulas. Pero sin la conectividad y la capacitación docente necesarias profundiza las inequidades, dice a Búsqueda la directora general de ProFuturo, Magdalena Brier.
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Invitada por la Unesco, la experta española en educación e innovación participó semanas atrás en Uruguay de la presentación del último Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo (Informe GEM, 2023) titulado Tecnología en la educación: ¿una herramienta en los términos de quién?
Brier considera que para reducir la brecha digital y asegurar el acceso universal a la educación de calidad, aun en los contextos más vulnerables, es necesario dotar de “herramientas”, formación docente, acceso a competencias y dispositivos digitales al sistema educativo. En ese sentido, aseguró que “es necesario que el Estado invierta y mucho”. Pero al mismo tiempo hizo énfasis en la importancia de la participación público-privada para cooperar a través de experiencias como las que ofrece el programa que dirige, integrado por las fundaciones españolas Telefónica y La Caixa.
Aun en un país “avanzado tecnológicamente” como Uruguay —donde la propuesta de ProFuturo llegó en 2018, pero hay una apuesta por la educación digital con el Plan Ceibal desde 2007— es necesaria una mayor capacitación docente para potenciar asignaturas como Programación, Pensamiento Computacional o Robótica, insiste esta empresaria que expuso el pasado 27 de julio sobre Tecnología para una educación inclusiva, equitativa, escalable y sostenible para América Latina.
En su opinión, la crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus mostró que la transformación digital era “muy limitada” en el ámbito de la educación y eso “profundizó” inequidades entre quienes tenían acceso a las tecnologías y ciertas habilidades digitales y los que carecían de ellas. También reveló —añadió— que muchos docentes no estaban preparados para la reconversión tecnológica, lo que provocó situaciones de estrés, incertidumbre y reclamos en las comunidades educativas (familias, cuerpos directivos y alumnos). Para Brier esta constatación resultó “crucial” para cambiar la mirada sobre la tecnología y detectar la necesidad de invertir más dinero en la formación digital de los educadores.
“La pandemia ha demostrado (en Uruguay a través del Ceibal) la necesidad de disponer de un sistema educativo adaptado a la era digital”, afirmó. No obstante, advierte que aún persiste una tasa de abandono “alta” en la capacitación de los docentes en línea. Y plantea animar a estos educadores a completar su formación con certificación del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), para contenidos de capacitación en competencias digitales —especialmente en pensamiento computacional—, además de ofrecer tutorías para acompañar ese proceso formativo.
ProFuturo está presente en 45 países de Latinoamérica, África y Asia, y, según información aportada por su directora, sus distintas líneas de trabajo llegaron a 28 millones de niños con equipos y plataformas que no necesitan conectividad para aplicarse en las aulas. Desde 2016 el programa formó a un total de 1,3 millones de docentes, con base en un currículum “universal” en ciencias, lengua y ciudadanía con énfasis en matemáticas, pensamiento computacional y robótica.
Participación privada y “antielitista”
La directora de ProFuturo está convencida de la importancia de “una colaboración más estrecha” entre el Ministerio de Educación, los entes de la enseñanza, como la ANEP, las agencias de innovación educativa con tecnología digital, como Ceibal, los educadores y los líderes del sector privado para ampliar y coordinar los esfuerzos y crear sistemas con una mayor dimensión tecnológica dentro y fuera de las aulas. Uruguay es un país “especialmente preparado gracias al Ceibal”, explica, pero también por la actividad que desempeñan fundaciones como Telefónica, que trabaja en 64 escuelas ubicadas en entornos muy vulnerables, donde desarrolla su programa internacional.
En esa línea, Brier despeja todo riesgo de “mercantilización” o “privatización” del sistema educativo público, como señalan desde sectores gremiales y políticos que se oponen a este tipo de iniciativas que incluyen la participación privada. La experta se autodefine “completamente a favor de la participación público-privada”, porque es “la solución para hacer proyectos sostenibles y conseguir escalas suficientes” en educación digital. Señaló que ya existen “muchísimas fundaciones privadas” que participan “exitosamente” en estas iniciativas.
“Nosotros somos una de ellas, y lo que ofrecemos son proyectos colaborativos con los ministerios y con las distintas agencias educativas para que puedan informarse y aprovechar propuestas diferentes o con perspectivas más globales y plurales”, agregó.
Una de las acciones del programa que lidera es la formación de los llamados coaches o entrenadores en el uso de la tecnología y los contenidos educativos. Estos coaches son los encargados, a su vez, de formar a los docentes. Otra propuesta es la implantación de la plataforma educativa, que funciona de manera tanto online como offline. En estos casos, la fundación despliega la “maleta ProFuturo”, que consiste en un router y una PC portátil para cada profesor, más una red de wifi interna a la que se conectan los alumnos con sus dispositivos.
En el modelo masivo abierto, los docentes tienen a su disposición formación en innovación educativa, liderazgo, comunicación y planificación en el aula, con cursos presenciales o en línea junto con recursos educativos gratuitos. Para las asignaturas de carácter más local, como Historia o Geografía, la plataforma habilita a los docentes a crear sus propios contenidos.
Preguntada sobre si estas iniciativas pedagógicas e instrumentales podrían verse como “elitistas”, por las inversiones o las infraestructuras necesarias para desplegarlas y porque puede haber niños que queden por fuera de esa ecuación, Brier respondió: “Que es una inversión importante estamos de acuerdo. Que los Estados tienen que hacer esa inversión, también. Pero llevar la educación digital con la mejor calidad a los contextos más remotos, desconectados y vulnerables, a los que no reciben nada, eso es favorecer la igualdad; es, precisamente, antielitista”.