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Tuvo dos etapas creativas claramente diferenciadas. En la primera, a bordo de Los Que Iban Cantando fue protagonista del grupo más experimental e innovador y a la vez menos popular de movimiento del Canto Popular. La segunda, enfocada en las artes escénicas, incluyó varias puestas en escena de pequeño, mediano y gran porte, en salas teatrales y en ámbitos carnavaleros, la gestación de musicales de gran calidad e incluyó el regreso de La Troupe Ateniense con el mayor espectáculo teatral de la historia uruguaya, tan fastuoso como olvidado, y la fundación de una de las principales escuelas privadas de artes escénicas de Montevideo. Luis Trochón, fallecido el martes 3 a los 63 años por causa de un cáncer, fue un todoterreno, fiel exponente de la unión entre la música y el teatro y, sobre todo, un artista de referencia obligada para comprender ese período ultrafermental entre el fin de la dictadura y la recuperación de la democracia.
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Este adolescente criado en el Prado en una familia compuesta por un corredor de seguros, una ama de casa y tres hermanas, se interesó por la música cuando recibió una guitarra de regalo a sus 14 años. Con las primeras clases en una academia de barrio entró en contacto con la música brasileña y sus mil variantes armónicas, de la mano de Vinicius, Jobim, Caetano y especialmente João Gilberto.
Desde niño ya usaba la misma melena larga y lacia que mantuvo toda su vida. Se propuso ser ingeniero químico pero esa vocación murió el primer día, cuando en la Facultad —ya en dictadura— se le informó que debía cortarse el pelo. Ni lo dudó, y dio un golpe de timón a su destino: anunció a sus padres que se dedicaría a la música y, con la convicción de conservar su cabellera contra viento y marea sumada a su ya fuerte pasión por la música, decidió formarse de manera autodidacta. Estableció un plan de materias como “solfeo”, “composición”, “armonía” y “arreglos”, y así, con los libros que conseguía por aquí y por allá, y sesiones diarias desde las siete de la mañana al mediodía, él mismo fue su primer docente. “Descubría la pólvora todos los días”, bromeaba.
Años después concurrió a los míticos cursos del Núcleo de Educación Musical (Nemus), fundado entre otros por Daniel Viglietti y Miguel Marozzi, y luego integró los no menos legendarios cursos de Coriún Aharonián y Graciela Paraskevaídis en su apartamento de Parque Posadas, un auténtico conservatorio de música popular y académica uruguaya. Allí conoció a Jorge Lazaroff, con quien trabó fuerte amistad y con quien, luego de compartir sus cuadernos de composiciones, fundó en 1977 Los Que Iban Cantando, junto a Jorge Bonaldi y Jorge Galemire, quien permaneció solo un mes y fue sustituido por Carlos Di Pólito. Trochón solía definir a LQIC como “una reunión de solistas”; luego pasaron por esa insular formación músicos como Carlos Da Silveira y, en la segunda etapa, Edú Lombardo.
En paralelo comenzó una intensa carrera en el teatro, primero como compositor, apadrinado por Aharonián, y luego como intérprete en vivo. Fue un frecuente colaborador de directores como Marcelino Duffau, Carlos Aguilera y Atilio de María. Como integrante de Los Que Iban Cantando también mantuvo un fuerte vínculo con las tablas, pues el grupo, dotado de una avanzada concepción escénica, encargaba la puesta en escena de sus conciertos a directores de primera línea como Jorge Curi y Omar Grasso.
En 1990 se inició como director teatral, con el musical Pelota al medio, un homenaje a Jorge Lazaroff, fallecido el año anterior. Pero los años 90 están nítidamente asociados con el proyecto más ambicioso de su vida, la rentrée de La Troupe Ateniense, medio siglo después de la disolución de aquel elenco festivo protagonista de la cultura popular uruguaya durante varios lustros y pionero en la unión de la música, el humor y el teatro popular. La nueva Troupe Ateniense, integrada por figuras de renombre del teatro y el carnaval como Jorge Esmoris y Gabriela Iribarren, debutó con una breve temporada en el Teatro Solís y en 1993 llenó el Estadio Centenario con La verdá que sí, apoteósico montaje con la cancha completa como escenario, definido por Trochón como “un rodaje cinematográfico en vivo para estadio lleno”. La banda sonora, con el tema homónimo incluido compuesto por Mauricio Ubal, se mantiene en el catálgo del sello Ayuí. Pese a la alta convocatoria (más de 40.000 personas), el resultado económico fue ”un desastre”, según reconoció Trochón en 2019 en el programa radial El Iceberg. En esa entrevista lamentó el olvido en que cayó ese hito escénico —la mayor puesta en escena de la historia uruguaya, fuera de los desfiles de Carnaval y Llamadas—, y asumió la responsabilidad por la ausencia de registro audiovisual del espectáculo.
Tras un par de temporadas más con la Troupe, en 1994 y 1997, en la década siguiente volvió a pisar fuerte con el estreno del musical Chicago, en el Teatro Movie, en 2004, en una exitosa versión integral con actores, cantantes, cuerpo de baile y la música en vivo de la big band Estación Central, dirigida por Santiago Gutiérrez. En 2006 dirigió West Side Story en la Alianza y después concentró su actividad en la fundación y dirección de la Escuela de Comedia Musical, basado en la necesidad que percibió durante toda su carrera de mejorar la formación en el canto y el baile de los intérpretes escénicos uruguayos. Desde hace dos años la institución que funciona en el exteatro Don Bosco (hoy Teatro Comedia), en la calle Canelones, fue rebautizada como Escuela de Acción Artística, y abarca no solo la formación escénica sino también audiovisual y en gran variedad de danzas urbanas.
El carácter vanguardista y arriesgado de su obra abarca también sus tres discos como solista: Barbucha (1979), De canto, puño y letra (1983) y Movimiento (1985), compilados por Ayuí en el CD doble Grabaciones solistas (2016). Como las de LQIC, esas músicas invitan a un viaje impredecible, lleno de emociones insospechadas para los oídos sensibles, desprejuiciados y dispuestos a aventurarse en territorios vírgenes, casi inexplorados, antes y después.