Perspectiva centralista y urbana.
La histórica migración campo-ciudad, acelerada por los cambios introducidos por los nuevos modelos productivos, así como la baja fecundidad, el aislamiento y el envejecimiento poblacional acentuaron la disminución de la matrícula en las escuelas rurales. De hecho, Uruguay presenta hoy “la menor matrícula de alumnos en décadas”, aseguró a Búsqueda el director del Departamento de Educación para el Medio Rural del CEIP, Limber Santos.
Sin embargo, la cantidad de centros se mantiene relativamente estable en los últimos años. “Todos los años se cierran unas cinco escuelas rurales promedio por falta de niños, pero también se reabren algunas”, porque las familias se trasladan de un medio rural a otro en busca de trabajos zafrales, dijo Santos.
A diferencia de los países que fijan un mínimo de alumnos por escuela para habilitar un local educativo, en Uruguay, mientras haya un niño, la escuela se mantiene abierta. El cierre de las más pequeñas no es tan redituable para el Estado, según el funcionario, porque el transporte diario de alumnos a otra sede, sumado a la precaria caminería rural, resulta “más costoso que mantener la propia escuela”.
La histórica migración campo-ciudad, acelerada por los cambios introducidos por los nuevos modelos productivos, así como la baja fecundidad, el aislamiento y el envejecimiento poblacional acentuaron la disminución de la matrícula en las escuelas rurales.
Para este maestro y experto en educación rural, “la escuela es muchas veces la única presencia del Estado, aun más que los servicios de salud o la Policía, y por eso las comunidades locales la defienden con uñas y dientes, como parte de su territorio simbólico”.
Entre las estrategias implementadas para superar las dificultades del asilamiento asociado a la baja matrícula de las escuelas, se destacan en Uruguay dos modelos tradicionales: el de concentrar escuelas y el de agruparlas. Y cada uno va asociado a una lógica espacial, pedagógica y social diferente, comentó a Búsqueda la geógrafa Sabrina Pose.
La concentración o nucleamiento implica que aquellos alumnos que asisten a escuelas de baja matrícula se concentren en una sede central para recibir una “mejor oferta educativa”. Se trata de la política seguida por Rama en la década de los 90 y que el actual gobierno de izquierda retomó a mediados de 2015. Según la circular N° 89, que establece el “reglamento de nucleamientos”, la distancia entre las escuelas no debe superar los 15 kilómetros ni tener una matrícula mayor a 15 alumnos.
El modelo introduce cambios pedagógicos. Hoy, unos 800 de los 1.700 maestros rurales enseñan diferentes materias en el régimen de grupo “multigrado”, es decir que atienden a alumnos con diferentes edades en una misma aula. Al nuclear escuelas ya no hay un solo maestro sino varios, y si bien continúa el régimen de multigrado, cada educador enseña sobre las materias más afines y, además de las asignaturas tradicionales —matemática, lengua, ciencias naturales, ciencias sociales—, se integran otras que forman parte del programa pero que suelen darse con menor frecuencia por falta de tiempo o formación, como educación artística, educación física y segundas lenguas.
Este modelo, que implica el traslado diario de los niños a la escuela sede, “debilita en algunos casos el vínculo con las comunidades de origen, un tema muchas veces menospreciado por quienes toman las decisiones, sesgados por una perspectiva centralista y urbana”, concluyó Pose en su tesis de Grado Impacto territorial de los modelos de agrupamiento y concentración de escuelas rurales y su incidencia en su desarrollo, para la obtención del título de licenciada en Geografía por la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República, fechada en octubre de 2017.
Hoy, unos 800 de los 1.700 maestros rurales enseñan diferentes materias en el régimen de grupo “multigrado”, es decir que atienden a alumnos con diferentes edades en una misma aula.
Un elemento clave para entender la falta de anclaje de esta política educativa, según Pose, es el artículo 14 de la circular de Primaria, que expresa que para consolidar escuelas “se deberá contar con la aceptación de la propuesta por parte de las comunidades”. Así es que los proyectos no fueron aceptados, en la mayoría de los casos, de buenas a primeras y, finalmente, naufragaron.
En total, se pusieron en marcha ocho planes piloto de nucleamientos de octubre a diciembre de 2015. La propuesta se financió provisoriamente y ya no se incluyó en el presupuesto de 2016, año en que continuaron funcionando solo tres “núcleos”: las escuelas N° 30 y N° 60 de Cerro Largo y la N°19 de Paysandú, que también dejaría de funcionar en diciembre de 2016.
En consecuencia, apenas dos de los ocho nucleamientos originales de 2015 permanecen activos, y en el caso de la escuela N° 60, “La Mina”, la disconformidad de los padres llevó a la recolección de firmas para que el tema sea tratado en la Junta Departamental, en busca de aval político para torcer un plan “inconsulto”. En Paysandú y Tacuarembó existió la propuesta de “nuclear” mas escuelas, pero dado que los vecinos tampoco estaban de acuerdo, el proyecto quedó en la nada.
La mística rural.
El modelo que mejor se adapta a la realidad uruguaya para combatir el aislamiento es el de agrupar escuelas pequeñas y geográficamente cercanas para que los niños socialicen a través de actividades conjuntas coordinadas por los maestros y directores, opina Santos. El problema, concede, es la periodicidad de esos encuentros —algunas escuelas se reúnen una vez al mes y otras apenas una vez al año—, debido en parte a los costos del transporte y a su carácter voluntario.
Hoy en Uruguay casi el 90%, de las escuelas rurales funcionan bajo la modalidad del agrupamiento, que “asegura la independencia administrativa” de cada escuela.
Si bien este modelo no está presupuestado a nivel del CEIP, sí es reconocido a nivel técnico por el Departamento de Educación para el Medio Rural. Su director dijo que el formato es tenido en cuenta al momento de implementar las políticas. “El agrupamiento permite a un conjunto de escuelas trabajar en un proyecto común y compartir recursos, al tiempo que los niños se ven, socializan y eso genera comunidad”, destacó.
Hoy en Uruguay casi el 90%, de las escuelas rurales funcionan bajo la modalidad del agrupamiento, que “asegura la independencia administrativa” de cada escuela.
Primaria hoy se muestra escéptica sobre los resultados de estas modalidades. “Intentamos esta experiencia de los nucleamientos con escasísimo impacto, y también están los agrupamientos para evitar el aislamiento. Pero nada de esto atiende el problema estructural del servicio”, afirmó el consejero Florit, consultado meses atrás.
Florit dijo estar a favor de “consolidar escuelas”, y sostuvo que “el mejor sistema, cuando la población está dispersa o aislada, es el del internado de niños, más transporte con buses”. Para este maestro, “hay que separar la escuela del centro social de la comunidad, porque los niños no pueden ser rehenes de que los adultos precisen un centro de referencia social”.
Opinó que es “un tema terriblemente complejo, estructural e insoluble si no hay capacidad de plantearlo y discutirlo en serio”, y en ese sentido llamó a “matizar el folklore” sobre la escuela rural.