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El impacto de la raqueta sobre la pelota suena estruendoso y sentirse conmovido es inevitable durante Rey Richard: una familia ganadora, la competente, algo grandilocuente pero sobre todo disfrutable biografía dramática en la que el actor Will Smith interpreta a Richard Williams, padre de Venus y Serena Williams. La crianza y entrenamiento de las célebres jugadoras estadounidenses de tenis bajo la motivadora —aunque estricta— preparación de su padre, son la columna vertebral de una historia que cumple con los requisitos esperables para ser una de las favoritas en los próximos premios Oscar. Y además, entretiene.
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Dirigida por Reinaldo Marcus Green, Rey Richard es bastante frontal en sus propósitos extranarrativos. La producción del estudio Warner Bros, estrenada en cines uruguayos en diciembre de 2021 y ahora disponible en la plataforma HBO Max, se ancla en la unión estratégica entre dos familias: los Williams y los Smith. Tanto las tenistas hermanas como el matrimonio de Smith y la actriz Jada Pinkett-Smith figuran como productores de la película, que homenajea a la controversial figura de Richards como padre y entrenador y le brinda al actor que lo interpreta una nueva oportunidad de hacerse con la estatuilla dorada al Mejor actor.
Han sido años peculiares para Smith, quien supo ser uno de los intérpretes de Hollywood más taquilleros de su generación y uno de los actores negros más reconocidos tras, entre otros, Denzel Washington, Morgan Freeman, Samuel L. Jackson y el recientemente fallecido Sidney Poitier.
Tal vez aferrado a la idea de conservar su estatus como celebridad mundial, Smith —quien ganó el Oscar a Mejor actor en 2002 por su papel como Muhammad Ali— parecía estar al borde de la crisis de los 50. Reconvertido, en parte, en estrella de YouTube, Smith trabajó una nueva faceta virtual basada en una puja entre su pasado y su futuro. Creó videos testimoniales compuestos por anécdotas de su carrera (es especialmente recomendable su repaso sobre cómo casi protagoniza Matrix); proyectos aledaños a sus grandes éxitos (como una reversión en clave dramática de El príncipe del rap en Bel-Air) y aventuras familiares orientadas al público joven coprotagonizadas junto a su hijo, el cantante y actor Jaden Smith.
En el cine, mientras tanto, Smith intentó reflotar algo de su encanto como héroe de acción de finales de la década de 1990. En los últimos años probó suerte en el cine de superhéroes de las grandes corporaciones, revivió su vieja franquicia de Bad Boys y hasta protagonizó una película, tecnología mediante, consigo mismo bajo la orden del cineasta Ang Lee. No ha sido su etapa más celebrada, pero tampoco una que se pueda tildar como poco exitosa.
Rey Richard significa, ahora, un nuevo mojón para el actor.
Se puede tomar lo que Smith generó con su labor en En busca de la felicidad como punto de partida para comprender el alcance emocional de su último papel. En Rey Richard, aquel registro de hombre bondadoso y trabajador vuelve a repetirse bajo una perspectiva algo más humanista, resaltando los aciertos y falencias del padre de Venus y Serena, interpretadas en el filme por Saniyya Sidney y Demi Singleton. El retrato de Richard Williams es propulsado por la resiliencia de un hombre con el objetivo de proveer una mejor vida para su familia, pese al costo que esto implica: un vínculo obsesivo y por momentos opresor con sus hijas que tuvo, para su fortuna, el resultado conocido por todos: dos jugadoras históricas (y una de ellas, Serena, legendaria) que marcaron un antes y después en el tenis y en el lugar de las deportistas mujeres y negras en él.
Con un habla muy rápida, repleta de seseos y frases motivacionales, el Richard Williams de Will Smith es la personificación del autoconvencimiento y la determinación. Se dice que su camino hacia el mundo del tenis comenzó cuando vio un partido en el que la jugadora rumana Virginia Ruzici ganó US$ 40.000. Fue por ello que estableció con su esposa, Oracene Price, el sueño, y luego profecía, de criar y entrenar a las jugadores de tenis número uno y número dos de todos los tiempos. Dos años antes del nacimiento de Venus Williams en 1980, Richard había escrito un plan de casi 80 páginas que detallaba la carrera de sus futuras hijas.
Con el guion de Zach Baylin, Green elaboró una clásica historia de superación, bajo el esquema narrativo de una película deportiva que mostrará la evolución como atletas de las hermanas (en especial de Venus, quien se profesionalizó primero) y los problemas que Williams tuvo que sortear en procura de alguien que las entrenara al nivel que su juego exigía. Otras adversidades enfrentadas por la familia Williams, integrada por el matrimonio de Richard y Oracene y sus seis hijas, se dividen entre problemas económicos, violencia de pandillas y el racismo sistémico, aquí representado particularmente por el desdén de parte de la comunidad de un deporte de élite como el tenis.
Rey Richard no está interesada en que esos conflictos tengan una resonancia emocional verdaderamente significativa a lo largo de la trama, que en su segunda mitad comienza a concentrarse, para el beneficio de la historia, en la experiencia personal de Venus y Serena. Basta con algunas escenas centradas en los dramas de pareja por parte de los padres de las tenistas, sumadas a algún montaje de entrenamiento, para ver y alentar a los Williams en el ascenso que los hizo mudarse de una pequeña casa en las peligrosas calles de Compton, Los Ángeles, a su nuevo hogar en Miami, donde Venus se puso a la orden del entrenador Rick Macci.
Poco importan ciertos atajos narrativos, una banda de sonido explícitamente redundante en su intención de musicalizar las emociones de los personajes o el excesivo metraje (dos horas y 24 minutos). Bien lograda y de una predictibilidad cariñosa, Rey Richard forma parte de un cine cada vez menos común, tal vez más asociado a lo que, en una época pasada, era considerado entretenimiento familiar. Con un memorable Will Smith junto a dos prometedoras jóvenes actrices y con un buen puñado de secuencias de tenis filmadas con electricidad y destreza, esta biografía sale victoriosa. Quedará por ver si para fines de marzo, durante los premios de la Academia, la suerte está con Smith y la pelota cae de su lado.