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No es un concierto más. Leo Maslíah celebrará el domingo 7 sus 40 años de carrera con un recital en el Teatro Solís (entradas en Tickantel de $ 400 a $ 650) junto a algunos músicos que lo acompañaron a lo largo y ancho de sus más de 50 discos. Entre ellos, el guitarrista Carlos Morales, un histórico en su carrera, su hija, la cantante Paula Maslíah, y la chelista Lucía Gatti, puntal en sus recientes proyectos como La Orquestita y los discos Cantanotas (a dúo), Música no alineada y Luna sola.
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Este montevideano nacido en 1954 combinó formación erudita (piano, órgano y armonía) y popular, con Coriún Aharonián y Graciela Paraskevaídis, un taller cuya influencia se proyecta hasta el presente. Maslíah fue cerrajero y empleado de Funsa, ocupaciones que enmarcaron su obra temprana, de fuerte perfil social y costumbrista. Su debut en vivo fue en 1974, en un concierto para órgano de Handel en un ciclo del Sodre, pero el aniversario remite a sus inicios como cantautor, en 1977.
Su primer disco, Cansiones barias (Ayuí, 1980, que pide a gritos su reedición) es una ópera prima a la altura de Mateo solo bien se lame, con una sorprendente cantidad de clásicos: Imaginate m’hijo, El concierto, La cementadora, El médico certificador, La chusma, La polca del espiante, Ojo con la púa, El ómnibus. De 1981 a 1986 siguieron Falta un vidrio, Recital especial, Canciones & negocios de otra índole,Extraños en tu casa y Leo Maslíah en español.
A su gran discografía suma una no menos abundante obra literaria que supera los 40 títulos, en poesía, cuento, novela y dramaturgia. Ha dirigido y actuado en sus obras teatrales y también en cine, en El Chevrolé (2000), Norberto apenas tarde (2010) y Welkom, un policial de 2015 en el que encarnó a un inspector de policía.
Con la dupla Textualmente (2001 y 2002), empezó a editar sus discos por el sello Perro Andaluz, con el que produjo 18 discos en 17 años, incluidos los flamantes Dos pequeños conciertos para piano y Música y otras mentiras, registro en vivo de 1984, con Andrés Bedó. Una de las placas bisagra en la obra de Maslíah es Árboles, ganador en Argentina del Gardel al álbum instrumental, y que comienza con Asamblea vegetal, una extraña y magnética melodía narrada por el violín de Juan Roque Alsina.
Atienza conoció a Leo en sus recitales del Teatro Circular junto a Montresvideo, llamados MontresviLeo: “Yo tenía 16 años y aluciné. Me hice fan instantáneo. Lo encontraba por ahí y lo emplomaba con preguntas”, contó a Búsqueda. “A fines de los 90, cuando de pronto se encontró sin sello, probó conmigo y seguimos hasta ahora. Trabajar con él es puro placer, no sé qué pensará él… Tiene una energía creativa sin igual, y lo voy corriendo muy de atrás, pero tengo la suerte de que me deja seguir acompañándolo”.
Andrés Bedó conoce a Maslíah desde que nació y lo concibe como “un primo mayor afectuoso, distante y muy querido”. “Me hizo conocer a Béla Bartók y siempre se lo agradecí. Hace poco me dijo que estábamos a mano porque yo le hice conocer a Monk”. Así recuerda aquel concierto en El Anglo. “Leo estaba tocando mucho y con mucho éxito. Elegimos piezas que funcionaran a dos pianos. Yo estaba nervioso: era la primera vez que cantaba en público. No era cantante y estaba engripado, con fiebre. Leo, por supuesto, a esos niveles era inconmovible. Tres palabras que intercambiábamos valían (por lo menos para mí) para sentir que sintonizábamos. Una vez le dije que había hecho una pieza que era así y asá y que la calificaba de ‘meta-música’. Él simplemente me dijo ‘claro, sí’”. Bedó cree que Leo “es más idéntico a sí mismo que cualquiera que tiene 30 y pico de años más. Su música y su aspecto de escritor han evolucionado, pero la fuente de energía primaria es idéntica. Siempre fue alguien con ideas claras, comprometido con ellas, valiente, a veces un poco despiadado, pero nunca frío”.
Maslíah concede entrevistas presenciales para radio y televisión, pero prefiere comunicarse con la prensa por correo electrónico. Consultado por Búsqueda por la fuerte presencia de la guitarra en los inicios de su carrera, respondió: “Compuse muchas canciones con acompañamiento de guitarra en épocas en que la mayor parte de los lugares donde podía tocarlas no tenían piano, y los teclados electrónicos me eran inaccesibles, pero mi técnica guitarrística es mínima y el piano y otros instrumentos de teclado me dan más posibilidades, aunque haya muchas cosas de la guitarra imposibles de traducir al piano”.
Escribió Zanguango, La papafrita y El inspector, pero suele contrariarse cuando se asocian sus canciones con el humor. “Creo que en mi caso hablar del uso del humor como herramienta artística sería como preguntarme por el uso de cierta sílaba o letra en la escritura de novelas, es decir, es algo que aunque pueda estar presente no lo está a modo de herramienta o ingrediente, ni está manejado —en la mayoría de los casos— a voluntad, sino que aparece traído por otras cosas que son aquellas en las que estoy pensando al escribir o que van generando los textos”. En el humor la cosa es más complicada: “Buena parte de lo que los espectadores, oyentes, lectores, reciben como tal no está en las cosas donde lo buscan sino en ellos mismos. Me acuerdo de estar en un espectáculo de Les Luthiers y que el tipo que estaba al lado mío, después de explotar en carcajadas tras una frase de Mundstock, le preguntó a la mujer con la que estaba: ¿qué dijo?”.
Del CD Dos pequeños conciertos para piano y orquesta, Maslíah destaca “un mayor discernimiento auditivo que lo común en grabaciones orquestales” porque cada instrumento fue grabado por separado. Los define como “diametralmente opuestos” y su respuesta se remonta varios siglos atrás: “El primero (Concierto para piano y orquesta), compuesto en 1995, se podría considerar representativo de mis ‘creencias’ musicales; el otro (Conciertotrucho), cristalizado en 2006, está basado en el uso de elementos de distintas épocas y vertientes de lo que confusa y comúnmente se llama ‘música clásica’, aunque más que un ejercicio o un juego es más bien una experiencia estilo médium, sobre todo en el tercer movimiento, que me surgió en 1975 en una época en que vivía en un compartimiento de un stud de Maroñas, sin agua ni luz, y me alumbraba con velas entre esas viejas paredes de ladrillo asentado en barro que, aunque probablemente erigidas algunas décadas después del auge de ese tipo de discurso musical, me era transmitido quizá por los fantasmas de los obreros que las habían hecho, algunos de cuyos padres o abuelos hubieran sido inmigrantes europeos”.
Rossana Taddei grabó un disco a dúo con Maslíah en 1997. Para ella es un referente, un maestro y una persona muy generosa. “Conocí su música y al instante conecté con su arte. Seguí con sus libros y sus obras de teatro. Siempre que lo voy a ver salgo diciendo: es un genio. Su aporte a la música uruguaya es único, y lo que me aporta a mí es sentir libertad, las formas y estructuras pueden ser infinitas, los compases pueden ir y venir, pueden pasar miles de cosas que sorprenden y abren un nuevo compartimiento cerebral”. Junto a Biromes y servilletas, Corriente alterna es su canción preferida: “El texto es una maravilla surreal y real al mismo tiempo, la obsesión y el humor solapando al drama. Y el final brillante con la señora pasando el trapo y la angustia del diálogo con la portera”.
Guilherme De Alencar Pinto integró La Orquestita como acordeonista y en ocasiones la dirigió. “El arte uruguayo de las últimas cuatro décadas tendría mucha menos gracia si no contara con su brillo y su creatividad. Es una figura aislada y despegada de todo, a pesar de que surgió en medio del canto popular más experimental. Cuando este se desarticuló, quedó como una figura solitaria”. Así describe el también musicólogo y crítico el presente musical de Maslíah: “La canción era un pilar de su trabajo y las letras tenían elementos graciosos chocando con otros muy dramáticos. Más recientemente empezó a dar más importancia a lo instrumental, con unos artefactos que pueden ser cantados, pero que ya no tienen ese molde que uno puede llegar a llamar canción”. Sus palabras son una alerta a quien se adentre a conceptualizar en la obra masliesca: “A veces cuando uno habla con él se pone quisquilloso y cuestionador ante cualquier intento de definir su música. Siempre mezcló lo serio y lo no serio, fusionó música, literatura y teatro, y terminó convirtiéndose en un género en sí mismo”.