“Los números macro funcionan, el desempeño de Uruguay es muy bueno, y viene de una consistencia de 15 o 20 años. Yo me fui de acá en el 2004, y el 2002 había sido un año muy turbulento, con una crisis bancaria, una crisis importada que venía del corralito, y Uruguay la pasó mal; ahora veo al país mucho más fuerte. Esa consistencia es un logro construido con distintos gobiernos y de distinto tinte político”, afirma, si bien señala como un “toque de atención” el reciente aumento del desequilibrio en las cuentas públicas. Tampoco percibe, al menos por ahora, “ningún ruido” ante la perspectiva de un año electoral.
—La sequía fue un episodio anormal, una complicación en 2023; el 2022 había sido muy bueno, entonces agarró por lo menos a nuestros clientes no muy endeudados y pudieron sobrellevar este problema grave. También había productores agropecuarios que tienen seguros, por lo cual (el impacto de la sequía) no se ha reflejado en un deterioro crediticio.
Con respecto al tipo de cambio, en la economía real ahí hay un tema, especialmente con el turismo, que ya empieza a tener cierto componente que no es turismo, es abastecimiento, y son los uruguayos yéndose a Argentina para traer la pasta dental, las latitas de atún, las botellas de vino. Eso complica a algunos comercios, especialmente a los de frontera.
Con la combinación de la sequía, menos recaudación, más el tema del corrimiento hacia afuera del consumo, entonces ahí hay un tema, más allá de que el dólar esté alto o bajo.
—¿Ese fenómeno lo ve resolverse rápido o se mantendrá por mucho más tiempo?
—La contracara de eso es que Uruguay tiene una moneda fuerte ante la entrada de dólares al país. Y, aparentemente, la competitividad habrá que ir a buscarla por otro lado, hacerse más eficiente, en el corto plazo por lo menos.
—¿Cómo ve la gestión macroeconómica en general?
—La vara la tengo tan baja viniendo de donde vengo… Pero es un país que tiene una inflación dentro del rango que se fijó el gobierno, tiene el PBI per cápita más alto de Latinoamérica y está pasando la sequía sin que sea un drama para la macroeconomía después de una pandemia. Los números son más que razonablemente buenos. Ahora apareció el (aumento del) déficit fiscal como un toque de atención y hay que empezar a mirar si es algo transitorio, si es por la sequía, el turismo (hacia Argentina), si es más estructural o es porque se bajaron los impuestos. Pero, en general, cuando ves la macro en Uruguay, el upgrade que le hacen las calificadoras de riesgo internacionales al país en su deuda soberana, ¡qué puedo decir! Los números macro funcionan, el desempeño de Uruguay es muy bueno, y viene de una consistencia de 15 o 20 años. Yo me fui de acá en el 2004, y el 2002 había sido un año muy turbulento, con una crisis bancaria, una crisis importada que venía del corralito, y Uruguay la pasó mal; ahora veo al país mucho más fuerte. Esa consistencia es un logro construido con distintos gobiernos y de distinto tinte político.
—¿La campaña de cara a las elecciones de 2024 incorpora algo de ruido en la actividad bancaria?
—Por ahora no incorpora ningún ruido. No sé cómo son los procesos electorales en Uruguay… Si no hay cisnes negros o algo que haga pensar el cambio de un gobierno, una disrupción —aunque hay disrupciones buenas y a mí me encanta la disrupción—, no se agrega demasiada volatilidad al proceso político o electoral en que va a entrar Uruguay el año que viene. Se verá más cerca; para los tiempos que yo estoy acostumbrado, un año y pico es larguísimo plazo.
—¿Qué lectura hace del resultado de las elecciones internas en Argentina del domingo 13?
—Acá hablo como un argentino. Lo que más me importa a mí es qué impacto puede tener esto en Uruguay y en el sistema financiero uruguayo, que les digo que no tuvo ninguno.
Pero, evidentemente, había un escenario base donde Juntos por el Cambio podía tener entre 30% y 35%, el gobierno, entre 25% y 30%, y La Libertad Avanza (de Javier) Milei, entre 20% y 25%, eso era lo que más o menos estaba descontado. Pero resulta que el que estaba entre 20% y 25% termina sacando 30%, por arriba de su rango máximo, Juntos por el Cambio saca menos que su mínimo, y el oficialismo saca un 27%, en el rango, pero con el peronismo hundido por primera vez por debajo de 30%. Hay que ver qué desencadena; Argentina tuvo una devaluación (del dólar oficial), se sube la tasa al 25% para que la gente no se corra al dólar y ya se ha hablado de una disparada de precios grande, y entonces en agosto o en setiembre puede que tenga una inflación mensual de dos dígitos. Es una buena noticia que no hemos visto corridas bancarias y la gente no salió disparada a sacar el dinero de los bancos, como sí pasó hace cuatro años en las PASO, cuando perdió (Mauricio) Macri por una ventaja que era indescontable. Hace cuatro años empezó a entrar dinero de argentinos a Uruguay.
—¿Ahora no pasó nada?, ¿no hubo consultas de clientes?
—No hubo llamadas, no registramos nada inusual ayer; por eso digo, es un día. No vi nada de intranquilidad. Y nada está dicho, porque la diferencia en las PASO son tres puntos entre el candidato más votado y el tercero con más posibilidades. Capaz que el que está segundo alcanza al primero, o el tercero pasa a ser segundo, entonces en el balotaje —que es la otra cosa— todo está abierto.
—HSBC ganó US$ 24 millones en enero-julio, US$ 20 millones más que en igual período de 2022. ¿El accionista está conforme con la rentabilidad en función del capital invertido en Uruguay?
—Sí. Uruguay tiene un retorno sobre el equity con una performance por encima del promedio del mundo en este momento. ¿Es sostenible? No, es de corto plazo, porque el ajuste de la tasa va a ser mucho más rápido que lo que crecerían los volúmenes; vamos a volver a los rendimientos que históricamente tiene Uruguay, más allá de mejoras de eficiencias o el crecimiento económico del país.
El sistema tiene un tema que no se va a resolver nunca, que es de escala.
—¿Solo eso explica la rentabilidad relativamente baja del negocio?
—Hay costos que tienen los bancos en Uruguay que en otros lados no existen. Tienen Impuesto al Patrimonio mucho más alto que cualquier otra industria. ¿Por qué? ¿Y el principio de equidad tributaria?
Después, hay costos laborales importantes. Los aportes patronales que hacen los bancos son mucho más altos que cualquier otro sector. Y sobre esos aportes viene la Prestación Complementaria Patronal, que una parte la pagan los bancos y otra el conjunto de la sociedad. También hay otros costos, como el seguro de depósitos.
Entonces, está el tema de la escala y todos estos otros, estructurales, que se tienen que aceptar como son. No puedo decir: “No voy a pagar el Impuesto al Patrimonio”. Pero hay que saber que estos costos, al final del día, los bancos los trasladan a los clientes cuando pueden hacerlo. Y entonces nos encontramos con que las tasas de interés en Uruguay son relativamente altas respecto a su inflación; no digo que es una perversión del sistema, pero la explicación de esto está en los costos. Uruguay es de las jurisdicciones que tienen costos más altos del mundo y eso es incontrastable.
—¿Cómo ve las iniciativas para refinanciar deudas personales y topear la usura que Cabildo Abierto quiere plebiscitar y la propuesta del Poder Ejecutivo para los deudores en UR?
—Como regla general, los bancos hacen lo imposible por no tener que ejecutar a sus clientes por las deudas. Cada vez que un cliente no puede pagar —no que no quiere pagar pudiendo hacerlo— porque se deterioró su situación económica, los bancos son expertos en buscar una solución: extensión de plazos, quita de intereses, a veces hasta quita de capital o lo que fuera. Herramientas hay. Una ley quita la flexibilidad a los bancos y a las personas. ¿Qué termina pasando casi siempre con estas leyes? Los bancos le prestan solamente a gente que tiene un récord crediticio altísimo y a las personas con historial crediticio no muy bueno se les restringe el crédito. Y se agrega una tasa más alta por este riesgo de incobrabilidad.
¿Se necesita una ley para refinanciarle a una persona que tiene una dificultad? Los bancos no somos tan torpes.
Respecto de la tasa máxima de usura, hay empresas no bancarias que cobran 100%, 120% o 130%. Tiene que haber una regulación, pero abordada de manera holística, al sistema en su conjunto. Lo que no queremos es que de una buena intención surja una mala solución.