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¿Qué tiene en común el edificio de la Facultad de Ingeniería con la Sagrada Familia de Barcelona, el Palacio de los Soviets de Moscú y el Museo Metropolitano de Nueva York? Que, además de ser íconos de la arquitectura en sus ciudades, todas esas edificaciones están inconclusas. El proyecto original de Julio Vilamajó, el arquitecto que diseñó no solo la edificación sino su entorno, nunca llegó a completarse tal como él lo concibió. Su incompletitud es una de las tantas aristas desconocidas o poco conocidas de la gran mole de cemento erigida en lo alto del Parque Rodó, obra pionera a nivel mundial en su estilo despojado con sus fachadas de cemento armado, de gran valor arquitectónico para los especialistas. Fue inaugurado en 1945 pero su construcción, en todas sus etapas, va de 1936 a 1953, y pese a que es un edificio que en algún caso ha llegado a ser tildado de “feo”, con los años logró ser reconocido local e internacionalmente como una obra mayor de la arquitectura latinoamericana, por su calidad y trascendencia.
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En vísperas de una nueva edición del Fin de Semana del Patrimonio —este sábado 5 y domingo 6, dedicado a Amalia de la Vega—, se renueva la recomendación de internarse por los pasillos y escaleras de esta obra tan imponente como misteriosa que alberga unos siete mil estudiantes y que, junto a la magnífica Facultad de Arquitectura —obra de Román Fresnedo Siri, otro de los estelares arquitectos uruguayos—, el Museo Casa Vilamajó, el Castillo Pittamiglio y el Museo Zorrilla, conforma un atractivo circuito arquitectónico entre Parque Rodó y Punta Carretas. Un itinerario ideal para recorrer en cualquier época del año, y por supuesto en esta fecha en la que cientos de miles de uruguayos amanecen con un irrefrenable deseo de conocer decenas de edificios, casas, plazas y parques (con las horas de cola que ello implica), deseo que decrece en el atardecer del domingo, hasta el año siguiente.
Apasionado por la vida y obra de Vilamajó, el arquitecto Gustavo Scheps, quien hasta hace dos años fue decano de la Facultad de Arquitectura, y bajo cuya gestión dicha facultad adquirió la casa que perteneció a Vilamajó y la transformó en museo, publicó este año 17 registros, Vilamajó e Ingeniería, un voluminoso libro que “aborda el proceso que va desde la idea de la Facultad de Ingeniería hasta nuestros días, con especial énfasis en el proyecto y la construcción”.
Basado en la tesis doctoral del autor en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, el libro presenta 17 relatos de la concepción y construcción del edificio. El tratamiento digital ultracontrastado en gris y negro de la portada, contraportada y solapas —a partir de una vieja fotografía de la fachada completa tomada durante la construcción— realza la modernidad del diseño de Vilamajó.
Para Scheps, “faltaba un estudio exclusivo, detallado y profundo” del edificio. “En general la obra de Vilamajó es magnífica, pero entiendo que si hay algo que debe destacarse —y en este edificio se pone de manifiesto— es su manejo del espacio. Sus obras transforman el lugar. Lo convierten en algo nuevo y mejor. Esto es notorio en el Ventorrillo, en Villa Serrana y también en la Facultad, donde integra el parque, el barrio e incorpora la ciudad y el paisaje marino enmarcado por sus pilares”. La publicación, “desde la óptica de un arquitecto, en la complejidad de sus variables y lógicas, pretende contribuir a un mejor hacer, y un mayor entendimiento y disfrute de la arquitectura”.
El vínculo de Scheps con Vilamajó es un eje transversal en su trayectoria, pues en la última década, como arquitecto encargado del edificio, diseñó tres cuerpos anexos, el aulario polifuncional José Luis Massera, situado junto al emblemático “faro”, la sede del INCO (Computación), caracterizada como un “edificio verde” por su eficiencia energética y su capacidad de aprovechar el agua de lluvia, y el Edificio Julio Ricaldoni, del Instituto de Estructuras y Transporte, inaugurado en 2018.
El libro, según su autor, “aborda la complejidad del proyecto de arquitectura: el surgimiento de la necesidad de la obra, el proceso creativo, los aspectos de la gestión, la tecnología, la influencia de los contextos económicos y culturales, la influencia de las diferentes personas que participaron. Incluso la crítica de las diferentes épocas es materia de estudio. Cada registro puede leerse con independencia de los restantes y no es imprescindible leerlos todos. En la secuencia que el lector elige, nace una suerte de investigación instantánea”.
Quinto piso
“Lo más deseado de ese edificio es la quinta planta, que tiene las mejores vistas”, recordó a Búsqueda una estudiante extranjera que pasó un tiempo de su formación en Ingeniería. Sus recuerdos están llenos de los dos principales materiales con los que trabajó Vilamajó: hierro y cemento. Esta es la imagen que conserva de “las bandejas”, un sector anexo al edificio principal. “Entras al hall y vas todo a la derecha y llegas a una parte llena de vigas de hierro y cemento. Es una parte muy gris y oscura con el techo cubierto y la parte central abierta, donde hay oficinas y aulas con computadoras”. También recuerda con nitidez el túnel de viento y una máquina enorme, que sirve para estudiar partículas, instalados en “el menos uno”. El recuerdo recupera la luz en el gran hall del quinto piso, “con sus ventanas enormes desde las que se ve el mar en su esplendor”.