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Si hay algo que nuestros padres nos enseñaban desde chiquitos es que no conviene discutir con la maestra. Un axioma sencillo de entender: no hay que discutir con la maestra. Punto. Ahora me doy cuenta de que en su momento no lo entendí. Siempre pensé que esa ley de la vida se refería a lo inútil que resulta discutir con la autoridad, pero empiezo a creer que el sentido era un poco más amplio, o más específico, según desde donde se lo mire. Parece que esa máxima excede largamente a nuestro período de prisioneros en la educación primaria. Durante la vida adulta tampoco conviene discutir con la maestra, ni con el profesor.
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Si está pensando en mostrar un mínimo desacuerdo con alguna de las acciones o discursos gremiales de maestras y profesores, le recuerdo que:
—Usted habla sin saber. Así estamos, por gente como usted, así está el país y la educación. Sí, por gente como usted.
—A usted no le importa la educación de sus hijos realmente, lo único que pretende es sacárselos de encima y que los retengan la mayor cantidad de tiempo posible.
—En ese sentido, nobleza obliga, usted es igual a los políticos, a las autoridades de la ANEP, a Brechner y su diabólico plan Ceibal, y a todos los traidores que quieren destruir la educación. Que quede claro: a los únicos que les importa la educación verdaderamente es a los profesores y maestras, el resto la usa como excusa para sus intereses personales y/o corporativos.
—Usted no sabe ponerse en el lugar del otro.
—Usted se cree los numeritos que le muestra Astori. ¡Todo mentira! ¡Astori mentiroso, traidor, vendepatria, la gente no es tan boba como para creer tus porcentajes y poweres pointes! ¡Nadie te cree! Salvo usted.
—Usted quiere que la escuela pública se funda, se privatice la enseñanza en su totalidad, y que a José Pedro Varela lo hagan desfilar con una pollerita de la Scuola Italiana y sea vejado sexualmente entre cinco gordos del Stella Maris que juegan al rugby y se pasaron toda la semana haciendo pesas y tomando anabólicos.
—Usted no sabe lo que es el sacrificio, vive adentro de una Cajita Feliz llena de muñecos de los Minions.
—Usted no entiende nada, no entiende que gracias a los sindicatos tenemos democracia, y tenemos este país hermoso que en realidad no es tan hermoso al final, pero solo por culpa de gente como usted que no entiende que gracias a los sindicatos tenemos este país hermoso que deberíamos tener si no fuera por gente como usted.
—En el fondo usted quiere que vuelva la dictadura.
Sigue siendo muy difícil discutir con la maestra, como que no adhiere mucho a la dinámica de la negociación en la que cada parte cede un poquito de sus intereses para llegar a un acuerdo. Si no pregúntenle a Tabaré Vázquez. Tuvo tres meses a todo paro, antes de que se conociera el presupuesto, durante, y después; hasta que el viernes de mañana el ejecutivo les ofreció el mejor convenio salarial en todo el ámbito público (por lo tanto en el privado también, así que se les ofreció el mejor convenio salarial grupal de todo el país para los próximos dos años), a cambio de un añito de paz sindical y alguna evaluación de sus tareas; fueron siete horas de negociación hasta que las autoridades gremiales firmaron el acta. El mismo viernes de noche ya estaba la respuesta de los gremios postasamblea: la propuesta era ilegal, inmoral y propia de un gobierno neoliberal, paro toda la semana, huelga por tiempo indeterminado. El lunes Tabaré decretó la esencialidad. ¿Cuál fue la reacción? “Cortaste el diálogo, Tabaré, era lo que estabas queriendo desde hacía rato, ¿no?, huele a pachecato, así no se puede negociar, Tabaré, dictador, tirano, ni Bordaberry llegó a tanto”.
Definitivamente, no hay que discutir con la maestra.