Oda a Joselo López.
Oda a Joselo López.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáIncomprendido, adelantado a su tiempo, un hombre con todas las características del innovador. La furiosa resistencia que genera su imagen, tanto en autoridades como en el vulgo, se emparenta con la provocada por los grandes innovadores de la historia: Copérnico, Galileo, Orson Welles, Voltaire García, el programador de TV Ciudad, etc.
Se precisa más gente como Joselo López en este país. Por supuesto que sería conveniente tenerla en otros lugares estratégicos, en puestos importantes y con intenciones algo más productivas y beneficiosas para la sociedad en su conjunto; pero una cosa no quita la otra, el fondo del asunto es el mismo, el enunciado al inicio de la oración sigue siendo verdadero: se precisa más gente como Joselo López en este país.
Si Joselo López utilizara esa capacidad infinita que tiene para trancar las pelotas en una causa provechosa, estaríamos ante un emprendedor ejemplar para todo Uruguay, un modelo a seguir. Si pusiera esa habilidad única para llevar las cosas hasta su propio límite al servicio de la investigación científica medicinal, por ejemplo, estoy seguro de que ya hubiera encontrado la vacuna para curar el sida, el cáncer y las hemorroides. La picardía es que le tocó en suerte el rol de trancabolas máximo del Estado. ¿Alguien duda de que Joselo López lo desarrolla a la perfección? Él no eligió el papel que le dieron, simplemente lo ejerce con excelencia y maestría, como cualquier hombre digno y capaz. No es su culpa el puesto en el que le tocó jugar, quizás haya algo de culpa en el propio Estado, que no supo aprovechar esa garrafa de 150 kilos de energía innovadora para su propio beneficio.
Joselo es diferente, Joselo tiene algo que no se compra en la farmacia, algo que no produce Wellapon: carisma. Atrás de esa imagen de gordo que uno imagina siempre agitado y respirando con fruición por la nariz ancha y profunda para mantener oxigenado su amplio organismo, con la camisa abierta en verano o invierno, el vientre subiendo y bajando, la cabellera levemente húmeda cayendo sobre su frente y luchando por mantenerse agarrada al cuero cabelludo, al tiempo que suda lo mismo que un oso pardo en la arena del Caribe (todo esto sin importar la temperatura exterior); atrás de ese osito humano con cara de resfriado brilla el vendaval de la innovación, la fuerza de lo diferente, el vacío del riesgo que solo pueden afrontar los verdaderos hombres (es lógico que haya gente que no vea todo esto, no es fácil divisar algo atrás de tamaña osamenta).
Es un adelantado a su tiempo, por eso el populacho no lo entiende. En general cae mal Joselo, para qué mentirnos. Pero es el funcionario público del futuro. Sufre lo mismo que padeció Artigas, quien terminó en Paraguay resentido como él solo por incomprendido; lo mismo que le pasó a Eduardo Mateo, transformado en un bichicome porque la masa no concebía su arte; o Bonomi, que la gente no lo entiende porque habla un idioma del futuro en el que no es necesario modular; así como el propio Julio César Maglione que se sacó la peluca y todos pensamos que era doblemente indigno: por no tenerla y evidenciar el vacío, y por recordarnos que antes sí la tuvo, evidenciando el embuste. Pero ahora vemos cómo Berlusconi, uno de los hombres más poderosos del mundo, sigue el camino trazado por Maglione mucho tiempo antes.
Solo un necio sería capaz de negar que Joselo es arte. Joselo no necesita que ningún Duchamp lo ponga a exhibirse en un museo para legitimarlo como tal. A pesar de lo dicho, sería una pegada el ballet “El Trancanueces“, dirigido por Julio Bocca y protagonizado por Joselo López. La cultura y el país se lo merecen.