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Si una sociedad no se ríe de sus mandatarios, algo anda mal. El humor es un arma poderosa para mostrar los tropiezos, las contradicciones y las metidas de pata de los políticos. Lo sabe el público que festeja el chiste cuando es bueno en captar la crítica. Durante gran parte de la dictadura uruguaya el humor estuvo restringido en la televisión y en la prensa, y por supuesto nadie se atrevía a hacer humor político. Hasta que a inicios de los 80 algunos se atrevieron, y de a poco surgieron personajes, sketches e imitaciones que hoy integran las piezas de humor más memorables de la televisión nacional.
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El domingo 2 de julio se emitirá por Canal 12 Humor y política, el primer capítulo de una nueva temporada de El origen, programa conducido por Facundo Ponce de León y producido por Mueca Films. El año pasado, El origen se enfocó en la historia del humor rioplatense, con programas como Telecataplum, Jaujarana o El show del mediodía.
Antes de ocuparse del humor, El origen investigó sobre temas históricos y dedicó tres programas a las figuras de Artigas, Varela y Batlle y Ordóñez. “La diferencia con los programas históricos es que con los de humor pesa mucho más lo afectivo y lo que uno se acuerda de cada época. El día del lanzamiento, hubo gente que no solo se acordaba de los fragmentos que mostramos, sino que también se acordaba de qué estaba haciendo el día que los vio. Hay entonces variedad de reacciones, de acuerdo con la generación a la que pertenece quien lo esté mirando, si lo vivió o no, si los padres le hablaron de tal o cual personaje”, explicó a Búsqueda Juan Ponce de León, a cargo de la realización del programa.
El lanzamiento de Humor y política se hizo el jueves 22 en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo. Al contrario de lo que se hubiera esperado, hubo escasos políticos y autoridades presentes. Fue algo muy notorio porque tanto el lugar como los propios políticos son materia prima del programa. En las primeras filas estaban la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz; el director de Cultura, Sergio Mautone; el senador Pablo Mieres y el presidente de la Cámara de Diputados Carlos Mahía. Según los organizadores, varios políticos se excusaron por enfermedad o por viajes.
Humor en dictadura.
El Chicho fue un sketch inolvidable en Decalegrón. O, más bien, inolvidables fueron los personajes que interpretaron Enrique Almada y Julio Frade. Ellos eran dos contadores cercanos al régimen militar que hacían comentarios políticos frente a una puerta. Detrás estaba El Chicho, un ser abstracto que emitía decretos absurdos y que los contadores comentaban. Almada terminaba gritándole con admiración: “¡Vos sí que tenés recursos, Chicho!”. Ambos actores se ganaron la simpatía del público, y varios odios. Almada llegó a recibir amenazas de muerte, según cuenta su hijo.
Jorge Denevi, quien dirigió la última temporada de Telecataplum y de Plop, otorgó una de las entrevistas más extensas para el programa. En total, la producción hizo unas 120 entrevistas. Él recuerda que lo único que se podía hacer en dictadura eran chistes sobre suegras e infidelidades, hasta que en conversaciones con Jorge Scheck resuelven incluir algo de la realidad. Así surgió Carne de vestuario, un sketch en el que el actor Francisco Nápoli imitaba al jugador Venancio Ramos. La imitación fue tan buena que a Nápoli la gente en la calle le decía Venancio y al jugador lo llamaban Nápoli en las canchas.
Con este éxito, Denevi y Scheck se dieron cuenta de que “la realidad era buen negocio”, y así aparecieron Las noticias cantadas, “un golpe político”, según Denevi. En aquel espacio se comenzó tímidamente a incluir la crítica política cuando aún había dictadura. Aunque hoy suene inocente, la primera crítica fue hacia el aumento de la leche. Después fueron subiendo el tono hasta que la directiva del canal les pidió que aflojaran. Y ellos aflojaron, pero volvieron con más fuerza después de tres semanas al ritmo de la canción A redoblar y con una letra que decía “a dialogar”. Se venían tiempos de apertura.
En julio de 1982 había aparecido la revista El Dedo, que dirigió Antonio Dabezies. “En los 80 se abrió una ventanita y empezó a entrar un poco de aire fresco. ‘Vamos a abrirla del todo’, dijimos algunos”, cuenta Dabezies. También agrega que desde el primer número supo que los iban censurar.
Un hijo del pueblo.
Por fin llegó la democracia y los uruguayos se podían reír de todo. Pero no, no fue tan fácil. “¿Quiere decir que casi hubo más presión en democracia que en dictadura?”, pregunta Facundo Ponce de León a Denevi. “No te digo ‘casi’, te lo aseguro”, contesta rotundo el director, quien recuerda las llamadas de todos los partidos políticos para que “aflojaran” con las críticas. Igual que Denevi, los otros entrevistados recordaron las mismas presiones.
“Un político se banca que le digan ‘chorro’, pero no se banca que se rían de él”, dice el periodista argentino Jorge Lanata desde su despacho en Buenos Aires. Hasta allí fue la producción de El origen para entrevistarlo por el espacio de humor que dedicaba en su programa Periodismo para todos. Lanata también se despacha con su tono porteño contra los uruguayos: “Tienen buena prensa de sí mismos, pero no son tan honestos, roban menos porque hay menos plata”, dice entre otros comentarios. También recuerda su fugaz pasaje por la televisión uruguaya: “Nunca me apretaron tanto por un programa como con el de Casal”.
Si Almada y Frade conquistaron a los espectadores con El Chicho, Ricardo Espalter se ganó el cariño con su interpretación de Pinchinatti, un político demagogo que hacía promesas absurdas. Fue tal el éxito que llegó a hacer actos callejeros y se transformó en un fenómeno imparable que llenó el Palacio Peñarol. “Pinchinatti es un hijo del pueblo, Pinchinatti trepa, yo lo votaré”, decía el jingle creado por Frade, que provocó aplausos en el Salón de los Pasos Perdidos. “Lo misterioso es que el público no aplaudió los chistes sino la presentación, hay en ese aplauso una carga histórica muy grande”, afirma Ponce de León.
Un día llegó la llamada para que “aflojaran” con Pinchinatti porque los políticos tenían miedo de que la gente lo votara más que a sus líderes. Entonces Espalter se sacó su bigote falso frente a cámaras y su equipo las pelucas y sombreros. Espalter explicó muy serio que todo era una parodia. Explicó el chiste. Se acabó el humor.
Uno de los personajes más ácidos de los últimos años es Darwin Desbocatti. O la voz de Darwin que se emite por radio, porque quien lo interpreta, Carlos Tanco, vive en un bunker, según él mismo explica, y nadie lo puede ubicar. Su humor no tiene límites, pero su objetivo son los políticos, a quienes trata como si fueran personajes para que no le den lástima. Para Tanco, lo que hay que atacar es la solemnidad que rodea al político, y por eso considera que alguien que hace humor no puede ser importante. “El humor es la supresión de la sensibilidad”, dice. Y él lo pone en práctica.
Por su parte, para Marcel Keroglian, humorista de Carnaval y uno de los mejores imitadores de José Mujica, el humor tiene relación con la música, porque si el chiste cae en un compás que no corresponde, ya no funciona. “Es una partitura musical”, afirma.
Igual que en el ciclo anterior, El origen continúa ofreciendo un producto de excelente calidad que tiene detrás una exhaustiva investigación y rescate de archivo. Además de este primer capítulo, se emitirán durante los domingos de julio otros tres, dedicados al fin de una forma de hacer humor televisivo con episodios de Telecataplum y Plop, a la historia de Videomatch y al humor en las redes.
Pero este domingo 2, justo después de Telemundo, hay que sentarse frente al televisor. Porque no hay nada más liberador que una buena carcajada. Y si es después de las noticias, mejor.