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    Hay 63 empresas fintech, y más operando desde zona franca

    El desarrollo de este sector puede ayudar a bajar los “altos costos” en el negocio financiero uruguayo, caracterizado por “rigideces” y su concentración en “instituciones tradicionales”, señala un consultor

    Un mapeo relevó a 63 fintech que operan en Uruguay en diversos segmentos —principalmente empresas que desarrollan productos tecnológicos para instituciones financieras y otras que dan préstamos a través de una plataforma electrónica— y algunas más (Verifone, Ripio, Dif Markets, RSK y Koibanx) que, desde zonas francas, lo hacían para el exterior. Ese recuento, al 2019, fue un trabajo junto con la cámara del sector hecho por Martín Lavalleja, consultor de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en el marco de un informe acerca de los desafíos y oportunidades para las fintech uruguayas.

    Para su investigación el consultor también se apoyó en opiniones de empresarios uruguayos del sector, así como de autoridades del Banco República, la Asociación de Bancos Privados, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, y la Cámara Uruguaya de Tecnologías de la Información.

    Señala que la tecnología disponible y “la presión competitiva están cambiando el mercado, operando directamente sobre los costos de transacción, aumentando la bancarización de amplios sectores de personas”. Además, la “alta conectividad e inclusión financiera, junto con el adecuado capital humano y el apoyo del gobierno, pueden contribuir a disminuir los altos costos en un mercado caracterizado por las rigideces propias” de un negocio financiero “concentrado en instituciones tradicionales”.

    Una de las recomendaciones —coincidente con la visión transmitida por algunos de los consultados— es la implementación de un “Sandbox regulatorio, que a partir de la reducción de los requerimientos y el establecimiento de un plazo permita valorar en la práctica los riesgos reales” para el segmento de los servicios de préstamos entre pares (P2P). Así se podría probar la implementación de este servicio en el mercado, sin poner en peligro al sistema financiero, alega el consultor.

    En el caso de los P2P, mediante una circular de 2018 el Banco Central (BCU) habilitó que las plataformas ya instaladas siguieran operando por un plazo de cuatro meses mientras completaban el trámite para registrarse. Esa reglamentación establece, entre otras cosas, que los demandantes no podrán tomar préstamos por más de 100.000 unidades indexadas (UI) a la inflación (US$ 11.500 aproximadamente) y las personas jurídicas por más de 1 millón de UI (unos US$ 115.000), entre otros topes. A partir de esto, cesaron dos emprendimientos que estaban activos (Socius e Inversionate) y otro migró de modelo de negocios (Tu Tasa).

    Lavalleja consignó que sobre esta regulación hay “visiones encontradas. Por un lado, se entiende que en lo relativo a la canalización del ahorro público, independientemente de la forma de contrato (crédito directo o intermediación vía depósito), existen fundamentos teóricos y lecciones históricas de las fallas de mercado y sus consecuencias. El crecimiento del shadow banking en cualquiera de sus cambiantes formas son contingencias y amenazas a la estabilidad económica”, por lo que se considera que la regulación es “adecuada”. En contraste con “algunos entrevistados entiende que la normativa del BCU debe cambiar” en el entendido de que, a partir de una “lógica tradicional, se han establecido exigencias excesivas que limitan el desarrollo del sector, en particular, estableciendo límites innecesarios para el endeudamiento que disminuyen los ingresos” y requisitos de seguridad que derivan en “costos demasiado elevados. En este punto, se sugiere la implementación de un ‘Sandbox’ regulatorio que permita validar las iniciativas con menores requisitos y formalidades” que los establecidos por la circular bancocentralista.

    Cooperación

    En términos más generales, el consultor entiende que desde el sector público se deben implementar “acciones que contribuyan a generar cooperación entre los bancos y las fintech”, ya que “pasar de la competencia a la colaboración sería en “beneficio de todos”. En concreto, señala que el BCU podría promover una instancia institucional que permita identificar y desarrollar líneas de trabajo conjunto.

    Para el actual presidente del BCU, Diego Labat, los pagos en el sistema local deben ser “mucho más ágiles, más modernos y mucho más baratos. Para esto hay que facilitar la incorporación de innovaciones, por la vía de que las actuales instituciones —bancos, administradoras de crédito, empresas de servicios financieros— incorporen mucha tecnología. Y por otro, con una regulación que permita el acceso a nuevas empresas —como las fintech— que hagan el negocio de manera distinta, obviamente siempre en igualdad de condiciones con las que ya están. El sistema requiere de una apuesta muy fuerte a la innovación”, dijo en abril en Búsqueda (Nº 2.066).

    En esa misma dirección, el Plan de Acción de la Superintendencia de Servicios Financieros del BCU para el periodo 2020-2028, aprobado recientemente, enuncia el propósito de desarrollar un sistema “con mayor utilización de tecnologías y soluciones innovadoras, eficiente, con menores costos y con facilidad de acceso para los usuarios a los servicios y productos”. Eso implicará acciones para la “incorporación de las fintech en el funcionamiento del sistema”. Y, en línea con la recomendación del consultor de la Cepal, plantea conformar un grupo de trabajo con representantes de “agentes del mercado y el Poder Ejecutivo”. Además, contempla el desarrollo de un “hub regulatorio para la innovación”, que funcionará en la órbita del BCU (Búsqueda Nº 2.078).