—Por entrar por lo positivo, lo más significativo fue cuando el presidente empezó la ronda de reuniones bilaterales con los presidentes del Mercosur, primero con Bolsonaro en febrero de 2021, y luego vinieron otras cumbres. Eso es un hecho significativo que veo alineado con lo que Uruguay ha hecho a lo largo de este siglo, empezando con el gobierno de Jorge Batlle. ¿En qué sentido? En el sentido de tener autonomía en lo que refiere a la inserción internacional y a los acuerdos con terceros. ¿Bajo qué premisa? Bajo la premisa de que el Mercosur seguía funcionando como una zona de libre comercio imperfecta, en donde los bienes circulan con origen y, por lo tanto, la restricción de negociar con terceros no tenía sentido. Eso fue reforzado por el tiempo, porque lo que ocurrió en los últimos 20 años fue que el Mercosur solo notificó a la OMC sobre un acuerdo comercial de primera línea, que fue con Israel. Y después tiene cuatro o cinco notificados por cláusula de habilitación y dos de ellos de preferencias parciales, con India y con Sudáfrica, que son de ninguna significación. Eso en un contexto donde los países de América Latina notificaron en ese tiempo 20, 30, 40 acuerdos comerciales. Es decir que no es que sea un poco peor el desempeño, el subdesempeño o el no desempeño es mayúsculo. Y a eso le sumamos la eterna negociación con la Unión Europea, que terminó en 2019. Todas estas cosas obviamente que el Uruguay las padece, no es el responsable de ellas. Por eso, ese proceso de diplomacia presidencial yo lo veo culminado con el viaje de Lacalle Pou, en compañía de Mujica y Sanguinetti, a Brasilia cuando asumió Lula, y después con el recibimiento a Lula (en Uruguay). Eso creo que son logros, más uno más, que es un cambio en el acceso al mercado que tuvo el Uruguay en el gobierno de Bolsonaro, que es un protocolo adicional al acuerdo bilateral que tenemos con Brasil y que permitió marcar origen en las zonas francas.
—¿Cuál es el vaso medio vacío?
—Creo que lo que faltó, claramente, es tener una percepción de qué es lo que tiene que hacer Uruguay desde el punto de vista estratégico. Uruguay tiene que aumentar el nivel de apertura de su economía. Para ser del tamaño de economía que tiene, es una economía aún relativamente cerrada. Y lo es a pesar de que muchos gobiernos han tratado de mantener instrumentos de internacionalización. Y es cerrada como efecto indirecto de estar en la región en la que está, porque Brasil y Argentina son economías hiperproteccionistas. Entonces, tenemos que tener claramente una política de apertura y dentro de ella están los acuerdos. ¿Qué acuerdos? Los acuerdos preferenciales de comercio recíprocos. No los otros. ¿Cuándo hay un acuerdo de comercio no recíproco? Cuando un país le otorga a otro liberalizar su comercio sin pedirle nada a cambio. Ese es un instrumento que está vinculado con la ayuda al desarrollo, no con la liberalización comercial. Los países desarrollados se permiten otorgarles preferencias no recíprocas a los países en desarrollo con el propósito de ayudarlos. ¿Qué muestra la literatura desde el fondo de los tiempos y más en la última época? Que ese instrumento está siendo sustituido por los otros, porque las preferencias no recíprocas no generan comercio; a ninguno de los países que recibió esas cosas le sirvió para eso.
—Usted se refiere a la propuesta de senadores de Estados Unidos de incorporar a Uruguay en un sistema de preferencias.
—Uruguay ha quedado por fuera de todos los sistemas generalizados de preferencias porque es un país de ingresos altos en términos comparativos. ¿Esta es la única manera de excepcionar el principio de nación más favorecida? No, existen otras curiosidades en el sistema internacional que son preferencias a subclases de países que tienen ciertas características. Y para que esas cosas prosperen, requieren un permiso especial de la OMC. Uno de ellos es la iniciativa del Caribe, que es un permiso especial que se les otorgó a países de la cuenca del Caribe, que son islas, países pequeños, pobres, vulnerables y sometidos a desastres naturales. Ese instrumento le dio a Estados Unidos una amplia potestad para darle preferencia no recíproca a una gran cantidad de productos. Y ese es el que los senadores de Estados Unidos quieren usar para Uruguay, diciendo que es posible aprobar una ley —porque tienen apoyo de demócratas y republicanos— que incluya a Uruguay como país beneficiario. ¿Eso puede llegar a ocurrir? No lo sé, no conozco cómo es, si va a ir un funcionario del Departamento de Estado al Congreso y les dirá: “Esto lo pueden hacer, pero cuando tengamos que pedir el permiso especial en Ginebra se van a dar cuenta de que Uruguay no es una isla, es un país pequeño pero con buen per cápita, y lo de los desastres naturales…”.
—En una entrevista con Búsqueda, el presidente de la Comisión de Comercio Internacional del Parlamento Europeo dijo que el Consenso de Washington había muerto. ¿Esta vuelta a la bilateralización de los acuerdos es parte de eso?
—Pondría un matiz en eso. Desde la Ronda Uruguay para acá, el sistema multilateral caminó paralelamente a la generación de acuerdos preferenciales de comercio, pero esos estaban dentro de las reglas de la OMC. Esa clase de acuerdos han sido amigos del multilateralismo. Desde el punto de vista histórico, el concepto de nación más favorecida salió en la posguerra porque en la preguerra el mundo estaba totalmente fragmentado, los países podían aplicar condiciones comerciales, las que quisieran, de manera bilateral y eso se convertía en un instrumento de la geopolítica. Por eso, cuando se creó el GATT, el concepto fundamental, sobre todo entre los países industrializados en la posguerra, es que nos vamos a tratar como tratamos al mejor y nos vamos a dejar de discriminar. Eso generó la onda de expansión del intercambio hasta ahora, y los acuerdos comerciales preferenciales, zonas de libre comercio y uniones aduaneras siguen esa sintonía.
—¿Trump se sale de ese esquema al aplicar esas políticas comerciales nuevas?
—Lo titularía como unilateralismo agresivo, empezando por salirse del Acuerdo Transpacífico. Ese unilateralismo agresivo, quizás con otros modales, Biden lo ha continuado, especialmente en la polarización con China.
—¿Cómo cuadra con eso la propuesta de salir del Mercosur, que usted criticó?
—Ya en la cosa más doméstica, más provinciana, me parece que ha habido intenciones de anuncios adecuados y una implementación un poco errática e improvisada. Al mismo tiempo, no hay una encarnadura dentro del gobierno, pero tampoco en el sistema político, ni a nivel de la sociedad civil y del sector privado, de una idea clara sobre la posible solución de este asunto. El tema no es ser miembro asociado o no del Mercosur, ni estar o no estar en el Mercosur. No es donde hay que poner el punto. Uruguay tiene que cambiar, intensificar su estrategia de inserción internacional, se tiene que abrir más. Para eso tiene un menú de instrumentos, uno de ellos es la relación con el Mercosur, pero el tema no se agota ahí. Por otra parte, el obstáculo de nuestra relación con terceros debido al lugar donde estamos no responde al estatuto de que tenemos que negociar en conjunto con terceros. Si fuéramos un Estado asociado y no estuviéramos en el Mercosur, tendríamos problemas parecidos. Por eso me suena a improvisación lo que planteó el canciller o, por lo menos, si no hay improvisación y hay una estrategia, yo que sigo este tema no la entiendo.
—Pareciera que el Mercosur es el culpable, según un sector muy amplio de expertos y políticos, de que Uruguay no pueda abrirse al mundo. ¿No es así?
—El obstáculo de hacer acuerdos con terceros debido a la posición de Brasil y a que estamos en una región muy proteccionista es objetivo, es decir, la situación es muy complicada. Por otra parte, esa es una faceta. ¿Eso es lo único que hay que hacer? No, hay otro montón de asuntos, una agenda amplia de la liberalización comercial que no hemos abordado, o que hemos abordado de manera parcial y a un ritmo de cambio lento. ¿Hay muchas cosas para hacer? Sí. ¿Este gobierno las podría haber hecho? Sí. ¿Y los gobiernos anteriores? También. Obviamente que ahí los sectores que tienen una posición más reactiva a continuar estos procesos de internacionalización se agarran del Mercosur. Lo mismo que los terceros que dicen: “Ah no, no negociamos con Uruguay porque está en una unión aduanera y queremos negociar en conjunto con el Mercosur”. Es un expediente que saca una respuesta rápida, no creo que vaya al fondo del asunto en ninguno de los dos sentidos, ni en el sentido doméstico, ni en el sentido internacional. Porque el Mercosur no es una unión aduanera, tenemos unas preferencias recíprocas basadas en un funcionamiento de la circulación que es una zona de libre comercio. Y los países han aplicado miles de perforaciones. La última: en este momento el arancel externo común tiene un nivel para Brasil, que bajó un 10, y después otro 10 solo, un 10 para Uruguay, que se alineó con el Mercosur, y nada para Argentina y para Paraguay, que no hicieron esa reducción. Brasil se ha pasado haciendo cosas unilaterales todo el tiempo. Ahora parece que Lula dice que no le gusta el acuerdo con la Unión Europea, cuando había dicho lo contrario unos meses antes. En lo estructural, el problema es que Brasil está todavía en un equilibrio de economía ultracerrada. La pregunta, que no tiene una respuesta fácil, es cómo alinear un proceso de apertura de Uruguay más en la dirección de hacer acuerdos con terceros, entrar en el Transpacífico, firmar un acuerdo bilateral con la Unión Europea si el Mercosur no está en condiciones de hacerlo en conjunto, intensificar las relaciones bilaterales con los países de América Latina; es decir, lograr hacer esa estrategia extrovertida y que eso esté dentro de un camino que es… A ver, más temprano que tarde, si Argentina y Brasil quieren cambiar su rumbo y no seguir en esta declinación en la cual ambos se han metido, van a tener que cambiar su política comercial.
Pero Uruguay no discute eso. Además, lo veo mucho en este gobierno, aparecen los gestos, pero después no se implementa en continuidad una estrategia en dirección del gesto. En este caso me refiero a la visita de Sanguinetti, Mujica y Lacalle. Eso es un gesto, que debe decir algo: el bilateralismo con Brasil es importante y los uruguayos estamos juntos respecto a la posición internacional de lo que queremos. Esas dos cosas se tienen que sustanciar, les tienen que dar contenido y tienen que generar hechos incrementales en esa dirección.
—El nivel de debate público en Uruguay sobre el tema de la apertura comercial parece menos sofisticado de lo que usted plantea.
—No. Si pienso en los últimos 20 años y selecciono de la gente que construye opinión pública y que buena parte de la ciudadanía ha escuchado, mencionaría solo a dos presidentes que tuvieron cierta clarividencia, con distintos contenidos: Jorge Batlle y Tabaré Vázquez. Como me costó encontrarlos, en realidad es como que no hay. Después, en el sentido común de los profesionales que estamos en esto, creo que todo el mundo entiende que una economía pequeña solo puede crecer en un contexto de abrirse. Esto, aparte, tiene que ver con todas las restricciones microeconómicas y todo el mal funcionamiento de la economía uruguaya. Una economía pequeña, para cambiar la productividad por el progreso técnico, para poder crecer, para resolver los problemas educativos, para no enfrentar presiones por el tema de la seguridad social, tiene esta carta y no otra. Si lo miramos en el corto plazo, lo que siempre estamos esperando, y a veces viene y nos salva, es un UPM. Ahora estamos con el hidrógeno verde, pero son esos dos o tres mil millones de dólares que vienen de un saque a alguna inversión global que después derraman al resto de la economía. Esto no tiene vuelta, es un hecho tan objetivo, pero no lo veo claro en algunos sectores empresariales. También está la posición totalmente reiterada y cacofónica del PIT-CNT por este tema, que me alarma porque no responde a los propios intereses de quienes deben estar preocupados por la creación de empleo y por la calidad de los puestos de trabajo que se crean. Es una posición que siempre repite lo mismo: el Mercosur, el Mercosur. Y está totalmente capturada por una visión de la integración, que es la visión del país hegemónico en la subregión, Brasil; eso no es integración, es subordinación a los intereses del país más grande.
—El PIT-CNT no parece ser el único actor que defienda el Mercosur y ese nivel de integración regional. El Movimiento de Participación Popular y Cabildo Abierto parecen tener puntos de contacto.
—En el Partido Nacional también hay sectores. Es decir, hay toda una vertiente en el Uruguay que, quizás, en sus orígenes tiene sentido, pero ha sido base de un relato anticuado, anacrónico, que no ha sido actualizado. Todo el mundo cita al querido Tucho Methol, el Uruguay como problema. Claro que para Uruguay la región es relevante, yo no voy a contradecir eso, pero hacer de eso una doctrina y un dogma, sin incorporar la información contemporánea, las cosas que han ocurrido y la deriva que ha tenido la integración sudamericana es no tener una visión crítica y dinámica de los hechos. Eso tiene que ver también con cierta pereza intelectual de las élites dirigentes. No hay que leer un libro hace 40 años, se escribieron más libros después.