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    Hay que hacer a la industria competitiva “de verdad”, desatar el “nudo” en combustibles y llevar a Ancap a “la cancha grande”

    “El camino no es el subsidio a fabricar commodities, a fabricar tela gris o azul”; es mejor que el Estado ayude “a abrirse al mundo”, opinó el futuro ministro de Industria, Omar Paganini

    Lograr la “competitividad genuina” es uno de los principales desafíos que la industria tiene por delante. Con ese objetivo como norte, el futuro ministro del ramo, Omar Paganini, reconoce que es “caro” producir, pero también que hay cosas “inevitables”, como la reconversión de las cadenas, porque la economía mundial fluctúa. Por eso, plantea “cambiar la cabeza” sobre el tipo de producción que se puede desarrollar y afirma que “el camino no es el subsidio a fabricar commodities”.

    En el caso de la agroindustria, cree que Uruguay puede aspirar a agregar “algunas etapas de elaboración” sobre las materias primas y en los demás sectores participar en algún eslabón de la producción global.

    “Uruguay tiene que ser realista en ayudar a que se desarrollen (otro tipo de industrias como la bio y nanotecnología o incluso la electrónica), pero no en soñar con cosas que no son viables, ni para nuestro tamaño ni para nuestro expertise”, señaló.

    Sobre cómo volver más competitiva la producción, Paganini apunta a reducir en “unos pocos años” los costos de la cadena de los combustibles, “eventualmente” abriendo la importación y a la vez haciendo de Ancap un jugador “regional”, que exporte a Paraguay, Argentina y Brasil.

    En ese proceso, el designado ministro en el gobierno de Luis Lacalle Pou destaca el rol “fuerte” e “independiente” de la “nueva” Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua (Ursea), que tendrá un “papel estratégico” para reformar el actual funcionamiento del sistema de refinación y distribución de los combustibles.

    Para desatar el complejo “nudo” que se plantea en el mercado, Paganini habla de “voluntad” y de “trabajar sistemáticamente” en alinear los planes y avanzar, escuchando a los diversos actores y a los socios de la coalición “multicolor”.

    “Estamos abiertos a ir ajustando” y “corregir el rumbo”, pero advirtió: “Al final ejecutamos, al final hacemos”.

    A continuación, un resumen de la entrevista de Paganini con Búsqueda.

    —En todo 2019, la producción industrial se contrajo. ¿Qué desafíos ve para cambiar la tendencia?

    —Uruguay tiene un potencial muy fuerte, histórico, desarrollado y con algunos desafíos importantes en el sector de agroindustrias, pero uno general es el de la competitividad. En casi todas las cadenas agroindustriales alguno de los eslabones se está quejando. Ya sea en el arroz, en la carne, los cítricos, en la lechería, etcétera. Tal vez en el forestal no lo estamos viendo todavía, pero incluso ahí hay algunos problemas para los plantadores de pino. Hay una temática general, con algunos desafíos macroeconómicos y con los costos como los de la energía, que nos lleva a otro tema del ministerio. Buena parte del motor del desarrollo nacional han sido las agroindustrias y hay que encontrar la forma para que se vuelvan competitivas. No falsamente competitivas, sino de verdad. No a través de parches —que tal vez en algún momento hay que considerar para evitar desinversiones— sino, sobre todo, logrando la competitividad genuina.

    En otras industrias, de desarrollo de intangibles, un área que en todo el mundo tiene futuro (software, servicios globales y las industrias creativas), el desafío es conseguir más personal calificado y una estrategia permanente de encontrar el nicho de competitividad, que lo han hecho los empresarios sobre todo en el software. Hay que buscar la forma de seguirlo apuntalando, en un momento de cambio hacia la inteligencia artificial, el big data y la Internet de las cosas. Son revoluciones que las TIC tienen cada tanto y esta parece que es una de las muy grandes.

    Después está la industria manufacturera, cuyo desafío es integrarse a cadenas de valor global, aportando su expertise en algún nicho, como en la automotriz, la química y otras.

    —Está claro que no hay una sola industria en el país. Pero, ¿a qué modelo se puede aspirar con relativo éxito? ¿Uno de extracción de recursos naturales y venta de commodities desde zonas francas, como el de UPM, o a uno con más valor agregado sin esas exoneraciones tributarias?

    —Las unidades productivas exitosas no son demasiado grandes, están articuladas con el mundo y tienen mucha tecnología, ese es el tipo de industria que podemos tener y que tiene el mundo hoy. Muchas veces, en los discursos y la reflexión, estamos pensando en otra industria, la de antes, de chimeneas, una industria de miles de trabajadores, sin tanta tecnología, que en torno a ella se forma un ecosistema social muy fuerte, que da muchas certezas y que muchas veces estaba pensada para el mercado interno porque era un mercado cerrado. Sobre esa es la que tenemos que cambiar la cabeza.

    La industria que podemos tener, en el caso de ser una agroindustria, va a ser algunas etapas de elaboración arriba de nuestros recursos naturales, como tractor de todo un sector de la producción primaria, y es bueno que lo sea porque le da fuerza para salir al mundo. Y las otras, enganchadas en una cadena global de producción como tenemos en el caso de autopartes, farmacéutica, etcétera.

    —¿Qué debería esperar el industrial del Estado?

    —Del Estado debería esperar que lo ayude a abrirse al mundo, a conseguir mercados, que le facilite determinado acceso a la tecnología, eventualmente también una política educativa que le produzca personas calificadas, que lo ayude a construir ecosistemas, parques industriales. No tanto el subsidio explícito, la protección arancelaria que ya en el mundo de hoy es poco útil.

    —En los últimos gobiernos se crearon o mantuvieron subsidios a sectores como el textil-vestimenta, automotor, y se promovieron rubros “estratégicos” (como la bio y nanotecnología). ¿Se dejará de subsidiar a aquellos que no lograron salir a flote?

    —No me gustaría ser tan drástico. Sí pensamos en la necesidad de impulsar sectores estratégicos como los mencionados, pero no hay que ser demasiado ingenuos en cuanto a cómo se desarrollan. Requieren tiempo, inversión y en algunos casos el país no es el lugar adecuado para hacerlo. En otros casos, sí. Pensando en la electrónica, por ejemplo, tener capacidad para construir hardware en el país no parece que sea el camino, no es lo que está pasando en las economías más desarrolladas, la producción se está concentrando en Asia. Otra cosa es decir “vamos a ser aplicadores de esa tecnología, agregarle valor al diseño de sistemas”. Hubo experiencias interesantes en atelier de diseño de chips o electrónica que luego se mandan a producir a Oriente; por ese lado podemos seguir. Uruguay tiene que ser realista en ayudar a que se desarrollen, pero no en soñar con cosas que no son viables ni para nuestro tamaño ni para nuestro expertise.

    —¿Y los que no se reconvirtieron y siguen pidiendo algún tipo de apoyo?

    —Hay que estudiar cada caso y manejarlo con prudencia. De hecho, algunos ya no están o quedaron muy pequeños, como el textil, son cosas inevitables, cambia la economía del mundo y se reconvierten las cadenas. El camino no es el subsidio a fabricar commodities, a fabricar tela gris o azul.

    Creo que el empresariado uruguayo conoce muy bien en el mundo que se está moviendo, no estamos a fines de los 80 cuando el paradigma anterior era muy fuerte y había que pensar siempre en el mercado interno y la protección. Hoy el empresario uruguayo busca el negocio y trata de desarrollarlo. Lo que pasa es que tenemos un desafío grande: el país tiene un problema de competitividad, es caro producir, es complejo, la productividad es un tema para Uruguay también. Entonces, más que cargarles el asunto a los empresarios, creo que tenemos son desafíos como país en cuanto a ser atractivos para emprendimientos exitosos a escala nacional y global.

    —En la ley de urgencia, se apunta a reducir el costo de los combustibles al poner a competir a Ancap liberando la importación. Sin embargo, es posible que la tarifa se ajuste en marzo. ¿Cuánto tiempo llevará lograr que disminuya?

    —En marzo tal vez sea necesario hacer un ajuste del valor nominal de la tarifa, que contemple los cambios de estructura de costos que pudieran existir, eso lo estamos estudiando, la definición final va a venir cuando se constituya el gobierno. Todavía no tenemos los números finales, así que puede pasar que el ajuste sea parecido al IPC, o puede pasar que sea un poquito más o un poquito menos.

    Por otro lado, cambiar estructuralmente los costos de la cadena de los combustibles lleva tiempo, pensamos en un horizonte de unos pocos años para poder lograr la paridad de importación (alinearse lo más posible y si fuera menor, mejor), que es el objetivo central de la política: tener combustibles competitivos con la región.

    Para eso hay que hacer varias cosas, no solo —eventualmente— abrir el mercado. En realidad cuando decimos “abrir el mercado”, lo que queremos es incentivar a Ancap a que sea lo más eficiente posible. Y eso no es solo abrir el mercado, también es pensar en Ancap como jugador regional, como exportador. Tenemos una oportunidad en tanto hay demanda de combustible refinado en los países vecinos, como Paraguay, que no tiene refinería, pero también en Argentina y Brasil. Y ahí no hay que tener tanto miedo de que haya la posibilidad de importar. Porque, no quiere decir que me van a achicar el mercado. Vamos a jugar de otra manera, y es un incentivo a la eficiencia para que los costos sean los costos internacionales.

    Esas son las líneas generales de propuesta que estamos manejando hoy, pero estamos en estudio, por llegar al gobierno; vamos a escuchar los puntos de vista de los distintos actores de la cadena y a tomar en cuenta la experiencia que hay en Ancap, la que tienen los distribuidores, estacioneros, y los posibles importadores.

    Todo esto requiere de una política complicada, no es solo un artículo en una ley que dice “termino el monopolio”. Tenemos una idea de a dónde ir, pero estamos escuchando a los socios de la coalición y a los actores y estamos abiertos a ir ajustando. El objetivo central es en pocos años, no me refiero a cinco, sino pocos, llegar a la paridad de importación (o mejor) en los combustibles. También hay estructuras impositivas que tienen que ver; o sea, es un nudo de gran complejidad.

    Ancap

    —En ese “nudo” están los estacioneros advirtiendo que si se abre el mercado, se terminaría concentrando igualmente en pocos actores que pondrían un precio más bajo, que luego subirían; y que habría desabastecimiento en las zonas menos rentables del país. También está el sindicato de Ancap, que avisó que dará una “batalla social” para que se mantenga el monopolio. ¿Usted qué dice?

    —Creo que siempre que se avanza en darle opciones al consumidor los precios no terminan subiendo. Pero tampoco somos ingenuos en el sentido de que el sector es complejo y la regulación tiene muchas puntas. Y no se trata de decir alegremente “no hay más reglas”. Se trata de decir dos o tres cosas importantes. La primera es fortalecer el regulador para que fije las reglas y no las fijen contratos privados entre Ancap y cada una de las partes como sucede hoy, que lo que termina haciendo es que Ancap sea juez y parte. Eso no es un incentivo para la eficiencia; lo que hace es que si hay un problema, se pase al precio.

    Por eso queremos un regulador externo, fuerte, que diga “este costo se puede evitar y este otro se puede pasar a la tarifa”. Eso es más fuerte que la liberación de la importación: tener un organismo independiente que pueda entender los costos del sector y la racionalidad de las tarifas.

    Segundo, se va a producir regulación, para evitar cosas que puedan preocupar, por ejemplo, que haya algunas áreas mal abastecidas. Algunas pequeñas variaciones de precio podría haber, según el modelo que uno tome, pero hay que asegurar una cierta uniformidad territorial, porque es un país pequeño.

    Pero todo esto es adelantar una discusión que estamos procesando. Respecto de Ancap, no se trata de debilitarla, sino que juegue en la cancha grande, que arregle sus debilidades y que se piense como un operador regional, que en esta coyuntura lo puede ser.

    —En las últimas semanas, ha dicho que no se trata de “voluntarismo” querer cambiar el actual sistema. A pesar de las resistencias, ¿tiene expectativas de lograr el objetivo en este período?

    —Voluntarismo es cuando uno dice “no me importa lo que pase, voy a tomar una decisión y ya está” Eso en general termina mal. Sería voluntarista decir “no ajusto las tarifas pese a que subieron mucho los costos”, y después el problema lo tenemos en la empresa. Eso no. Voluntad sí, eso implica trabajar sistemáticamente, ir alineando los planes para lograr resultados y hoy claramente estamos construyendo esos planes. No es para comprometer resultados de corto plazo, sí la firmeza de avanzar en esta dirección.

    Los lineamientos de la reforma del sistema dependen de que esté constituida la Ursea nueva, que juega un papel estratégico, porque allí va a estar la capacidad de reflexión y propuesta sobre los valores económicos del sistema. Además, la Ursea ya tiene un staff técnico, pero probablemente se requiera reforzarlo y también en cantidad de recursos, porque le estamos dando mayor injerencia en cosas que hoy maneja Ancap.

    En las empresas públicas, lo que queremos es tener alguna figura de perfil técnico fuerte en los directorios. Actualmente alguna lo tiene. Y nos importa delimitar un poco más las funciones entre lo que hace el directorio y lo que hace la gerencia. En la práctica uruguaya hay un poco de superposición y es importante tener clara la separación de los roles porque permite determinar mejor las responsabilidades.

    Economía
    2020-02-13T00:00:00