Regionalizar y descentralizar la enseñanza para que las decisiones se tomen por territorios y no desde Montevideo; promover una mayor participación docente; universalizar los programas que hoy se aplican en pocos centros y cambiar la estructura piramidal de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). Estos son algunos de los objetivos que persigue el presidente del Consejo Directivo Central (Codicen), Wilson Netto.
Para alcanzarlos, el jerarca tiene claro que el único camino posible es “dejar de bordear los problemas” que aquejan a la ANEP y “afrontarlos”. Eso implica, entre otras cosas, instruir a directores e inspectores para que “discriminen por territorio quién se compromete, quién trabaja y quién está de vivo” .
“Las instituciones no son para que los funcionarios se apropien de ellas sino para que cumplan un servicio a la sociedad”, sostuvo Netto, que hasta octubre dirigió la UTU.
Y aquellos que “estén de vivos” enfrentaran las consecuencias, añadió.
—Usted asumió al frente de la ANEP casi a mitad del actual período de gobierno. ¿Qué cambios pretende impulsar en lo que le queda de gestión?
—La descentralización es esencial. Hay que sacarle todas las decisiones a un centro común, donde muchas veces se generan problemas de comunicación de ida y vuelta. Hay que tener una mirada territorial, que antes no estaba. Desde que asumimos estamos enfocados en la importancia de trabajar en esa clave. La UTU ya está regionalizándose y Secundaria presentó un formato de mirada territorial que es muy importante.
Es un proceso donde la institución se tiene que hacer cargo de los problemas de los jóvenes, por ejemplo de los problemas logísticos. Los jóvenes eran rehenes de las propuestas planteadas en su territorio y sin ninguna capacidad para salir de ese territorio. La administración se tiene que hacer cargo de buscarles la forma de que lleguen al lugar donde quieren estudiar.
Creo que en el primer período del Frente Amplio (2005-2010) lo que se buscó fue aumentar el presupuesto para conformar centros educativos y un sistema nacional de educación. El primer período permitió ese cambio y aumentó la cantidad de estudiantes. Con todo ese acumulado de jóvenes lo que queremos ahora es la inclusión al conocimiento. Es cierto que hay un porcentaje a atender de desvinculación, rezago y repetición, pero también hay un grupo importante de personas que en el mismo contexto sociocultural tienen buenos resultados académicos y hay que acompañarlos.
—¿Cómo se consigue eso?
—Para ello tenemos que salir de las políticas de carácter focalizado y darles un grado de universalidad. Esa es una de las tensiones que estamos viviendo ahora. Aquellos programas que se crearon, ¿van a quedar reducidos a los focos piloto de estudio? No. Hay muchos programas bien interesantes y que funcionan, pero muchas veces la centralidad no ha permitido que se difundan, porque desde la misma institución se promociona lo que se tiene más cerca.
En la ANEP hay una estructura que invisibiliza toda un área técnica que tiene que jugar su papel: inspectores, directores, técnicos. Esto hace que exista un hueco entre los docentes y los consejos, y demuestra que esta estructura piramidal actual tiene que cambiar. Esta concepción y rol no dieron respuesta. Las personas están, lo que hay que hacer es cambiarles el rol que juegan y definir de qué deben ocuparse.
Uno tendría que estar bombardeado de informes concisos, elaborados por directores e inspectores, sobre cuáles son los problemas que observan y cómo están trabajando para revertirlos. Hay tres tipos de personas en la administración: el que se compromete, el que trabaja y el que utiliza la institución.
—Cuando dice utilizar, ¿a qué se refiere?
—Utilizar la institución es no cumplir con la tarea, en definitiva, ser un mal funcionario. ¿Quién tiene que discriminar y evaluar esto? Tendríamos que discriminar por territorio quién se compromete, quién trabaja y quién está de vivo; y terminar con esta generalización de que todos los docentes tienen una actitud corporativa y lo que menos les interesa es el desarrollo del bien común.
No creo en eso. Por supuesto que cada estamento observa y defiende los elementos que le permiten obtener mejores condiciones de trabajo. Creo que los mandos medios le tienen que hacer llegar a las autoridades cuáles son las personas que se comprometen y cumplen su rol, para ir personalmente a felicitarlos, e identificar a los que están de vivos. Cuando uno tiene a alguien puesto para una función y no la cumple, ahí empezamos a hablar de la burocracia de las instituciones.
—Y una vez identificados, ¿qué se hace con los que están de vivos?
—Hay que pedirles cuentas y exigirles que las cumplan. Uno discrimina la situación de desempeño de las personas y una vez que lo hace... Y bueno, para eso están las normas.
El sistema de educación pública es absolutamente vital para el desarrollo de la democracia del país y la diversificación de la igualdad de oportunidades.
¿Cómo defendemos este instrumento? Ubicando a las personas que se comprometen, que hacen, y dejar en evidencia a aquellos que no lo hacen. Lo peor que nos puede pasar es que por esta inacción se ponga en duda el valor del instrumento sistema educación. Si queremos tener equipos de trabajo en los centros educativos con iniciativa y colaborativos, tenemos que tener un rol de supervisión tanto a nivel inspectivo y directivo que promueva el liderazgo docente y que dé muestras de cómo se pueden hacer mejor las cosas.
Se terminó el tiempo de bordear los problemas, hay que abordarlos. No podemos seguir armando programas colaterales. ¿Confío en la estructura y el instrumento sistema de educación? Sí, pero tenemos que hacer que esa confianza se genere en la sociedad toda. Para ello el diálogo y la capacidad de transmisión es fundamental. Está claro que habrá sobresaltos pero son necesarios.
—¿Cómo lidiar con la oposición sindical a ciertos programas y cambios?
—Hay cosas que cambiaron en el Uruguay. La población no puede ser rehén de culturas institucionales. Las instituciones no son para que los funcionarios se apropien de ellas sino para que cumplan un servicio a la sociedad. También es cierto que en la recorridas que hicimos por todo el interior y por varios liceos de Montevideo, los reclamos de los docentes eran totalmente válidos.
No existe un modelo que funcione en el que se avasallen los derechos de los trabajadores en la búsqueda del bien común. Esa aparente contradicción a veces se arma desde los discursos. Cuando existan intereses distintos, quien va a terminar resolviendo es la sociedad, porque lo que está en juego es la educación del país.
Uno puede tener diversidad de opiniones pero la institución camina hacia donde tiene que caminar. Puedo decir que ningún estamento ha frenado propuestas que fuera necesario desarrollar. Si algún día me sucede eso, o lo plantearé ante la sociedad o me voy.
—La repetición en primero de Secundaria supera el 40%. Hay quienes sostienen que ese mecanismo no es una buena herramienta pedagógica. ¿Qué opina al respecto?
—Ese es otro de los temas sobre el que no se discute en todas sus dimensiones. Se habla de si se repite o no, y no de todo el proceso psicológico. La repetición marca “yo con esto no pude”. El problema de la no aprobación en sí puede impactar en la vida de los niños, pero también está el tema de los tiempos para aprender determinados conocimientos, que no son todos iguales para todos los estudiantes.
Cuando veo estos porcentajes en global, pienso que a esta gente en algún momento la sociedad le dijo “usted no puede con esto”. Como educador me pregunto qué mecanismos se utilizaron para lograr los aprendizajes apropiados y qué tipo de estrategia diferenciada se aplicó. Y al mirar el panorama veo una gran uniformidad y me preocupo. ¿Quién es el estafado cuando estas cosas ocurren?
Contratapa
2013-02-21T00:00:00
2013-02-21T00:00:00