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    Hechizo de luna

    La pintura y el más allá, muestra de José Cuneo en el Museo Nacional de Artes Visuales

    En sus pinturas no hay un cielo igual a otro ni una luna igual a otra. Hay ranchos que parecen moverse en las curvas del paisaje, y hay suburbios de pueblos y callejuelas de pueblos. El color rojo estalla en un cuadro sobre Oriente, y en otros hay tormentas que oscurecen y también están las que iluminan. Hay teros que surcan el aire sobre un rodeo de ganado, y hay retratos de personas y retratos de paisajes en varios planos y texturas. La muestra se llama La pintura y el más allá y reúne obras de José Cuneo (Montevideo, 1887-Bonn, Alemania, 1977) de diferentes épocas y estilos. Estará hasta el 17 de setiembre en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV).

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    “Pienso solamente en la gramática de la pintura, en cómo voy a obtener el color y sus tonos, las manchas, las líneas, las correspondencias, los contrastes y las cosas que encuentro y que me sugiere el azar durante la ejecución”. Estas palabras de Cuneo aparecen en la presentación de la muestra y fueron seleccionadas por su curadora Raquel Pereda, investigadora de su obra y amiga personal del artista.

    “Mi relación con Cuneo fue muy directa y afectiva. Siempre digo que fue una de las personas que más he querido en mi vida. Cuneo por naturaleza era una persona muy simpática, muy sonriente, de buen humor. El contacto con él era sumamente fácil. Los dos libros que escribí sobre él son producto de más de tres años de encuentros en su casa. Lo iba grabando y eso me permitió traducir directamente sus vivencias”, comentó la curadora a Búsqueda.

    La obra que ahora se expone pertenece al acervo del MNAV. La selección no fue fácil porque hay muchas piezas de Cuneo en el museo y se destinó solo una sala para la muestra. “Hay decenas y decenas de acuarelas y dibujos del campo uruguayo. Diría que son cientos. Tuve que ser austera en la elección para dar una visión bastante completa de toda su trayectoria”.

    Lo más difundido de Cuneo han sido sus pinturas de lunas y ranchos, pero la muestra abarca también algunos de sus retratos y acuarelas. Pereda recuerda que Cuneo vendió muchísimas acuarelas para mantenerse. “Salvo dos o tres años que fue profesor de la Escuela Nacional de Artes, el resto de su vida vivió de sus pinturas, y eso no es fácil en Uruguay”.

    El planismo estuvo en el inicio, y para comprobarlo allí está el retrato de 1917 de Eduardo Dieste, director del museo de Melo. Lo capturó mientras tomaba mate de traje y corbata, acompañado de su hijo pequeño en el jardín. O el de la esposa e hija de Dieste, con sus impecables vestidos blancos que se recortan en el paisaje verde y azul. “En 1917 Dieste hospedó a Cuneo varios meses en Melo y él salía a pintar paisajes. Algunos de estos cuadros están en el museo Blanes. Pertenecen al planismo, el primer movimiento auténticamente nacional que se dio en Uruguay. Y Cuneo fue quien lo impulsó”, explica Pereda, quien también escribió un libro sobre Petrona Viera, representante de aquel movimiento.

    Para la curadora, a Cuneo no se lo puede definir como pintor o artista, sino como creador. “Hay una diferencia muy grande. Para mí crear es producir algo que es inédito, que no se parece a nada, que no se puede decir que esté influenciado por algún otro movimiento”. Considera que hubo tres grandes creadores en el siglo XX uruguayo, y sobre los tres escribió: Carlos Federico Sáez (1878-1901), Pedro Figari (1861-1938) y Cuneo. “Con sus lunas creó un universo nuevo, que sacó de su alma. Por más que se busque, no se encontrará alguien que haya hecho algo así”.

    La serie de lunas y ranchos las inició en Florida, donde vivió en los años 30 en un pequeño ranchito de los suburbios. En ese lugar, Cuneo miró hacia el cielo, vio las nubes y vio dibujos en sus movimientos y giros. Y vio una luna amarilla atravesada por pájaros, y una luna blanca que es un círculo luminoso como si estuviera en el fondo de una cueva, y una media luna que brilla en un cielo semirosado y otra luna que enciende un cielo ennegrecido por la tormenta. Las lunas de Cuneo son hipnóticas. Es inevitable volver a ellas después de recorrer la muestra.

    Cuneo tuvo una etapa sombría que plasmó en sus tormentas. Cuando las pintó vivía en Cagnes-sur-Mer, al sur de Francia, donde estaba becado. Pero en la crisis de 1929 recortaron sus fondos y tuvo que regresar al país. Fue entonces que se instaló en Florida. “De esa época hay pinturas muy sombrías, pero también otra luminosa porque Cagnes es un pueblito de las alturas y atraía mucho a los pintores después de la I Guerra Mundial. A veces, él leía críticas sobre su pintura que decían que era melancólico, pero para él la pintura era alegría”, explica Pereda.

    La pintura y el más allá es una muestra que deja huellas en un nivel más profundo que el de los sentidos, como sucede siempre que se contempla “el infinito del cielo y sus estrellas”.