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    Hielo, fuego, dragones y el enano

    Quinta temporada de Game of Thrones, la exitosa serie de HBO

    El territorio del Poniente parece infinito y su tiempo eterno. En este continente ficticio, conviven todos los paisajes y todos los climas, todos los horrores y todas las ambiciones. La fecunda imaginación del escritor norteamericano George R. R. Martin creó este mundo de ecos medievales, pasiones shakespereanas y luchas dinásticas en Canción de hielo y fuego, una serie de novelas que tuvo su primer volumen en 1996. Desde entonces, Martin no ha parado de teclear porque lo que al comienzo iba a ser una trilogía se convirtió rápidamente en cinco libros. El escritor tiene dos más programados en su cabeza y en los contratos editoriales, y también en los televisivos.

    Es que los escritores y guionistas norteamericanos David Benioff y D. B. Weiss tuvieron la visión de adaptar la historia de Martin para una serie del canal HBO. Así surgió en 2011 Game of Thrones, que toma el título del primer libro de la saga de Martin, cuya quinta temporada comenzó en abril. Literatura y televisión se han ido retroalimentando, y hoy Game of Thrones es una de las series con más fanáticos y adictos en el mundo.

    Varias familias nobles se disputan el control del Poniente y quieren apoderarse del Trono de Hierro. Ese sería el resumen sencillo de la trama. Pero para entender el éxito de la serie, hay que detenerse no solo en su despliegue épico, que es visualmente impactante, y en su juego de traiciones y lealtades. También hay que detenerse en la complejidad de su estructura narrativa y, sobre todo, en sus protagonistas.

    La cantidad de personajes es abrumadora y retener los nombres y su función en la trama se vuelve complicado. Pero es tan cuidada la elaboración de cada capítulo que el hilo argumental no se pierde, como si se hubiera tejido con la paciencia de un artesano.

    Tres líneas argumentales se entremezclan en la historia. La primigenia comenzó 15 años atrás, cuando hubo una guerra civil y un señor llamado Robert Baratheon le quitó el trono a la dinastía Targaryen y se proclamó rey de los Siete Reinos del Poniente.

    En ese momento entró en escena Ned Stark (Sean Bean), un noble de Invernalia a quien obligaron a aceptar la responsabilidad de ser Mano del Rey. Stark, valiente y honrado, quedó envuelto en engaños y deslealtades que lo llevaron a un destino trágico junto con su familia. Los Stark, que van perdiendo integrantes a medida que avanza la historia, son figuras centrales y los que generan más adhesiones y sobresaltos.

    Invernalia tiene como rivales a los Lannister, otra familia de linaje noble, pero que encarna lo peor del poder. El clan lo lideraba, hasta que murió en la cuarta temporada, Tywin Lannister (Charles Dance) con sus hijos Cersei (Lena Headey), Jaime (Nikolaj Coster-Waldau) y el mejor de todos: el enano Tyrion (Peter Dinklage).

    Al otro lado del mar hay una rubia bonita llamada Daenerys (Emilia Clarke) dispuesta a recuperar el trono que perteneció a su familia, los Targaryen. Es la madre de tres dragones y se ha convertido en la líder de los Inmaculados, un ejército de eunucos resistentes como robles.

    Y después está el Norte, el territorio helado donde un muro enorme de hielo, custodiado por el Ejército de la Noche, separa al Poniente de una vasta zona dominada por los salvajes y por unos seres aún más inquietantes llamados los Otros.

    Veni, vidi, vici.

    En esta historia todos quieren el poder, algunos para dominar y enriquecerse, o para continuar con los privilegios heredados. Utilizan la estrategia militar tradicional acompañada de los medios más primitivos, como la que sintetizó Julio César con tres palabras: “veni, vidi, vici” (“llegué, vi, vencí”). Y después que vencen, continúan destruyendo como forma de mantener lo conquistado.

    Otros tienen ideales un poco más elevados, como Daenerys, que en sus largas caminatas por recuperar el Trono de Hierro va liberando esclavos y conquistando un ejército con aquellos que siempre estuvieron oprimidos. Pero en la quinta temporada, Daenerys se enfrenta a los problemas del poder y debe tomar decisiones difíciles, como mandar decapitar a algún seguidor que la desautoriza.

    Por otro lado, Cersei La­nnister, la madre reina del complot, cree poder manejar todos los hilos, pero se encuentra con un poder hasta entonces en las sombras: el de los fanáticos religiosos. En la serie, Los Gorriones son un grupo de religiosos implacables en su persecución del pecado. No perdonan el incesto, la homosexualidad, la prostitución. Y los Lannister tienen sus bolsillos, y sus camas, llenas de pecados.

    “Son mi versión de la Iglesia Católica medieval, con su propio toque de fantasía. Eso es lo que estamos viendo aquí en la serie (…) Ahora (Cersei) tiene que hacer frente a una Reforma Protestante agresiva y militante que está determinada a resucitar una fe que había sido destruida cientos de años atrás por los Targaryen”, explicó Martin.

    Y allá en el Muro del Norte, Jon Snow (Kit Harrington), el hijo bastardo de Stark, está al mando de los hombres de negro y quiere hacer lo mejor para hacerle honor a su investidura, pero también debe cortarle la cabeza a algún iracundo. La decapitación: recurso ejemplarizante de Game of Thrones.

    Sálvense los buenos.

    Despreciado por su padre y por sus hermanos, Tyron ha tenido una vida miserable. Podría haber sido un monstruo, pero es un hombre valiente, de esos que inspira respeto. Estupendamente interpretado por Dinklage, en su expresión verbal y no verbal, Tyrion ha sido el mejor personaje de la serie, uno de los más profundos, lleno de matices, emociones e ironía. Por este papel Dinklage recibió un premio Emmy y un Globo de Oro.

    Otros personajes destacados en la serie son las niñas Stark, que ya están bastante crecidas en esta quinta temporada. Arya (Maisie Williams) pasó de ser una muchachita traviesa que hacía proezas con el arco y flecha, a ser una heroína solitaria, con el ceño cada vez más fruncido y con el único objetivo de concretar su venganza. Su hermana Sansa (Sophie Turner), era un personaje deslucido, pero se ha endurecido a fuerza de sufrimiento y todo indica que tendrá un fuerte protagonismo.

    Después están los despreciables. Entre ellos, los acomodaticios, como Meñique (Aidan Gillen), dueño de un prostíbulo y asesor de los poderosos, de cualquiera de ellos. Pero tal vez el más terrible sea Ramsey Bolton (Iwan Rheon), un psicópata medieval que adora las torturas lentas, esas que destruyen la identidad o dejan los cuerpos en carne viva.

    Game of Thrones no disimula las escenas eróticas, ni tampoco la crueldad, y algunos martirios pueden durar varios capítulos. En la quinta temporada, la violación que sufre Sansa, que no es de las escenas más explícitas, despertó una polémica feminista bastante ridícula en Estados Unidos y a través de las redes sociales. Hasta la senadora demócrata Claire McCaskill escribió en su cuenta de Twitter: “Ok, se acabó Game of Thrones. La escena de violación es gratuita, repugnante e inaceptable”.

    Justamente lo original y a la vez terrible de la serie es que los personajes más nobles, los que generan empatía y están destinados a ser los salvadores, mueren o tienen un sufrimiento demasiado cruel y permanente. Y el espectador sufre con ellos. Como muestra de sus intenciones, Martin mató en la primera temporada al líder más atractivo, Stark, dejó inválido a su hijo pequeño y después liquidó a otros integrantes de su familia.

    Ahora Tyrion, la rubia de los dragones y Arya están a punto de convertirse en seres poderosos. Si es que se mantienen vivos, porque el mensaje de George R. R. Martin es contundente: Este es un mundo sin salida. Si entran, pierdan toda esperanza.

    Vida Cultural
    2015-05-28T00:00:00