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Julio Cortázar y Günter Grass lo recomendaron y eso ya es más que suficiente. Estamos hablando de literatura un tanto experimental. Más que experimental, digamos no convencional, para que no se crea que este libro es algo así como una composición free jazz o una sopa demencial o aleatoria de letras. Nada que ver. Al principio el lector se sorprenderá porque el estilo del alemán Arno Schmidt (1914-1979) es desusado: hay más barras, paréntesis, dos puntos y signos de interrogación y admiración que los que los escritores usan comúnmente. Una especie de fascinación por la grafía como valor pictórico. Aunque se trata de textos cortos, el enganche con la lectura cuesta unas páginas. Pero a partir de la segunda mitad de Meteoro de verano, uno entiende la admiración de Cortázar y Grass. Son relatos frescos, originales y muy divertidos.
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Schmidt era un tipo muy curioso. Le gustaba saber cómo funcionaban las cosas, los relojes, los automóviles, los teodolitos y los poemas herméticos y las novelas complejas. Soldado alemán durante la II Guerra Mundial —nada que ver con la ideología nazi, sencillamente lo reclutaron como cartógrafo y allí marchó para el frente—, fue un agudo observador de la realidad como periodista, ensayista, escritor, traductor, locutor radial y también como fotógrafo. Una mixtura entre científico y poeta, una suerte de hombre de cálculo y hombre de letras. Esa múltiple visión de las cosas que termina siendo una múltiple visión de la vida, se constata en estos breves relatos donde él mismo es el protagonista, por lo general un individuo solitario que cada tanto se junta con algunos amigos y departe anécdotas.
Entre esos amigos destacan el boticario Dettmer, la señora doctora Waring y su sobrina —tan apetitosa como callada— y en especial el consejero agrimensor fuera de servicio Sturenbürg, un personaje filoso, implacable y con gran sentido del humor. De él salen las mejores historias, como el conflicto sin cuartel que mantiene con un viejo policía por una novia de la adolescencia que ambos adoraban (“Pequeña guerra”), el extraño caso del bebé arrojado al río (“El nenúfar”) o la presencia de una casa solitaria, derruida y asediada por “los monstruos vidriosos del viento”, que recibe a los agrimensores en la entrada con... ¡una calavera! (“La casa aulladora”).
Hay que leer a este escritor.
“Meteoro de verano”, de Arno Schmidt. La Bestia Equilátera, 2011, 178 páginas, $ 380.