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El 1º de setiembre de 2022 ocurrió el atentado a la vicepresidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner. Un hombre joven llamado Fernando Sabag Montiel disparó a la vicepresidenta con una pistola calibre 32 en la puerta de su casa y en medio de una multitud, pero la bala no salió. En ese momento, hubo confusión, las cámaras mostraron que la vicepresidenta no se dio cuenta de inmediato de lo que había sucedido, ni tampoco su guardia personal, y continuó firmando libros y hablando con la gente. Por eso comenzaron a circular rumores sobre la falsedad del atentado e incluso se llegó a decir que del arma había salido agua, aunque algunos especialistas decían que era un lubricante. Lo cierto es que Sabag Montiel, en prisión preventiva desde ese día, sí quiso matar a la vicepresidenta, algo que confesó y reafirmó en una reciente entrevista.
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El día del atentado, el caricaturista Rodolfo Arotxarena (Arotxa) hizo de inmediato una caricatura donde aparece Cristina Fernández sonriente mientras una mano la apunta con una pistola de agua. La subió a su cuenta de Instagram (@arotxadibuja) donde desde hace años viene publicando sus trabajos. En esta semana, se enteró por un amigo argentino que la caricatura no estaba. “Me fijé en el archivo y efectivamente no estaba. Entonces me metí en las estadísticas y vi el anuncio de que se había eliminado”, contó Arotxa a Búsqueda. El anuncio de Instagram decía: “Tu contenido no se puede recomendar en este momento”, e incluía links hacia las “normas sobre violencia u otras organizaciones peligrosas”.
“Cuando ocurrió el atentado y subí la caricatura, empezaron los comentarios y muchos me decían que estaba lleno de odio. Yo no sigo a nadie en Instagram y tampoco contesto los comentarios, solo les pongo a todos, los que me alaban y los que me critican, un corazoncito. Pero no me hace ninguna gracia que bajen mi trabajo y que no me dejen difundirlo”. En este momento, Arotxa tiene 10.300 seguidores y él no sigue a nadie.
Él dibuja sin palabras y considera que esta caricatura, como todas las que ha subido, no tiene nada de incitación al odio. “Me pasó algo similar con una más reciente de Nayib Bukele, el presidente de El Salvador. La tuve que subir de nuevo con otros hashtags porque con los anteriores mi dibujo no aparecía. Pensé que era un tema de las plataformas, pero hoy de mañana escuché una muy buena entrevista de Emiliano Cotelo a un periodista de El Salvador en la que decía que se está controlando en las redes todo lo que sea detractor de Bukele”. Esa caricatura de Bukele lo muestra triunfante, levantando los brazos. En la espalda y enganchado con su banda presidencial tiene un garrote con pinchos. Por detrás, los prisioneros agachados son una masa de siluetas. Lo acompañan los hashtags #derechoshumanos y #libertaddeexpresión.
“No me cabe duda de que alguien me denunció, seguramente un militante que consideró que incitaba al odio. Pero en esto hay que ser muy claro, la sátira política tiene que ser incisiva y si no lo sos, no le importa a nadie por más que seas un capo dibujando. Me considero un tipo muy comprometido, pero jamás embanderado. No soy de subirme a la marcha tal o cual para que me vean. Esto de Instagram me parece patético”.
La red permite en estos casos apelar, pero Arotxa no lo quiere hacer porque le parece importante que se sepa lo que sucedió, que no quede encriptado. “Fui censurado y eso me hizo pensar que los trabajos que he hecho de sátira a mandatarios han tenido problemas. Otro ejemplo fue el de Maduro”. En esa caricatura, Nicolás Maduro aparece haciendo girar la manivela de una máquina de picar carne, pero lo que está picando es el mapa de Venezuela.
Con una trayectoria de 42 años en el diario El País (de donde fue despedido en 2018), Arotxa no recuerda haber sido censurado por sus caricaturas políticas, aunque tuvo algunos problemas. “Una vez había hecho una caricatura de Ana Lía Piñeyrúa con la pollera muy corta y el director de ese momento me dijo que se la tenía que bajar. Tengo el facsímil de la página con su firma porque es un documento de la pacatería criolla”. La otra situación la vivió en el mismo diario con una caricatura de Augusto Pinochet. “Salió publicada, pero después en un editorial el director aclaró que esa caricatura se había escapado a los controles del diario. El embajador chileno les había mandado una carta a los directores del diario. La mano de Pinochet cruzó los Andes, la pampa y llegó a Montevideo”.
Las caricaturas satíricas suelen ser blanco de los ataques a la libertad de expresión. A veces con enojos y censuras, otras con terribles atentados como el sufrido por la revista francesa Charlie Hebdo el 7 de enero de 2015, cuando fundamentalistas islámicos entraron a su redacción y mataron a 12 personas e hirieron a otras 11. “La sátira tiene que seguir, es un mandato histórico del género. Y el artista no puede depender de la tropilla. Es poderoso cuando está solo, no cuando va empatotado. Voy a continuar con mis lápices dibujando lo que veo y también con mis pinturas”. Arotxa está preparando para junio una muestra que no tiene que ver con caricaturas y se inaugurará en el Museo Nacional de Artes Visuales con el título: El silencio de los caudillos.