Los investigadores analizaron la situación de la investigación y desarrollo (I+D) en Uruguay tomando como indicador el porcentaje del Producto Bruto Interno (PBI) que los países destinan a este tipo de actividades, según datos recabados por la Unesco. Así, sostienen que hoy Uruguay “invierte tan solo un 0,4% de su PBI” en el desarrollo de este sector, mientras que el promedio mundial es de 1,7% y el promedio de Latinoamérica y el Caribe es de 0,7%.
Al estudiar la evolución de esa inversión en los últimos 20 años en Uruguay en comparación al promedio mundial y al de los países de ingreso per cápita bajo, medio-bajo, medio, medio-alto y alto, se desprende que hasta el 2003 la inversión en Uruguay era similar a la de países de ingreso bajo, algo que se incrementó en los siguientes tres años. Sin embargo, se ha mantenido constante desde entonces, “por debajo del medio punto porcentual y con una tasa de crecimiento promedio de 0,01% anual, similar a países de ingreso medio-bajo”, indica el documento.
El estudio también da cuenta del crecimiento anual de la inversión en I+D de los países de ingreso medio y medio-alto, y sostiene que en los países de ingreso per cápita alto se destina un porcentaje superior al 2% de su PBI.
“Mientras las tasas de inversión en I+D en el mundo desarrollado y en vías de desarrollo aumentan, en Uruguay se encuentran estancadas hace más de 20 años y en niveles muy bajos”, cuestionan.
Rodrigo Alonso, uno de los autores del estudio e integrante de Investiga Uy, dijo a Búsqueda que si bien Uruguay es considerado un país de ingresos altos, su inversión porcentual en I+D no alcanza a la de países de ingreso medio-bajo.
“Por eso decimos que está estancado. Para cambiar estas realidades se necesita una decisión política que permita buscar los mecanismos para transformarlo”, señaló.
Celia Quijano, también autora e integrante de la asociación, coincidió con este punto. Dijo a Búsqueda que el tema debe responder a políticas de Estado que “trasciendan el gobierno de turno” y apuesten a incrementar año a año el porcentaje que se invierte, “algo que Uruguay no ha hecho”.
“Hace 15 años que el país invierte el mismo porcentaje de PBI, estamos totalmente estancados. Además, una política pública debe venir acompañada de ideas claras acerca de cómo hacer para que esta inversión resulte en un fortalecimiento del sistema científico y en un derrame hacia la sociedad en su conjunto”, explicó.
Situación mundial
Días atrás, el presidente de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, Flavio Caiafa, opinó que si bien es correcto comparar la realidad de Uruguay con países como Israel o Corea del Sur, se debe tener en cuenta que esos países tienen además una inversión privada en I+D de entre el 2% y el 7% del PBI. Por lo que no solo hay que pedir más inversión al Estado, sino también pensar en cómo se puede favorecer esa interacción entre investigadores y el sector productivo (Búsqueda Nº 2.131).
Alonso reconoció este aspecto, pero aseguró que para llegar a esa realidad se debe poner en marcha un proceso previo. “Uno no puede aspirar a llegar de 0 a 100 en un lapso menor a una década, son procesos de largo plazo. En el caso de Corea del Sur, ese proceso que hoy encuentra un porcentaje muy importante de inversión privada se inicia hace 50 años con una fuerte inversión pública”, indicó el investigador.
Quijano, por otro lado, se refirió a la carencia de fondos provenientes de sectores empresariales (públicos o privados) destinados a la I+D, que mientras en Uruguay constituyen solo un 4,6%, en los países desarrollados superan el 50% del total.
“Cuando pensamos en un aumento, sabemos que las empresas públicas son muy importantes en nuestro país; obviamente también queremos un mayor aporte del sector privado, pero esa transición no ocurre de forma espontánea, requiere de políticas de estímulo pensadas y dirigidas”, opinó.
Otro punto analizado por los autores del informe es que Uruguay cuenta hoy con unos 700 investigadores por cada millón de habitantes, una cifra bastante por debajo de la media mundial (alrededor de 1.200), que no ha aumentado en 10 años.
“Si comparamos con un país como Corea del Sur (8.000 investigadores por millón de habitantes), estamos más de 10 veces por debajo en términos relativos. Este sistema de investigación, pequeño en relación con nuestra población, genera una demanda en becas para formación de investigadores jóvenes que queda desatendida en más de un 50%”, señala el estudio.
El documento también expone la “falta de espacios de inserción laboral adecuada” de recursos humanos calificados en Uruguay, la baja satisfacción de la demanda de los proyectos concursables que financian la I+D (que no supera el 40%) y los montos insuficientes que se le asignan a cada iniciativa en relación con lo que se observa en otros países. Esto “hace muy compleja la construcción de un sistema científico e infraestructura tecnológica a mediano y largo plazo”, añade.
Quijano, en tanto, afirmó que Uruguay tiene un sistema científico con trayectoria y con muchas herramientas útiles que funcionan bien. Sin embargo, opinó que al país “le falta” profundizar el vínculo entre los investigadores con la sociedad, el gobierno y el sistema productivo.
“Cuando ocurre es sumamente positivo, como ocurrió con el Grupo Asesor Científico Honorario durante la pandemia. Pero ¿cómo podemos hacer que este tipo de dinámicas ocurran en forma constante y que los investigadores sean un recurso de consulta para el sistema político?”, se preguntó la científica. La respuesta “no es fácil ni obvia”, agregó, pero Uruguay debe empezar a pensar cómo llevarla adelante.
Lo importante para Alonso es iniciar un diálogo entre los tomadores de decisión, los investigadores y la sociedad civil, así como empezar el estudio sistemático de qué se ha hecho en otros países.
Más inversión
Según el estudio, “Uruguay presenta un importante déficit de inversión en I+D” cuando se lo compara con los países en su franja de ingreso, e incluso muestra una tendencia estructural a mantener este nivel de inversión. Es en ese contexto que la propuesta de destinar un 1% del PBI a I+D “resulta tímida y casi obsoleta”, opinó Alonso.
Quijano explicó que si bien ambos investigadores adhieren a la posibilidad de destinar el 1% en ciencia, la transformación real responde a lograr una tasa de aumento anual sostenida, a una inversión gradual que no se detenga al llegar a ese porcentaje.
Hace dos semanas, integrantes de Investiga Uy fueron invitados a la Comisión Especial de Innovación, Ciencia y Tecnología de la Cámara de Representantes del Parlamento. Durante su exposición, los investigadores manifestaron su descontento con la situación actual y destacaron algunos aspectos que, a su entender, deberían ser considerados para la construcción de un sistema de I+D al servicio del país.
En la presentación, a la que accedió Búsqueda, estaba plasmada la necesidad de contar con una “masa crítica de investigadores en I+D”, no enfocarse solo en índices cuantitativos simplificados y contar con “una gobernanza clara del sector”. En esa línea, la asociación aspira a “participar en los espacios de discusión y generación de las futuras políticas de investigación, desarrollo e innovación en el país”, así como a impulsar ámbitos donde se generen insumos para el diseño de las políticas públicas y aportes a la resolución de problemas sociales, sanitarios y ambientales.