El estudio fue realizado por integrantes del Departamento de Sistemas Ambientales de la Facultad de Agronomía
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl Cono Sur es una de las regiones con más biodiversidad en pasturas naturales del mundo y es en esta zona templada de Sudamérica que se produce el 22% de la carne vacuna que se exporta y luego consume en distintas partes del planeta.
“Producir carne con pasturas de alta biodiversidad que están secuestrando carbono y generan bajos niveles de contaminación y bajo uso de energía tendría que tener un valor diferencial” con respecto a otras formas de producción, como el engorde de ganado a corral en base de granos (feedlot), que si bien emite menos gases de efecto invernadero en el proceso, cuenta con un altísimo riesgo de contaminación por uso de pesticidas y alto consumo de energía, dijo a Búsqueda el ingeniero agrónomo Pablo Modernel, integrante del equipo de investigación del Departamento de Sistemas Ambientales de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República.
A estas conclusiones llegó la investigación de Modernel, Laura Astigarraga y Valentín Picasso, publicada el 26 de setiembre de 2013 en la revista científica “Environmental Research Letters”. El trabajo fue titulado “Impactos ambientales globales versus locales de los sistemas de producción de carne en pastoreo y confinados”. Se realizó tras el relevamiento de datos en predios de cinco productores particulares en Rocha con sistemas de producción distintas: a campo natural, pasturas sembradas —de lotus, trébol blanco y festuca— con rotación de cultivos y feedlot. “Trabajamos con estudios de casos representativos de la realidad nacional”, comentó Modernel.
“La huella de carbono es el indicador clave para medir la contribución de la producción de alimentos al cambio climático y su importancia está en ascenso en el mundo. Si bien ha sido utilizada como un índice de sustentabilidad en sistemas productivos, no toma en cuenta muchas otras dimensiones biofísicas y ambientales relevantes a nivel local como la erosión, el balance de nutrientes y el riesgo de contaminación”, indicaron los investigadores en el estudio.
La huella de carbono mide la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) que se liberan directa o indirectamente en la cadena para lograr brindar un servicio u obtener un producto, como por ejemplo, un kilo de carne. Algunos mercados, cadenas de supermercados y consumidores están comenzando a demandar que los productos que consumen hayan calculado su huella.
“Sabíamos que en Uruguay no había mucha experiencia con la huella de carbono, es un tema relativamente nuevo y queríamos tener números para comparar distintos sistemas de producción —como por ejemplo, la producción de carne a campo natural, pasturas y feedlot— para hacer una comparación”, explicó Modernel.
En la producción de carne uruguaya el feedlot es minoría, sin embargo, es el sistema que emite menos gases de efecto invernadero.
Según el cálculo realizado por los investigadores, mientras a campo natural la huella de la producción de carne es 28,6 (de emisiones de GEI expresadas en CO2 equivalente), en sistemas de combinación de pasturas sembradas con feedlot es 11,8, menos de la mitad. La huella incluye el gasto de combustibles por uso de fertilizantes y pesticidas desde su producción en la planta hasta la portera del predio así como las emisiones que ocurren dentro del predio, como la emisión de metano por fermentación entérica y de óxido nitroso en la orina y la bosta. La mayoría de las emisiones se deben a GEI de la etapa de producción dentro del predio. Por eso la diferencia que la explica el alto número en campo natural y la baja huella en sistemas de pasturas y feedlot. Para que el ganado a campo natural engorde y esté listo para el frigorífico se necesitan 486 días, mientras que con feedlot solo 102 días.
“No hay muchos antecedentes que comparen sistemas pastoriles con campo natural y las diferencias encontradas eran esperables”, comentó Modernel. La huella en sistema de pasturas sembradas exclusivamente fue de 16,3 en un tiempo de 214 días.
“Cuanto más tiempo esté el animal en el sistema, más metano va a estar emitiendo. En el feedlot se usan mucho más insumos como nitrógeno y emiten mucho dióxido de carbono y óxido nitroso, pero no compensa todo el tiempo que el ganado a campo natural está en el sistema emitiendo metano”, explicó Modernel.
Los pesticidas más utilizados son el Glifosato, Flumetsulam, Atrazina, el 2,4DAmina, entre otros.
Otro factor que incide es la digestibilidad de la dieta. Existe una gran diferencia entre el porcentaje de alimento que se consume y luego pierde como metano en campo natural (15,9) versus feedlot (40,8 que corresponde a la cantidad de energía que el animal consume por día).
El sistema de producción a base de pasturas sembradas presentó el valor más alto de proteínas crudas en la dieta (14,5), mientras que en feedlot fue 9,7 y en campo natural 9,5. El número más alto se debe a que las leguminosas sembradas tienen alta cantidad de proteínas.
“Hay un tema comercial atrás y no nos vemos favorecidos en Uruguay y en nuestra región. Sin embargo, estamos en una de las regiones con más biodiversidad en pasturas naturales y si la decisión es ir solo por la eficiencia y los feedlots, vamos a perder mucho”, comentó Modernel.
En estudios norteamericanos y europeos el énfasis actualmente está en lograr la mayor eficiencia posible de los procesos de producción. Hay “un desvelo” por ver qué tan eficientes son los sistemas en productividad de carne. “Creemos que en producción de carne está bien tomarlo en cuenta, pero no nos podemos quedar solo en eso”, comentó Modernel. Se debería considerar “el suelo y sustentabiliad a largo plazo”.
“Está bien mirar a la eficiencia y saber que hay que bajar las emisiones de GEI, pero también hay que tener en cuenta otras cosas en la ecuación”, agregó.
“Además de la huella hay que prestarle atención a otras cosas importantes. Buscamos ir más allá y calcular otro tipo de indicadores que la literatura uruguaya no tomaba en cuenta”, opinó Modernel. Estos son, el consumo de energía, el riesgo de contaminación por pesticidas en los distintos sistemas de producción y la tasa de erosión. En la primera etapa, entre los 150 y 350 kilos, los vacunos se criaron la mayoría a campo natural y luego en la fase final, hasta los 500 kilos, pasaron a sistemas de producción a campo natural, pasturas sembradas y feedlot.
Producir a campo natural “tendría que tener un valor diferencial porque son sistemas de producción sustentable”, comentó Modernel.
Si se compara el uso de pesticidas, en los sistemas de producción de engorde a corral con granos feedlot, su utilización es mayor que en pasturas, mientras este número en campo natural es cero, según los registros. “La producción con animales confinados depende cada vez más de insumos externos. Nos parecía interesante mostrar esas diferencias y ver en el sistema intermedio de pasturas sembradas estos indicadores”, djo Modernel. Según los datos, el riesgo de contaminación por pesticidas en feedlot duplica el riesgo existente en sistemas únicamente con pasturas sembradas. En campo natural es cero.
En cuanto a la erosión, las tasas en pasturas sembradas y especialmente en su combinación con feedlot (17,3) son más altas que a campo natural (7,7). Estos cálculos se hicieron en predios con mismo tipo de suelo y pendiente similar para que las diferencias dependieran principalmente del manejo del suelo.
En feedlot se mostraron niveles de balance de nitrógeno y fósforo inadecuados en el trabajo. “Los balances de nutrientes, nitrógeno y fósforo, mostraron excedentes en sistemas con pasturas sembradas y corrales de engorde y un balance deficiente en campo natural”, concluyeron los investigadores. Cuando estos nutrientes se utilizan de manera “no eficiente” se pueden perder, terminar en cursos de agua y generar contaminación.
La alta cantidad de animales confinados en un mismo lugar tiene un alto riesgo de contaminación y necesita, por lo tanto, un buen sistema de tratamiento de efluentes de fósforo y nitrógeno para evitar la contaminación del agua, explicó Modernel, y citó un relevamiento realizado por la Dirección Nacional de Medio Ambiente.
“No hay una solución perfecta” y “nos falta saber mucho más”, dijo Modernel, quien se encuentra en Holanda en la Universidad de Wageningen, realizando un doctorado en el tema.
“Los sistemas de producción agropecuaria tienen que ser pensados en una lógica de sustentabilidad, como un paraguas, y tomar en cuenta la dimensión ecológica, ambiental y social. Siempre fue un concepto vago. Por eso queremos ponerle números al tema, para ayudar a tomar decisiones. Se deberían priorizar sistemas que sean poco dependientes de insumos si pensamos en los ecológicos, que traten de cerrar los ciclos de nutrientes (sin pérdidas de nitrógeno y fósforo) con bajos niveles de uso de energía y dependencia del petróleo y que sean productivos a largo plazo y no que dejen de funcionar después porque destruyeron el suelo”, opinó Modernel.
Según el ingeniero agrónomo, “la discusión no es feedlot sí o feedlot no”, sino fomentar “sistemas lo más sustentables posibles”. Incluso en campo natural “hay mucho espacio para mejorar” y formas de lograr altos niveles de productividad. Por ejemplo, con el ajuste de la oferta de forraje la producción a campo natural puede triplicarse, según investigaciones del ingeniero agrónomo Pablo Soca de Facultad de Agronomía de la Universidad estatal.
“El camino equivocado es pensar que las soluciones son tecnológicas. No todos los problemas de producción y de ambiente se solucionan con tecnología. Se debería trabajar para lograr compatibilizar la producción y conservar nuestros productos ecosistémicos”, concluyó Modernel.