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    Isaac Alfie, el gobernante con más “horas de vuelo en crisis” que deberá volver a equilibrar su mirada liberal con el pragmatismo

    Isaac Alfie no podía saber cuán en lo cierto estaba. “Si el mundo será redondo que yo empecé a trabajar en la administración central —antes trabajaba solo en la Universidad de la República— en esta oficina hace 34 años y quizás esta sea mi última tarea pública”, dijo al comienzo de su discurso, el 2 de marzo, cuando asumió como director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP). Apenas 11 días más tarde, la realidad se encargó de hacer todavía más circular su vuelta a la actividad política.

    Al igual que sucedió en la segunda mitad del gobierno de Jorge Batlle cuando lo nombraron ministro de Economía, Alfie quedó en la primera línea del equipo encargado de lidiar con las consecuencias de una crisis y de evaluar los pasos a dar para que la sociedad uruguaya alcance una “nueva normalidad”.

    Así, otra vez este economista colorado deberá equilibrar sus principios liberales con la gestión de gobierno en un contexto en el que, al menos por el momento, la intervención del Estado debe ir más allá de lo que él quisiera.

    “Soy de Palermo y Atenas”

    Los dos abuelos de Isaac Alfie llegaron a Uruguay entre las dos guerras mundiales. Ambos analfabetos, fueron recibidos por un país cuya escuela pública era el principal vehículo de integración social.

    El director de la OPP, que el 17 de abril cumplió 58 años, es economista egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República y habla cuatro idiomas, aunque no todos con la misma fluidez: español, inglés, portugués e italiano.

    Se crio cerca del Club Atenas, en Palermo, donde jugó al basquetbol y en 1977 fue campeón juvenil. Pese a que todavía se considera un basquetbolista, dejó ese deporte en la adolescencia para dedicarse a los estudios. Quienes lo conocen atribuyen su defensa acérrima de la meritocracia en buena medida a su propia experiencia.

    Alfie suele reivindicar ese pasado, que también tiene presente cuando las discusiones toman calor. Aunque en sus apariciones públicas tiene una postura rígida, inconmovible, cuando Lito se enoja, suele advertirle a su interlocutor: “Soy de Palermo y Atenas”. Es un “calentón”, resumió un amigo economista.

    Uno de sus enojos fue muy público. En noviembre de 2005, durante un debate entre colorados y frenteamplistas en el Sendo, surgió de la nada un intercambio entre Alfie y Leonardo Nicoloni (Frente Amplio).

    —Para hablar tenés que saber, gil —le dijo Nicolini.

    Alfie, entonces senador por el Partido Colorado, se levantó, caminó hasta el lugar de Nicolini y empezaron a las trompadas. Después, cuando la situación estaba más tranquila, Alfie pidió disculpas. Fue “realmente un acto absolutamente impropio que jamás lo debería haber hecho y estoy no solo arrepentido, espero que el cuerpo también me disculpe, sino que además estoy enojado conmigo mismo por lo que hice”.

    Isaac Alfie

    Tiempos técnicos

    Alfie entró a la OPP en 1986 como economista junior, trabajo que alternaba con horas de docencia en la Universidad de la República. Cinco años más tarde pasó al Ministerio de Economía (MEF) donde, desde 1995 a 2003, dirigió la Asesoría de Programación Macroeconómica y Financiera.

    Ese cargo le permitió estar en la trinchera desde el comienzo de la debacle económica y financiera que marcó al gobierno de Jorge Batlle. Años después definiría a la crisis de 2002 como “la experiencia quizás más acuciante” en la historia de Uruguay.

    Participó en las negociaciones que una delegación encabezada por el entonces director de la OPP, Ariel Davrieux, mantuvo en Washington DC con organismos multilaterales de crédito y el gobierno norteamericano para evitar un default que muchos consideraban inminente.

    La noche del 18 de agosto del 2003, Batlle lo llamó por teléfono a su casa y le ofreció sustituir a Alejandro Atchugarry, quien había utilizado toda su capacidad de negociación para superar los momentos más difíciles de la crisis. “No es más un tiempo político. Es un tiempo técnico”, justificó Batlle.

    “Claramente mi perfil no es un perfil político de ser parlamentario, o político de tener grandes habilidades negociadoras, quizás. Bueno, tendré que ir aprendiendo eso también”, declaró Alfie a la prensa el día que asumió el mando en Economía.

    Un exintegrante del equipo de gobierno de Batlle recordó que Alfie puso límites a algunos gastos que había autorizado Atchugarry. “Había choques y tenía que intervenir el presidente para arreglar”, recordó el exdirigente, que de todas formas destacó el “respeto” con el que trataba a todos. Quienes lo conocen por su vínculo académico, político o deportivo (hoy es el tesorero del Club Peñarol) coinciden en que se trata de un hombre “muy respetuoso de la institucionalidad”, “leal”, “honesto”, con “mucha capacidad de trabajo”, “meticuloso” y “frío” para razonar y ejecutar. A todo esto se suma que es una persona de “difícil sonrisa”, según un integrante del Consejo Directivo de Peñarol.

    “Jorgista”

    Batlle vio en Alfie alguien que podía tener un futuro en el Partido Colorado. Y el economista se volvió un “jorgista” definitivo después de trabajar para el presidente. La aventura política duró poco y en ella no descolló.

    Un dirigente colorado que lo acompañó en las recorridas en la campaña electoral de 2004 todavía recuerda cuando lo llevaron a conversar con vecinos a un asentamiento y Alfie se dedicó a hablarles de economía. “La gente lo miraba y no entendía nada”, relató a Búsqueda. Ese no era su público.

    Asumió una banca en el Senado porque era el primer suplente de Batlle. Desde ese lugar defendió el legado del último gobierno colorado y cuestionó el relato que comenzaba a instalar del Frente Amplio de la “herencia” maldita cuando el crecimiento económico había comenzado en 2003. Era una manera, también, de reivindicar su gestión.

    En ocasiones cargó contra el ministro de Economía, Danilo Astori. Cuando en 2007 comenzó la implementación de la reforma tributaria, acusó al gobierno de mentir con publicidades que aseguraban que solo el 10% de la población pagaría más impuestos con el nuevo sistema. “Es errónea, falsa, falaz —no sé, en realidad, cómo catalogarla— la publicidad, y aclaro que no quiero ser peyorativo ni agresivo, porque no es mi estilo”, dijo.

    —Menos mal —interrumpió Astori.

    —El señor ministro sabe que esto no se trata de una cuestión personal; simplemente estoy utilizando mi propio estilo, que es directo, muy directo —retrucó Alfie.

    Astori no se quiso quedar atrás, pidió la palabra y dijo: “A los efectos de retribuir el tono directo que ha utilizado el señor senador Alfie, también quiero decir en un estilo muy directo que desde todo punto de vista el país está mucho mejor que cuando él era ministro, afortunadamente para todos los uruguayos”.

    Isaac Alfie

    Liberal y pragmático

    Alfie se alejó de la vida política en 2010 cuando terminó su período en el Senado para dedicarse a la actividad privada. Trabajó como consultor, especializado en inversiones financieras de alto nivel. Uno de sus últimos clientes fue el estudio de abogados que representa a la minera Aratirí en su juicio contra el Estado uruguayo, lo que le valió duras críticas desde el Frente Amplio.

    El economista no abandonó el debate público. Cerca de la última campaña electoral, Alfie fue un crítico permanente del desempeño económico del Uruguay, del déficit que heredaría el siguiente gobierno y apoyó la precandidatura de Julio María Sanguinetti, aunque no aceptó postularse a cargos electivos.

    Cuando ganó Luis Lacalle Pou, sin embargo, su nombre comenzó a circular en ámbitos políticos para ocupar algún lugar en el futuro gobierno de coalición. No fue fácil convencerlo. Ganaba muy bien en la actividad privada y no quería exponer a su familia, según le contó a un dirigente colorado cuando todavía estaba indeciso.

    Azucena Arbeleche también pesó para que Alfie ocupara ese lugar clave en el equipo económico de cualquier gobierno. Fue su alumna en la Facultad de Economía de la Universidad de la República y Alfie le planteó en 2001 que se encargara del manejo de la deuda pública.

    En su entorno familiar no le pusieron trabas, por el contrario, lo alentaron a que aceptara la propuesta de Lacalle Pou, que era lo que en el fondo sabían que quería hacer.

    El cargo le fue ofrecido de manera directa, por lo que no integra el Poder Ejecutivo en nombre del Partido Colorado. Para algunos dirigentes de este partido eso puede ser una “desventaja”, ya que sería un “fusible” en caso de una crisis de gobierno.

    Pero el presidente tiene una muy buena relación con Alfie, algo que deja claro en sus apariciones públicas. En las conferencias de prensa es al único al que llama por su sobrenombre, Lito, mientras que con el resto de los integrantes del gabinete mantiene el protocolo.

    La ministra de Economía, Azucena Arbeleche, también pesó para que Alfie ocupara ese lugar clave en el equipo económico de cualquier gobierno. Arbeleche fue su alumna en la Facultad de Economía de la Universidad de la República y Alfie le planteó en 2001 que se encargara del manejo de la deuda pública.

    La incorporación de Alfie respondía a la intención del nuevo gobierno de tener a alguien con experiencia para llevar adelante su promesa electoral más difícil: producir un ahorro de US$ 900 millones anuales. El economista dejó claro el 2 de marzo que ese era el norte. Anunció que se venía un “período de austeridad”, cuya extensión sería más corta “cuanto más rápido” se retome el crecimiento económico. Para eso, afirmó, era necesario liberar a las “fuerzas del sector privado”.

    “No violentaremos nuestros ideales”, añadió. “Creemos en la libertad, creemos en el individuo creador como motor de desarrollo, no creemos en el estado omnipresente, ni en la iluminación de unos pocos que saben más que cada individuo de lo que es mejor para ellos. Somos acérrimos defensores del mérito. Entendemos que hoy hay un sistema que nos agobia en parte, un Estado demasiado metido en nuestras cosas, con ciertos visos policíacos en algunos aspectos de nuestro diario vivir. Eso no va con nuestro pensamiento, lo cual no quiere decir que desconozcamos la virtud del Estado en ciertas áreas de acción y hoy dijimos sus áreas fundamentales: la educación, la seguridad, la salud, la infraestructura, la justicia. Solo queremos reconocer que tiene límites. La libertad es el primer derecho humano y la persona es la depositaria de ella, eso no lo podemos olvidar”.

    En su discurso Alfie sostuvo que su oficina no haría “la plancha” y en el gobierno ya lo sabían. En febrero, en las reuniones previas al cambio de mando, el director de la OPP había provocado los primeros “cortocircuitos” entre el equipo económico y los otros integrantes de la futura administración. “Alfie vino a matar”, describió entonces un dirigente (Búsqueda Nº 2.058).

    Todo cambió el 13 de marzo, cuando el gobierno confirmó los primeros casos de uruguayos contagiados con el nuevo coronavirus.

    En las semanas posteriores el gobierno anunció varias medidas para enfrentar la crisis que no entrarían en un decálogo de austeridad. Lacalle Pou declaró el 3 de abril que no eran “ortodoxos” y subrayó que John Maynard Keynes, un economista que promovía la intervención del Estado en épocas de crisis, es uno de los autores favoritos de Arbeleche.

    La mención a Keynes circuló en las redes sociales, lo que incluyó un mensaje de Twitter de Gastón Atchugarry, el hijo del exministro, quien destacó que en 2002 se tomaron medidas keynesianas para abandonar la crisis porque los batillistas saben que “la mano invisible” del mercado “no llega a los más débiles”.

    Alfie recogió el guante. “El punto no es ser keynesiano o clásico, sino saber si se está cerca del pleno empleo o lejos de él. En cada situación la política a aplicar es diferente. El error es el menú único”, escribió a modo de respuesta.

    La incorporación de Alfie respondía a la intención del nuevo gobierno de tener a alguien con experiencia para llevar adelante su promesa electoral más difícil: producir un ahorro de US$ 900 millones anuales.

    Un economista que conoció durante el gobierno de Batlle y al que suele consultar, dijo a Búsqueda que definir a Alfie como un liberal —algo en lo que hasta el involucrado podría estar de acuerdo— es una simplificación injusta. “Él es una construcción de su aprendizaje y su experiencia”, y eso lo hace “pragmático”, explicó. “La crisis extrema del 2002 le dio madurez y aplomo”.

    El viernes 17, Lacalle Pou anunció que en la crisis actual, muy diferente a la anterior, Alfie estará a la cabeza de un “grupo de alto nivel”, encargado de analizar qué medidas aplicar para que la sociedad uruguaya alcance una “nueva realidad”. En ese grupo están el matemático Fernando Paganini, el bioquímico Rafael Radi y el gastroenterólogo Henry Cohen.

    Con su mirada áspera y un tono calmo ajeno a cualquier drama del momento, Alfie explicó que no se sabe cuánto va a durar este tiempo excepcional. “Culturalmente nos tenemos que acostumbrar” a la nueva realidad, dijo, y agregó que es necesario “tener paciencia”.

    Las medidas que se tomen para “tener una actividad de distanciamiento y no de aislamiento”, según Alfie, serán decididas con el respaldo de la ciencia.

    Para más de un veterano dirigente colorado que estuvo involucrado en los últimos dos gobiernos del partido (entre 1995 y 2005) que Alfie esté ahora al frente de ese equipo es “lógico”, porque “tiene horas de vuelo en crisis”.

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    2020-04-23T00:00:00